Brad Pitt fue ayer una de las estrellas que más se destacó en el Festival de Toronto, que comenzó el jueves. En su doble rol de actor y productor, presentó Moneyball , de Bennett Miller, una historia centrada en el mundo del béisbol. Muy conforme con el resultado, bromeó con que había hecho un “pacto con el demonio”.
Pitt interpreta a Billy Beane, gerente general de los Atléticos de Oakland que acude a un joven gordito experto en estadísticas (Jonah Hill) con un sistema nuevo y radical para evaluar a los jugadores, y reconstruye así a su equipo después de haber perdido a los principales integrantes.
Esta forma de reclutamiento demostraría que sería posible armar un equipo competitivo en la Liga Nacional de Béisbol a una cuarta parte del costo. “Las películas de deportes -dijo Pitt- tradicionalmente funcionan a un cierto nivel, porque hablan del triunfo y la superación de adversidades. Está en nuestro ADN, es por eso que amamos a nuestros héroes del deporte y a nuestros equipos deportivos”.
Tras aclarar que la película trataba sobre valores humanos, agregó: “Si fuéramos a inventar el automóvil hoy, ¿haríamos uno que utilizara un recurso agotable por el que tuviéramos que ir a la guerra y exportar miles de millones de dólares de nuestro PBI? No, probablemente lo haríamos como una computadora portátil. Estas son el tipo de preguntas que me inspiran”.
“Crecí en un ambiente muy cristiano, saludable, con mucho amor. No intenté nada por mí mismo hasta que fui adulto. Y probé el satanismo. Está funcionando muy bien. Hice un pacto. Por eso la película ha salido tan bien”, cerró.
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