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Una radiografía para el futuro

Una primera radiografía de la televisión argentina al momento de cumplir seis décadas nos dice que su punto fuerte radica en la creación y en la producción









Buena parte de los contenidos generados en su masa crítica pueden convertirse en material exportable o funcionar en el mercado de consumo interno, que registra en la actualidad más cambios tecnológicos que de contenidos.
No sólo exportamos productos terminados ( Contra las cuerdas , Ciega a citas y Lalola son los ejemplos más recientes), sino también programaciones enteras (elgourmet.com), talento creativo y recursos de producción.
Todo esto se produce en medio de un cambio de imagen que adquiere de a poco los precisos contornos de la alta definición: canales locales (el 7 y El Trece, a la cabeza) y señales extranjeras van sumándose a la ola y agregan valor en términos de calidad visual y de audio a una programación que saca provecho de esa tecnología, sobre todo, en las transmisiones deportivas.
El apagón analógico aún es lejano, pero el tránsito hacia el mundo digital resulta inexorable. Hoy, los tiempos y los plazos están en manos del Gobierno, que asigna a la televisión una importancia máxima en términos estratégicos. Suma horas de producción impulsada con dineros públicos en varios canales, encuentra varias señales aliadas en su objetivo de profundizar un relato en el que los medios independientes suelen aparecer como los malos de la película y gana terreno con el respaldo creciente de actores y otros referentes mediáticos.
El buque insignia de este plan es Canal 7, que consolidó en los últimos tiempos una propuesta que gira fundamentalmente alrededor del Fútbol para todos , fuerte combustible en materia de audiencia (el encendido llegó a triplicarse merced a este aporte) y de propaganda gubernamental desde transmisiones que operan casi en continuado durante los fines de semana. El desperfilamiento de la TV pública, representado en programas de explícito oficialismo como 6,7,8 , encuentra una compensación en la óptima señal Encuentro, cuya propuesta se acerca mucho a lo que se espera de una genuina pantalla pública.

Un lider perdurable

Del otro lado, a imagen y semejanza de lo que ocurría en el cincuentenario, el líder indiscutido de la audiencia no es otro que Marcelo Tinelli, cuyo ShowMatch viró en los últimos años hacia una feria de vanidades ligada a concursos de baile y canto armados desde su casting de figuras para promover el escándalo y romper límites, como el que se vivió pocos días atrás gracias a un desnudo integral. Lo peor es la sumisión voluntaria a ShowMatch practicada por una cadena de satélites que orbitan como parásitos alrededor de la fuente alimentadora, desnaturalizan el sentido de la información del espectáculo y obligan a la pantalla entera a seguir tales estímulos.
De paso, estas frivolidades se convirtieron de a poco en atracciones centrales de los espacios noticiosos, hoy más que nunca con perfiles de show. Aquí conviven la información más dura (ligada a la crónica policial) con las notas de color, tecnológicas, deportivas y faranduleras. La política queda confinada en el cable.
Tiende a crecer, en tanto, el espacio para las ficciones, donde conviven la calidad ( El hombre de tu vida , en menor medida El elegido ), las apuestas seguras y convencionales ( Herederos de una venganza , Los únicos ) y una serie de unitarios flamantes que más allá del bienvenido despliegue de recursos técnicos, creativos y artísticos no aportan en líneas generales demasiada originalidad.
Los reality shows llegaron para quedarse y algunos formatos necesarios (como el modelo del big show representado hoy por Sábado bus ) quieren encontrar un lugar que les asegure el futuro, estrategia buscada al mismo tiempo por figuras resueltas a mantener y reverdecer su vigencia con una mezcla de tradición y renovación, como Mirtha Legrand y Susana Giménez.
Ellas todavía tienen espacio en un mundo televisivo que mezcla generalismo y especialización, que aún conserva el poder de atracción de sus recursos habituales, pero que al mismo tiempo debe acostumbrarse a la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos, en el que será imprescindible conservar el equilibrio en medio del vaivén. Todo será posible: ver la tele en el minúsculo celular o en una pantalla de 52 pulgadas, home theater y HD. Conservar el hábito del zapping o grabar el programa elegido para verlo sin restricciones o límites. Mirar la tele desde una pantalla convencional o desde la netbook. La televisión argentina no escapa a ese juego oscilante. Mientras finge renovarse sin ocultar los viejos hábitos, no podrá ignorar un proceso de cambio inevitable.



La nacion

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