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A solas con Julieta Ortega: "La llegada de mi hijo fue muy sanadora"

A solas con Julieta Ortega: "La llegada de mi hijo fue muy sanadora"



Criada entre artistas, Julieta Ortega (38) ya lleva más de veinte años como actriz. A los 13 se fue a vivir a Estados Unidos para estudiar teatro en la célebre escuela de Lee Strasberg. Volvió a los 24 y desde entonces participó en decenas de series y películas. Recién separada del empresario Simón de Iriondo, se refugia en el amor de su hijo Benito (5) y confiesa: “Al final del día, el que me abraza es él. Tengo a alguien que amo incondicionalmente. Su llegada fue muy sanadora”. Esta semana estrena la película Verano maldito, donde por primera vez es dirigida por su hermano Luis.

–¿Cómo fue la experiencia de trabajar  bajo las órdenes de tu hermano?

–Todo comenzó años atrás. Luis me pidió que leyera el guión. Cuando conoció la historia me contó que todo el tiempo me veía a mí como protagonista. Lo único que lamentó en ese momento fue que yo todavía no era madre, porque el personaje de Verano maldito tiene tres hijos. Desde ese momento hasta que la pudimos filmar pasaron muchos años y yo tuve a Benito. Los que trabajamos en la película lo hicimos por amor a Luis y al cine; toda mi familia aportó algo para que se pudiera hacer.

–¿Sentís una presión distinta cuando trabajás con alguien de tu familia?

–Sí, en estos casos siento que mi trabajo tiene que estar más que bien. Lucho contra el prejuicio ajeno de que me eligen porque soy su hermana. Luis podría haber buscado a cualquier otra actriz, pero al convocarme sentí que no podía fallarle.

–¿Cómo te llevás con tus hermanos?

–Tanto Sebastián como Emanuel viven fuera de Capital, entonces no nos vemos tanto. En cambio, con Rosario, Luis y Martín, que viven cerca, compartimos lo cotidiano. Con Rosario tenemos una relación muy cercana y fluida, hablamos mucho. Ella nació cuando yo tenía 15 años. Al principio, esa diferencia de edad hizo que yo la viera como a mi hija. Cuando tuve a Benito, la primera persona que vino a verme fue Luis. Todos mis hermanos tienen un vínculo muy especial con su sobrino, lo visitan aunque yo no esté.

–¿Cómo es tu relación con Benito?

–Intensa, muy profunda e incondicional. Es único hijo, así que toda mi atención y amor están puestos en él. No soy buena para ponerle límites, es muy inteligente, gracioso y bravísimo. Lo miro y lo escucho hablar o tocar un instrumento y pienso: “¿Cómo salió tan canchero?”
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–¿Creés que va a ser artista?

–No sé. Tiene etapas. Cuando tenía 3 años no miraba dibujitos, sino conciertos enteros de AC/DC desde las nueve de la mañana, y a mí me retumbaba la cabeza. Ahora mágicamente cambió y está dibujando. Sospecho que puede llegar a ser ingeniero de sonido. Le fascina jugar a armar shows. Benito pasó mucho tiempo en el estudio de grabación que mi papá tiene en el campo.

–¿Te gustaría tener más hijos?

–Me hubiera gustado tener uno más. Pero así también está bien. Siempre creí que iba a tener tres. Para mí, la familia grande tiene mucho valor.

–Parecés una mujer muy reflexiva. ¿Qué anhelás para tu futuro?

–Al final del camino va a haber pocas relaciones e historias que tengan peso. Lo que más me importa es cultivar el vínculo con mi hijo, mis hermanos y, si Dios quiere, con una pareja.

–¿Volverías a vivir tanto tiempo en el exterior?

–No. Sólo por un tiempo. Viajar a Nueva York sigue pareciéndome excitante, pero ya no es un lugar que elegiría para quedarme. Además, no podría por mi hijo. Benito tiene una relación muy cercana con su papá. Iván se muere si me lo llevo a vivir afuera.

–¿Cómo te ves a vos misma?

–En algunos terrenos me siento muy segura. Puedo defenderme porque viví mucho tiempo sola en el extranjero. En otros aspectos soy extremadamente vulnerable. La aprobación del otro es importante para mí. Por suerte, el paso de los años y la llegada de mi hijo fueron acomodando las prioridades.
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