El actor exalta figura del perdedor en 'El juego de la fortuna', con la que aspira ganar el Óscar.
Hace algunos años, Brad Pitt estaba frente al TV viendo una transmisión de los Juegos Olímpicos cuando presenció una imagen épica: la de una gimnasta rusa que resbaló, cayó al suelo, pero se levantó con una voluntad inquebrantable y siguió compitiendo. "Para todo el mundo fue un triste tropiezo en su carrera, pero a mí me pareció un momento inspirador -recuerda-. Al otro día traté de encontrar alguna mención de su hazaña en los periódicos, pero ni la reseñaron".
La anécdota viene a cuento porque resume el espíritu de El juego de la fortuna (Moneyball), un drama ambientado en el mundo del béisbol que compite por el Óscar a mejor película, y que tiene a Pitt como un firme candidato a la estatuilla como mejor actor.
El filme, en cartelera desde este viernes, se centra en Billy Beane, un exjugador y gerente del equipo de béisbol estadounidense Oaklands Athletics, que no desfallece en su objetivo de cambiar las reglas del sistema de contratación de jugadores. Beane propone un método estadístico, enfrentando abiertamente a los 'ojeadores' tradicionales, que fichan a los jugadores por intuición.
"No es una película acerca del béisbol; habla de dos personas que quieren cuestionar lo establecido en el funcionamiento interno de un deporte y crear algo nuevo", explicó el actor, en Cancún (México), durante una charla sobre el filme, a la que asistió EL TIEMPO.
En la cinta, dirigida por Bennett Miller (Capote, 2005), el actor no llega a tocar un bate. Es un gerente que tiene que mover otras fichas: vender jugadores, echarlos tras una mala campaña y, por otro lado, comprar a buen precio a los que nadie quiere, para probar que en el juego no solo importan las estrellas de millones de dólares, sino los que pueden explotar sus habilidades para el equipo.
"En el fondo, la historia lo que cuenta es la manera en la que valoramos a las personas y lo que significa ser un ganador o un perdedor en este mundo de exigencias, en el que tienes que brillar rápido", resume Pitt.
Cansado de ser galán
Para él, El juego de la fortuna representó uno de sus retos más interesantes y lo alejó un paso más del estereotipo de galán con el que se dio a conocer en Hollywood. Sin duda, el de Beane es un papel tan arriesgado y complejo como el de su anterior proyecto, El árbol de la vida (que produjo y protagonizó, y está en la contienda de los Óscar, en la categoría de mejor película), en el que interpretó a un padre duro, pero amoroso a su manera.
"Los filmes pequeños son mis favoritos -asegura-. Me gustan las historias que envuelven un gran compromiso y El juego de la fortuna tiene eso. Lo más bello es que retrata a un personaje que quiere darles una oportunidad a las personas que el resto del mundo ha desechado".
La decisión de moverse entre el drama -con pequeños visos de autoayuda- que revela El juego de la fortuna y participar del extenso viaje metafísico de la cinta de Terrence Malick no lo asusta ni le parece arriesgado. "Creo que soy un tipo inteligente al trabajar con directores más inteligentes aún", puntualiza el actor, al que -confiesa- no lo trasnocha la idea de dirigir. "Con lo perfeccionista que soy, volvería loco a todo el mundo y nunca vería a mi familia", ironiza.
Pitt prefiere seguir en la ruta de personajes que le revelen rasgos desconocidos, más allá de un buen registro frente a las cámaras o de millones de dólares en sus bolsillos.
Otra vez, de moda
Brad Pitt fue el actor que más público atrajo a las salas de cine en el 2011, gracias a 'Happy Feet 2', 'El árbol de la vida' y 'El juego de la fortuna', según una encuesta de la Asociación de Exhibidores de EE. UU. Además, está nominado como mejor actor por 'El juego de la fortuna' ('Moneyball') y 'El árbol de la vida', que protagonizó y produjo y que opta por el Óscar a mejor película.
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