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Inevitables lugares comunes






Con excelentes actuaciones y climas que trascendieron la pantalla para conquistar al público, El Elegido se ganó un lugar muy destacado en la televisión 2011. Sin embargo, circunscripta en el mundo del showbiz, la novela no le escapó a los lugares comunes en materia de recursos narrativos. Para vender y para “enganchar”, El Elegido no se quedó afuera de los viejos y conocidos procedimientos para producir suspenso en el relato.
La aparición de Oscar Nevares Sosa nuevamente en la historia de El Elegido no fue nada repentina. Después de la no clara “muerte”, se sembró el camino de las sospechas y especulaciones: ¿está vivo? ¿Se suicidó? ¿Vuelve? ¿Cuándo vuelve? ¿Por qué vuelve?
El villano no se podía morir y mucho menos ése villano, un personaje constituido como un semidios, un gigante, un todopoderoso que compuso el consagradísimo actor Lito Cruz. Entonces, con mucha expectativa y no tanta sorpresa, el malísimo Oscar Nevares Sosa volvió a la escena.
Por otra parte y menos obvio, Andrés Bilbao, el héroe de El Elegido, tuvo que huir. Mártir y víctima, el abogado se vio en una situación confusa de acusaciones y cargos que lo obligaron a “desaparecer” hasta que, obviamente, justo antes de su libertad lo encontaran. Y ahora el "muerto vivo" es el mismisimo Elegido.
El escenario sin sus pilares fundamentales, sin los representantes del bien y del mal, no parece encontrar una resolución distinta. El desenlace parece cantado, la línea narrativa lleva a ambos protagonistas a un reencuentro ineludible, fatal y evidente. Sino no habría revancha, no habría venganza, no habría un final culminante, no habría “gancho” para el televidente que intuye algo de lo que va a pasar y que espera que eso pase.

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