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Steven Spielberg: "No me interesan los superhéroes"

Entrevista exclusiva A solas con el director de “Caballo de guerra” El realizador habla del filme candidato al Oscar y recuerda anécdotas de sus películas y de la vida privada. Retrato de un hombre increíblemente sencillo.











Steven Spielberg (65) saborea los dulces en la suite del hotel donde recibe en exclusiva a Clarín como un chico. El mismo lo dirá luego. Uno de los realizadores más talentosos de toda la historia del cine tiene su barba canosa, pero aunque siente como un niño, responde maduro. Viste de un oscuro que contrasta con la albura de su sonrisa.
¿Sabés algo de la Argentina? No, nada. Quizás podrías contarme algo... Nunca estuve allí. Ya iré.
¿Cómo surgió la idea de hacer “Caballo de guerra”? ¿Se te ocurrió a vos o te acercaron el proyecto? Mi productora de hace muchísimo tiempo, Kathleen Kennedy, vio la obra teatral en Londres, basada en un libro escrito en 1982 por Michael Morpurgo. Entonces leí el libro y me encantó. A mi mujer la emocionó mucho la obra. Es una historia magnífica, muy emotiva sobre la relación entre ese muchacho y ese caballo en medio de la Primera Guerra Mundial. Realmente quise no sólo producirla, sino dirigirla. La obra había estado en cartel por dos años y medio e, increíblemente, nadie había mostrado interés en sus derechos. Vi la obra en enero de 2010 y ya la estaba filmando por agosto de 2010. Fue realmente muy rápido.
¿Andás a caballo? No. Me caí de un caballo cuando era más joven. Luego me torcí la espalda por una manera de montar incorrecta. Quedé mal de la espalda. Estábamos filmando El color púrpura . Yo no sé andar a caballo, pero he vivido con caballos por 8 años. Mi hija que hoy tiene 14, anda muy bien a caballo. Mi mujer, también. Teníamos 10 caballos en nuestros establos.
¿Acá, en Nueva York? Sí, acá. Entonces el desafío fue hacer una película que incluyera lo que transmite un caballo, el espíritu de un caballo.
En “Tiburón” contabas con un animal mecánico. ¿Hoy, en la era digital, los caballos de esta película son siempre reales? ¿Apelaste a alguna ayuda digital? Hay tres partecitas, cada una de unos 3 segundos solamente. Son digitales porque no quería correr el riesgo de lastimar algún caballo. Hubo tres momentos en el filme en que tuvimos que reemplazar a los caballos reales por digitales. Nueve segundos de la película (insiste).
Es la primera vez que editaste un filme con actores digitalmente.
Sí, no lo había hecho antes, porque montar un filme es un proceso metódico que abarca tijeras, una empalmadora, a veces cola de pegar. Crea la atmósfera que hace que la sala de edición se vea como una sala de edición. Y me da la posibilidad de pensar. Mientras mis editores hacen cortes, yo puedo salir a caminar y volver 20 minutos después. Y esos 20 minutos en mi día me permiten pensar en la película. Qué cambios hacer, qué tomas convienen, qué nuevas tomas puedo encontrar. Ese es mi ritmo en mi sala de edición. Es de contemplación, introspección. Y la contemplación, la introspección necesita tiempo. No se pueden hacer cuando trabajás digitalmente. En un trabajo digital hay que tomar muchas decisiones instantáneas.
Entonces ¿por qué el cambio? Porque en Tintín es todo animación digital. La primera vez que nos sentamos con Michael Kahn, mi editor desde 1976, a editar digitalmente, fue para Tintín . Y me sugirió que también hiciésemos Caballo de guerra en forma digital. Por cierto, los equipos son anticuados, obsoletos, y los seguimos utilizando. Y habríamos tenido que trasladar todo eso de los EE.UU. al Reino Unido.
Estabas trabajando en “Rain Man”, y te bajaste del proyecto...
Sí. Y se lo pasé a Barry Levinson, y yo hice Indiana Jones y la última Cruzada . Había estado trabajando con Rain Man por casi un año.
¿Qué te interesó? Que contaba una gran historia. Los miedos que generan los desafíos que a veces deben enfrentar los jóvenes. Un personaje con autismo como Raymond Babbitt y los desafíos que enfrenta y cómo los supera haciendo su propio camino. Fue realmente una buena historia. Y lamenté mucho no haberla dirigido.
¿Hay alguna historia, libro o idea que quisiste realizar y que no pudiste? ¿O nunca te pasó? ¿Algún sueño…? Quizás uno de los musicales tradicionales de Broadway. Veo muchos, pero todavía no encontré uno para llevar al cine. Una historia de amor del siglo XX. Amor puro y romántico (risas).
¿Tenés tiempo para ver películas? ¿Vas al cine? Sí, vamos al cine, sobre todo los meses de verano en Nueva York. Y también veo en mi home theatre.
¿Tu casa está en Los Angeles? Así es. Y tengo un segundo hogar aquí, en la costa Este.
Cuando eras chico leías muchos cómics. ¿Por qué nunca hiciste una película sobre un superhéroe? Yo leía cómics, pero de los cómicos, como Archie. No de Superman, El Hombre Araña, y demás. Nunca me interesaron. Me ofrecieron El Hombre Araña y no lo acepté. Igual, la segunda del Hombre Araña me pareció mejor que la primera. Lo que hizo (Christopher) Nolan con Batman fue algo genial. Pero no son películas para mí.
¿A qué personaje sentiste más cerca, a Elliott de “ET” o a Schindler? Ambos personajes. Schindler es quien espero ser. Y Elliot es quien creo que soy (risas).
¿Tuviste una buena infancia? No tuve una mala infancia. Yo era uno de los pocos judíos en mi escuela. No fue tan malo en Phoenix, Arizona. Y luego en California. Mi padre era adicto al trabajo, por eso pasé poco con él. Nada pasaba en Phoenix. Y gané una distinción -tenía unos 12 o 13 años- e hice una película de 3 minutos, con una cámara que me había dado mi padre. Se la mostré a mis compañeros boy scouts y empezaron a gritar, se entusiasmaron, les gustó. Y de pronto, vi el futuro ante mí (risas).
¿Quiénes fueron tus padres en el cine? No fue uno solo, sino, básicamente, los grandes de los años ‘30. Tantos... Entre Hitchcock y Capra, entre Lubitsch y Ford, Walsh...
¿Y vivos? No. Yo hablo de los que ya murieron... Y también Victor Fleming y Michael Curtiz. Tenían obras variadas, eran muy eclécticos. Si miramos hacia atrás, podemos decir que somos los beneficiarios de “los maravillosos errores anteriores”, y me encantaría que todos los cineastas, hoy volviesen atrás, a esas películas, para revalorizarlas.
¿Por qué sos cineasta? Porque toda mi vida he contado historias. Un día mi padre me dijo: dejá de escribir sobre cosas que son reales. ¿Por qué no escribir sobre algo que no es real, para que no lastime a nadie? Entonces empecé a inventar cosas no reales. Empecé a escribir sobre cosas que surgían de mi cabeza, de mi imaginación, que no podían herir a nadie. Me gusta contar historias de un modo que me convenza, que me llene de satisfacción.
Indiana Jones dice que no importan los años, sino el kilometraje... ¿Tenés cuerda para rato? Muchísima (risas). La misma que tenía a los 26 años, cuando hice Tiburón . Me siento de 26, aunque mi hija tiene 13 (risas), como en 1994 cuando entré en Universal Studios.
¿Te gustan los videojuegos? Hice varios.
Medalla de Honor es uno. Me encantan los videojuegos. Mi hijo Max, que tiene 26 años, está trabajando en el más grande (de la serie) Medalla de Honor ... Y mi hija Jessica es actriz, está en Grey’s Anatomy . ¿La dan en la Argentina? Sí. Steven, muchas de tus películas y series de TV tienen un fuerte enfoque en la Segunda Guerra Mundial. ¿Por qué qué la guerra está presente en tantas de tus obras? Mi padre, que hoy tiene 94 años, tiene mucha experiencia en esto. Yo crecí con historias de la Guerra, historias que me contaba mi padre. Su base aérea estaba en Karachi e hizo incursiones aéreas de combate sobre Burma. También se ocupaba de las comunicaciones radiales entre aviones y tierra. Por eso crecí escuchando estas historias grandiosas, o mejor dicho, horrorosas, sobre la Guerra. De chico, me encantaban las películas de guerra, veía todas las de John Wayne. Siempre tuve un enorme interés en la historia, en las causas y características de la Segunda Guerra Mundial. Al igual que mi padre.
¿Te gustan los deportes? No soy un tipo deportista. Hago tenis.
Lo practicás como si fuera un hobby.
No, es mi deporte. Mi hobby son las películas.
Spielberg está casado con la actriz Kate Capshaw, que ha dejado de trabajar. “Estamos muy contentos con nuestra vida, criando a nuestros hijos. Su trabajo es quizás más grande que el mío: criar a 7 hijos. Está muy contenta con su vida actual. Si en algún momento quiere volver a la actuación, no le va a resultar difícil convencerme para trabajar juntos (risas)”.
El hombre es muy estricto con dos cosas: su horario de trabajo, y... el café. “Sí. Llego al trabajo 8.45, 9 de la mañana, y siempre quiero ya estar en casa no después de las 18.45. Eso no lo negocio. Y siempre ceno en casa. Ahora tenemos a dos de los chicos en casa. O sea, casi un nido vacío (risas)... Y también están los nietos, que ayudaremos a criar. Si tus hijos tienen hijos, nunca vas a experimentar un nido vacío.” ¿Y el café? “Así es. No me gusta. Cuando era chico, mi padre tomaba café sin leche ni azúcar. Y me daba náuseas con sólo olerlo. Por eso sólo tomo té.
¿Cómo te llevás con las redes sociales? No tengo Skype, ni Facebook, ni Twitter... Lo único que uso es mensajes de texto.
¿Por? Porque ya soy una figura pública. No necesito publicitarme (risas).

Clarin
 

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