A 20 años de su muerte El líder de Queen murió a los 45 años, pero su figura y sus canciones continúan vivas. Un repaso de su vida y su obra. Las impresiones de un periodista argentino que lo entrevisto.
Alcanza con vislumbrar apenas una silueta para identificarlo. La de Freddie Mercury es de esas imágenes que no tienen igual: con capa y corona de piedras precisosas en pose de “reina”, con el puño en alto y los pies separados, con esa musculosa blanca y su bigote de otra época. Lo mismo pasa con su increíble voz, de un registro casi lírico inabarcable e inalcanzable, no sólo para otros cantantes de rock sino para los de otros géneros también. A 20 años de su muerte, la estampa y la voz de Mercury siguen siendo únicas. En sus 45 años de vida vivió con la intensidad de varias existencias y dejó su identidad marcada a fuego en el show bussiness.
C uriosamente, quien hizo famoso el mote de Reina ( queen ) no había nacido en Gran Bretaña sino en la isla de Zanzíbar, en pleno Océano Indico (antiguo portectorado británico, hoy parte de Tanzania), el 5 de septiembre de 1946. Esa geografía exótica, a medio camino entre Africa y la India, le marcó el carácter desde muy niño, cuando aún se llamaba Farrokh Bulsara. De ascendencia persa, Mercury fue de esas personas que se inventan a sí mismas. Fue él quien impuso el nombre del grupo (Queen) que formó junto a Brian May, John Deacon y Roger Taylor y fue él quien forjó la impronta visual que marcó una época del rock. Su carisma lo desplegaba por igual frente a miles de personas en los estadios y en la intimidad junto a sus amigos, quienes lo recuerdan como a alguien incansable para la diversión, y muy generoso.
A los 8 años, sus padres lo enviaron a estudiar a la India, de donde eran originarios. En Bombay vivió con su abuela y su tía, y aprendió a tocar el piano y la guitarra. Su familia practicaba la religión zoroástrica y él nunca renegó de sus orígenes. Sus rasgos asiáticos le daban el toque naturalmente exótico que toda estrella de rock puede pretender. Antes de cumplir los 20 años se mudó a Londres y allí su vida cambió radicalmente: además de estudiar diseño gráfico, vender ropa y tocar en algunas bandas, decidió cambiar su nombre.
Nacía Freddie Mercury, nacía Queen, nacía la leyenda.
Por entonces también apareció una de las personas más importantes de su vida: Mary Austin. Esta mujer, de familia humilde, fue su esposa durante seis años, y cuando Freddie descubrió y asumió plenamente su homosexualidad, la relación se transformó, pero mantuvo el cariño y el respeto por el resto de sus vidas. Tanto que él fue padrino, años después, de uno de los hijos de Mary con su nueva pareja. Freddie declaró que Austin era su mejor amiga y una de las pocas personas que estuvieron a su lado en sus últimos momentos. Ella fue la primera en enterarse de que Freddie padecía VIH y en su testamento, el músico le dejó la mitad de su fortuna, incluso Garden Lodge, la lujosa mansión que Mercury tenía en el exclusivo barrio londinense de Kensington, repleta de muebles antiguos, pinturas originales y rodeada de un jardín japonés.
El resto fue legado para su compañero de muchos años, Jim Hut-ton, sus padres, su hermana, su ayudante personal, su cocinero y su chofer y guardaespaldas. A mediados de los ‘80 encontró el amor en su nueva pareja, el peluquero Hut- ton, con quien vivió hasta su muerte, pero en el apogeo y gloria de su reinado como rey del rock. Freddie transitó muchos de los excesos que, años después, colaborarían en su fatal desenlace. Los más allegados al músico decían que hubo épocas, principalmente durante las giras, en las que Freddie no pasaba dos noches seguidas con el mismo amante, frecuentando clubes y fiestas gays donde la promiscuidad era lo más común. Sin embargo, él declaraba que toda la extravagancia y extroversión que mostraba en el escenario, menguaban cuando se encontraba en la intimidad. Por eso, declaró públicamente en una carta que padecía sida, recién un día antes de morir. Así, terminó con todas las especulaciones sobre su salud que habían rondado por meses. Unos años antes, Mercury vio avecinarse la tragedia cuando dos amigos suyos, ex amantes, murieron de sida. Entonces, la enfermedad era mala palabra, no sólo por sus consecuencias fatales sino por la estigmatización social que implicaba.
Rapsodia Bohemia
Somebody to Love , Don’t Stop Me Now , Crazy Little Thing Called Love , We Will Rock You y We Are the Champions son algunas de las decenas de canciones que fueron éxito en el mundo. Mercury, junto a Queen, vendió unos 300 millones de álbumes en todo el planeta. La mayor parte de esos temas ya son parte de la historia grande del rock.
M ercury consiguió lo que pocos logran: trascender el espacio del rock y volverse universal. Y eso lo llevó a ser elegido, por ejemplo, para grabar (antes de su muerte) el himno de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 junto a Montserrat Caballé. Después de su muerte, Mercury fue votado en varias encuestas como uno de los mejores cantantes populares de la historia. En 2006, la revista Time Asia lo nombró como uno de los asiáticos más influyentes de los últimos 60 años. En 2010, una encuesta del diario británico The Sun lo ubicó como el Máximo dios del rock, lo que indica, como en su himno de despedida ( Show Must Go On ) que realmente Mercury nunca se fue (Paul Rodgers lo reemplazó como pudo años atrás, pero no era el mismo Queen).
La madrugada del 24 de noviembre de 1991, después de haber sufrido tremendos dolores, casi sin poder ver ni moverse solo, Freddie murió en su casa, en su habitación pintada de amarillo y rodeado de sus afectos más cercanos.
Clarin
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