El regreso a los ‘80. Nancy Dupláa, Luciano Cáceres y Daniel Hendler se convirtieron en adolescentes y vivieron su fiesta de egresados en la tira de Sebastián Ortega que emitirá Telefe
Quién dijo que el tiempo no vuelve atrás? Cualquier persona con sentido común, claro. Pero la ficción puede lo que la realidad impide, y allí están los actores de Los graduados -la comedia romántica creada por Sebastián Ortega, que emitirá Telefe- para demostrarlo. En un enorme salón del colegio Goethe, en San Isidro, se han borrado todos los rastros de esta calurosa tarde de enero de 2012. Allí es de noche, corre 1989, y hay una fiesta de egresados. Entre los alumnos que terminaron quinto año, y lo celebran bailando, están Loli (Nancy Dupláa), Pablo (Luciano Cáceres), Andy (Daniel Hendler), Vero (Julieta Ortega), Tuca (Mex Urtizberea), Willy (Juan Gil Navarro), Patricia (Isabel Macedo) y Vicky (Paola Barrientos).
Diego Jaraz (director creativo del musical Casi normales ) ha pasado un largo rato marcándoles a actores y extras los pasos de una serie de coreografías ochentosas. Aunque aún no se sabe con qué tema se musicalizarán estas escenas, que integrarán el primer capítulo deLos graduados , aquí suena La muralla , de Los Enanitos Verdes, como para avivar la nostalgia en los actores que deben aparentar 17 años cuando, en la realidad, quien más quien menos, todos están más cerca de los 40 que de los 20.
Vaya uno a saber si es por efecto del maquillaje o por el vestuario propio de finales de los ‘80 o por aquellos raros peinados viejos o por la actitud con la que ella encara a Loli, pero lo cierto es que a Nancy Dupláa se la ve más parecida a la muchachita que fue en Montaña rusa que a la mujer que es hoy. En el secundario, Loli noviaba con Pablo (Luciano Cáceres) y era el objeto de deseo de Andy (Daniel Hendler). “A esa edad yo era mucho más tímida que Loli -confiesa Nancy-. Estaba siempre con el mismo grupo y me daba miedo terminar el secundario y salir a la vida adulta. Recién en el viaje a Bariloche sentí que podía manejar mi independencia”.
Cuando la trama de la historia escrita por Ernesto Korovsky, junto a Silvina Fredjkes y Alejandro Quesada, se enfoque en la actualidad, a Loli se la verá casada con Pablo y madre de un adolescente, Martín (Gastón Sofritti). Vueltas del guión, el matrimonio buscará un paseador de perros y contratará a Andy.
Musculosa, jeans ajustados, rulos larguísimos y la réplica del tatuaje de Bon Jovi en un brazo, cuesta creer que Luciano Cáceres sea el mismo que en 2011 interpretó a David en El elegido . Está irreconocible, Y eso es bueno, porque ahora tiene que convencer al público de que es Pablo Catáneo, y de que nunca antes fue ningún otro personaje. En la secundaria, Pablo era “el líder de los chetos”, lindo, canchero. Cuando Loli quedó embarazada, no tuvo más remedio que casarse con ella. De todos modos, Pablo supo sacarle jugo a esa boda: la usó para escalar posiciones en la empresa de su suegro, que no siente ninguna simpatía por él.
Luciano Cáceres está particularmente entusiasmado con su nuevo personaje. “Después de El elegido me llegaron muchas propuestas para hacer papeles de malvado, pero decidí arriesgar por la comedia”, cuenta. El retroceso en el tiempo que le exige Los graduados le trae recuerdos de sus 12 años, la edad que tenía en 1989, y él los usa para componer a Pablo. “Yo tenía la misma altura que ahora y era un poco más flaco -grafica-. Recuerdo que no podía dominar mis extremidades; caminaba tambaleándome. En el ‘89, fui abanderado, y los dos escoltas me llegaban al hombro”.
Estos estudiantes más o menos típicos que integran Los graduados nada tienen que ver con la experiencia escolar de Luciano. “A los 9 años empecé a estudiar teatro, y a los 11, ya hacía funciones -explica-. Para mis compañeros del colegio, era un freak”. Según cuenta, no tenía más de un amigo en la escuela, pero tampoco se esforzaba por conseguir más amistades. “No sufría por no tener amigos -confiesa-. En clase, prestaba mucha atención, porque quería aprender y no tener que estudiar fuera de la escuela. En el recreo, tampoco me molestaba estar solo, porque, por necesidad, trabajaba en el kiosco de la escuela”.
En el secundario, Luciano trabajaba como acomodador en Andamio, y sabía que su futuro era el teatro. “Para mí, el colegio era un trámite -relata-. Fui muy buen alumno, justamente porque quería sacármelo de encima. Me llevé una sola materia: mecanografía”, exhibe, con orgullo.
Daniel Hendler interpreta a Andy, quien nunca ha dejado de verse con sus dos mejores amigos del secundario: Tuca (Mex Urtizberea) y Vero (Julieta Ortega). Al egresar, los tres juraron cumplir una serie de preceptos para no terminar adaptándose al sistema. De lo que se trata, básicamente, es de no asumir ningún tipo de responsabilidades. Así es que en la actualidad, Andy se dedica a pasear perros. Es un personaje con todos los condimentos para hacer reír: Hendler lo sabe, pero no quiere recordarlo. “En el momento de grabar, trato de olvidarme del humor y me concentro en la verdad del personaje. Por suerte, el director (Miguel Colom) no me mete la presión de que tengo que hacerme el gracioso”. Hay un aspecto de Andy que fascina a Hendler: “El vive con sus padres y no se avergüenza de eso. Lo lleva con convicción, orgullo y dignidad”, señala, en el set, ambientado con esferas doradas, cortinas plateadas, globos celeste y rosa.
Unos metros más allá, detrás del monitor, Sebastián Ortega sigue las escenas junto al director de la segunda unidad, Javier Pérez, y el productor general de Los graduados , Pablo Culell. Durante los dos primeros meses de grabación, Ortega pasa la jornada completa en las grabaciones, y luego, explica, reparte el tiempo entre el set y la isla de edición. Puesto a evocar su propia adolescencia, la recuerda como una etapa de “deslumbramiento por salir al mundo, de vértigo, de ilusión por el futuro, de me gusta la pachanga ”. “Yo pasaba mucho tiempo pensando cómo quería que fuera mi vida adulta. Y, por suerte, hoy día hago todo lo que soñé”. Y no hace nada de lo que a los 17 se juró evitar. “Entonces me propuse que iba a buscar un trabajo en el que no tuviera que ponerme un traje ni dejar de usar zapatillas ni taparme mis tatuajes”, comenta Sebastián Ortega. Y está a la vista que hasta el momento viene cumpliendo a rajatabla su propósito.
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