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Maná volvió a cantarle al amor

Los mexicanos, en Vélez. En el primero de sus dos conciertos locales, deleitaron a sus fans.







Gloria, de Castelar, no lo puede creer. Fher Olvera la eligió para dedicarle una canción. La sube al escenario y la sienta en una banqueta, a dos pasos de distancia de los músicos. Ella los mira feliz, con ternura y sin histeria, cuando le cantan el superhit Vivir sin aire . Fher la invita a bailar lento y las chicas de abajo –ciegas de envidia- le gritan cual técnico desquiciado las cosas que debería hacerle. Cuando la chica insiste en su felicidad moderada, una fan se saca: “¡Apretalo más, gorda! ¡Tocalo todo!” Esa fue una de las escenas del sábado en el recital de Maná en Vélez. La banda mexicana hizo casi 100 minutos de canciones de amor y unos 20 de las otras, que hablaron de la madre fallecida de Fher, de la unión de América Latina y de que lo importante es lo que hay adentro. Y todo con un sonido que apenas se diferencia de aquel de los ‘90, cuando Rayando el sol les dio popularidad.
La voz de Fher y la batería de Alex González son los responsables de que Maná tenga un sonido, de que sus discos sean identificables. El resto es una banda con una musicalidad pareja, con arreglos muy simples. En suma: con ese sello first class que tiene cualquier banda masiva de pop.
Con Lluvia al corazón, Oye mi amor, Pies y Manda una señal , Maná comenzó el recital, en el que tocaron temas del disco Drama y Luz y varios clásicos de la banda. Además del sonido, el grupo mantiene al componer su obsesión por ciertas palabras, como corazón, mariposas y amor. De hecho, en el show, las pantallas mostraron a miles de lepidópteros revoloteando libres por los aires. El agua es otro de los grandes temas; tocaron Lluvia al corazón, Te lloré todo un río y En el muelle de San Blas , que dice “El juró que volvería y empapada en llanto ella juró que esperaría” .
En el show, también hubo tiempo para un solo –en realidad, un show de quince minutos- del baterista, que tocó sobre una estructura que se movía y elevaba a unos tres metros de altura. Además de exhibir su técnica con el instrumento, mostró cómo se puede tocar de parado, de espaldas y con una manía por hacer girar en la mano uno de los palillos de la batería.
Luego de un apagón y de unas consignas ecológicas, la banda apareció en un set acústico ubicado en el centro del estadio. “Queremos hacer una bohemiada. ¿Qué quieren escuchar?”, preguntó Fher. Desde allí, le dedicaron el tema a la fan y también hicieron Se me olvidó otra vez, Eres mi religión y Si no te hubieras ido , de Marco Antonio Solís, uno de los estribillos más pegadizos de una noche con muchos.
En el final, luego de En el muelle de San Blas , Fher sacó una bandera de México y Argentina unidas. Dijo “los quiero, cabrones”. Aparecieron en las pantallas las palabras amor, paz, esperanza. Supermelódicos, políticamente correctos y siempre influenciados por The Police y Genesis, los mexicanos le cantaron otra vez al amor y convirtieron su concierto del sábado en un acto catártico. Seguro que Gloria de Castelar no pudo pegar un ojo. Fher la eligió a ella y no a las otras.

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