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El cisne negro

Natalie Portman debió trabajar mucho para convertirse en la perturbada bailarina de este drama psicológico que se estrena el jueves.
NUEVA YORK.- Diez años de entrenamiento en serio y, después, cinco más de trabajo duro en las tablas. Esa es la cantidad de tiempo de estudio dedicado que lleva en promedio convertirse en primera bailarina de una compañía importante. Pero Hollywood no está dispuesto a esperar. Por eso, cuando varias actrices se anotaron para representar a bailarinas profesionales en películas recientes, como El cisne negro, que se estrenará el jueves en nuestro país, tuvieron que entrenar como locas para ponerse al día.
En ocasiones anteriores, hubo actrices que interpretaron bailarinas con distintos grados de éxito (desde el hip-hop de Jessica Alba en Honey: La reina del baile hasta los elegantes arabescos de Neve Campbell en La compañía). Y algunos directores, como Bruce Beresford, con su film El último bailarín de Mao, directamente se saltearon a los actores y eligieron bailarines para lograr una mayor autenticidad. Cuando un solo movimiento torpe puede cambiar el tono entero de una escena, representar a un bailarín es un gran desafío.
"No es lo mismo que Mickey Rourke convirtiéndose en un luchador, porque ése es un arte que podés aprender en unos pocos meses", comentó el director Darren Aronofsky, refiriéndose a Mickey Rourke, quien protagonizó la película El luchador. "El ballet es algo para lo que te tienen que entrenar desde muy pequeño."
El film de Aronofsky, El cisne negro (que está nominado a cinco Oscar, entre ellos el de mejor actriz para su protagonista, Natalie Portman) es un thriller psicológico centrado en una nueva versión de una compañía de ballet ficticia de El lago de los cisnes. Portman es allí la primera bailarina, y Mila Kunis, su rival. "Al principio, era un gran interrogante porque no sabíamos si alguna actriz podría lograrlo", comentó Aronofsky sobre el papel de la perfeccionista Nina.
"La verdad es que pensaba que era mejor de lo que era en realidad", contó Portman cuando se adjudicó el papel. La actriz no era del todo nueva en esto de la danza: a los 13 años cambió las zapatillas de baile por la actuación. "Fue un golpe llegar hasta ahí, y descubrir que no tenía idea de lo que estaba haciendo. Si hubiera sabido todo lo que me faltaba para estar lista para el papel, no lo hubiera intentado. Me alegra haber sido un poco ignorante y arrogante", agrega Portman.
Kunis, de 27 años, describió su experiencia en el film como "ballet endrogado". Para el final del entrenamiento, que incluyó tres meses de práctica diaria de danza, ya había bajado unos diez kilos. "De otro modo, ¿cómo hacés para que parezca real?"
El esfuerzo por evitar el ridículo y abochornar a los cultores del ballet consumió a Portman. En la película, realiza una coreografía de Benjamin Millepied (el principal del Ballet de Nueva York y por estos días, además, su prometido y padre de su hijo por nacer), y Natalie, de hecho, baila unas diez secuencias completas, con mucho trabajo de la parte superior del cuerpo. Los giros y el trabajo difícil de punta fueron realizados por Sarah Lane, solista del American Ballet Theater (ver columna).
En la película, Nina atraviesa una metamorfosis sobre el escenario, del puro cisne blanco al violento, furioso cisne negro. Portman también sufrió una especie de transformación. Aún antes de intentar enfrentarse con la coreografía del film, tuvo que preparar el cuerpo, comenzando con más de un año de anticipación con Mary Helen Bowers, una antigua bailarina del City Ballet de Carolina del Norte.
"La idea era, si vas a verte y a moverte como una bailarina profesional, tenés que entrenar como una de ellas, y las bailarinas profesionales bailan entre diez y doce horas por día, seis veces por semana, durante años y años -explicó Bowers-. Por eso, la idea con Natalie fue «tenemos que acercarla lo más posible a esa marca durante tantos meses como podamos antes de la película»."
Bowers combinó la técnica de la danza clásica con ejercicios para hacer que el físico de Portman se pareciera más al de una bailarina, con los músculos fibrosos y delgados, un porte erguido, los hombros hundidos y el necesario cuello alargado.
Adonde fuera que su carrera la llevaba, Portman entrenaba con Bowers al menos cinco horas por día, practicando chaînés en Bridgehampton o rond de jambes en Belfast. A menudo comenzaban a las 5 de la mañana y realizaban ejercicios de barra y entrenamiento mientras Portman filmaba otras películas.
Bowers formaba parte de un equipo de expertos que ayudan a plasmar correctamente la danza en films como éste. Corregía a las actrices durante la filmación y le decía a Aronofsky cuando algún movimiento se veía falso. Las bailarinas, en su mayoría del Ballet de Pensilvania, hacían el papel del cuerpo de baile ficticio y también asesoraban a Portman. Este grado de puntillosidad fue fundamental. "Creo que uno puede perderse en la historia cuando siente que todos los detalles están bien", comentó Portman.
Para Millepied, el desafío comenzó con la creación de una vuelta novedosa a un clásico romántico como El lago de los cisnes. (Los conocedores notarán, en particular, cambios en la variación de los cuatro pequeños cisnes.) Pero también tuvo que adaptar la coreografía para que Natalie estuviese creíble en su papel. Con ambas actrices quiso "usar sus cualidades y evitar sus debilidades", explica. Perfeccionar algo aparentemente simple como los brazos ondulantes de cisne se convirtió en una de las mayores luchas de Portman. La actriz practicó por horas el movimiento y vio todos los videos de YouTube de las reinas cisnes famosas, como Alicia Alonso y Natalia Makarova, para lograr dominarlo. Pero, incluso con toda la preparación, hubo que ajustar la coreografía para las particularidades de su cuerpo. "Tengo brazos cortos", confiesa. Otro desafío fue ponerla en puntas. "Pasamos 30 minutos por día cada día sólo haciendo ejercicios de pies", contó Bowers.
Los extremos físicos del arte del ballet eran lo más importante para Portman y Aronofsky. "El contraste entre lo que ves sobre el escenario y lo que pasa debajo es parte del impacto de la película -explica Portman-. Eso que se supone que se ve fácil, indoloro, despreocupado, liviano y delicado debajo es verdaderamente espantoso."
Bowers recordó, por ejemplo, cuando Aronofsky la consultó sobre si era verosímil una prótesis para simular la caída de una uña del dedo de un pie. "«¿Así te queda el dedo cuando se te cae la uña?», preguntó. Y yo le respondí que en realidad, cuando se te cae la uña, estás feliz porque por lo menos no es una fractura."
A Portman, la experiencia le hizo conocer sacrificios físicos y mentales. "En mi cabeza, era casi religioso. El ritual de irrumpir en las zapatillas de punta y ablandarlas, todo eso, es casi como envolverse con los tefilín en el judaísmo, eso que hacés todos los días, ese ritual", añadió

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