Los padres son más parecidos a Vito Corleone que a Charles Ingalls, y los hijos son de todo, menos ejemplares. Los primeros se avergüenzan de los segundos, y los segundos aman a sus progenitores, de la misma manera que los odian.
Son dos duplas de padres e hijos, pertenecen a dos telenovelas distintas, planteadas en los dos canales líderes, que en algún tiempo –previamente a la salida de ShowMatch llegaron a competir. Sin embargo, entre ellos, hay más encuentros que desencuentros, similitudes que diferencias, puntos en común, que distancias.
Oscar Nevares Sosa de El elegido y Octavio Capogreco de Herederos de una venganza son los poderosos de sus respectivas historias. Hombres de la mafia, villanos sin ley ni orden.
El primero lidera su estudio de abogados y dirige –desde las sombras- una campaña política para convertir a su “pollo” en Presidente de la Nación, y el segundo acaba de perder la Intendencia de Vidisterra luego de muchos años de monopolio.
Fuera de este círculo de fuego que los encuentra siendo los “dueños” de la batuta, sus boletines tienen –según sus propias concepciones- un punto rojo: sus hijos.
Tanto David como Cosme se convierten en mochilas para estos dos “DT de todos y cada uno”, porque no logran seguir sus ejemplos, no tienen pasta para herederos, son considerados mediocres e inútiles, los avergüenzan, y encima sus actos los ponen en constante crítica social.
El primero es un vulgar abogado, que se esfuerza por llamar la atención de su padre y complacer sus alcances, pero no llega ni a aprendiz y encima, por su perversidad, no deja de traerle inconvenientes.
Y el segundo es un incompetente, que actúa un malo y un superior, pero que en su fuero íntimo sabe que lo de su padre es detestable y que no estaría bueno convertirse en un calco, aunque lo intente para ganarse su cariño.
Además, ambos tienen una sexualidad ambivalente, que en esta relación de verticalismo coartado se convierte en una “mancha más al tigre”, pues estos padres no aceptan que sus hijos no sean “los machos” que proyectaron.
Los padres viven cuidando las apariencias y pensando en el poder como el único aderezo aspiracional. Los hijos no saben si quieren ser como ellos o todo lo contrario, y mientras, se muestran de una forma adentro, y de otra afuera.
Son los vínculos del prime time, y aunque en dos historias distintas, Oscar y David y Octavio y Cosme guardan muchos puntos en común.
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