Hot!

Vanesa González: "No me achico ante nada"

La heroína de “Lobo”. Protagonista de la tira de El Trece, junto a Gonzalo Heredia, la actriz cuenta que se inició en la actuación gracias a una mentira, que ama su trabajo y que ahora, su corazón está vacante.


                                       






El arte de mentir y sus encantos. Supo tempranamente que su vocación estaría vinculada a eso y, de hecho, se inició en la actuación, mintiendo: a los 15 años. Le juró a Lito Cruz que era mayor de edad y con aquel dulce engaño logró convertirse en discípula de sus cursos. En aquel “nido” aprendió a mentir aún mejor. Tanto que interpretó a Ana Frank en teatro, y el público lo creyó. Hoy, a los 25, esa mujercita que llora con los poemas de Alejandra Pizarnik y se resiste a Facebook y Twitter, ya es experta en fingir. Escenario abajo, Vanesa González, heroína de Lobo (El Trece), funciona a la inversa. Hace apología de la transparencia: “Yo quiero a la tele, pero lo que amo de verdad es el teatro. Entro, y es como cuando elegís la casa en la que querés vivir”.
Lo dice su poeta preferida: “No quiero ir más que hasta el fondo”. Hasta ahí quiere ir ella también. Aparenta frágil, aparenta niña, aparenta dócil. Aparenta, nomás. Porque cuando habla es sanguínea, fuerte, adulta. Llegó a un protagónico de televisión por primera vez después de una decena de ficciones y una prehistoria en Banfield, su barrio. Pudo haber sido un cuerpo de tapa en Playboy o una chica ShowMatch , pero a ambas invitaciones dijo “definitivamente, no”. Ella quería usar el cuerpo de otra forma. “Cada uno hace una elección de cómo vivir, y yo quería ser lo que soy ahora”, avisa.
Lleva una bata entreabierta que deja ver un corpiño y la piel de porcelana. Esa piel acaba de acariciar Gonzalo Heredia, en una bañera desbordante de burbujas y de ternura de ficción, en la grabación de Lobo . Bella y bestia, la dupla juega con la fantasía del séptimo hijo varón que transmuta con cada luna llena. La historia de Pol-ka conlleva el riesgo del ingrediente fantástico adosado a una telenovela. En la vereda de enfrente, Dulce amor (Telefe) gana por estos días la pulseada. Pero Vanesa ama arriesgar y no se amedrenta: “Es necesario que se cuenten historias de amor desde este otro lugar. Un cuento que sale de la realidad y explota la imaginación es más atractivo para un actor que cualquier otra cosa”.
Ni la intensidad de Luisa Kuliok ni el sufrimiento hondo de Andrea del Boca ni la chispa de Natalia Oreiro. Ella forma parte de otra generación, heroína del HD (high definition, alta definición), que era una recién nacida cuando se emitían teleteatros como La extraña dama . “No es un género que mire, no soy ordenada y constante como espectadora. Si tengo que citar a una protagonista que me quedó en el recuerdo, la elijo a Paola Krum en Montecristo ”, ejemplifica, como si eso formara parte del pasado remoto de la TV. Pura juventud.
Se crió en el sur del Gran Buenos Aires, como hija única. Creció revolcada en el pasto, “rodeada de perros y delirantes juegos” en los que se creía “mamá perro”. La cuestión lúdica era ser otra: animal, elemento de la naturaleza o lo que fuese. La clave era salir de sí. “Me cuentan que miraba películas y me ponía a actuarlas al lado del televisor. Creo que a los cinco años ya era conciente de que era actriz. Nunca lo viví como algo inalcanzable. Sabía que iba a vivir de esto”, narra.
Afuera del camarín de Don Torcuato quedan los escombros de lo que fue Vidisterra (el pueblo de Herederos de una venganza ). Afuera Heredia, el lobo, se pasea como corderito. Afuera el calor voltea y enoja. Adentro, en cambio, ella hace culto de la sonrisa y se ríe ante cualquier nimiedad. “Yo me siento de mi edad, pero tengo mis costados infantiles y adultos. Lo infantil tiene que ver con esto de que me río mucho. Tanto que muchas veces la gente me mira raro. Esa es mi parte de niña. Disfrutro tanto todo...”.
¿Tenés miedo de perder con los años esa capacidad? Obvio.
Tardó apenas siete años en saltar de un programa juvenil ( Media falta ) a un protagónico de telenovela. Mientras, se la vio en productos como Mujeres asesinas , Son de Fierro ,Socias y Caín y Abel . Pero ella se empeña en mostrar que es más que esas figuritas que se conforman con el primer plano y el beso del galán de turno. Asegura que fantasea con estudiar psicología y sociología, que evita las redes sociales, que lee a Marguerite Duras, a Raymond Carver, a Clarice Lispector, que la sensación de actuar es como la de “no estar en tu vida” y que la seguridad con que se planta a cámara no es la misma que va exhibiendo por el mundo. “Tengo mis momentos de inseguridad. Como todos, yo también soy vulnerable”, confiesa.
¿Tenías esa sensación de seguridad y merecimiento del protagónico? Sí, no me achico ante nada, pero sé que es un lugar que hay que cuidar mucho. Que no me puedo relajar. Que esto implica compromiso. Que soy un medio de comunicación. Y de eso, hay que hacerse cargo.
Sos protagonista en horario central y, sin embargo, en tu discurso aparece el teatro como “lugar sagrado”. ¿La televisión es tan sólo tu forma de sobrevivir económicamente? Tiene que ver con eso, pero igual yo disfruto trabajando en la televisión. Lo que pasa es que el teatro me interesa más, me gusta más, es el lugar donde siento que puedo evolucionar realmente. En la tele, también, pero es distinto: dependemos de los tiempos y de los productores. Por empezar, en el teatro uno ve el cuerpo entero del actor. Eso ya dice mucho. En la tele estás fragmentado, y los primeros a los que les contás una historia es a los técnicos. En el teatro sentís una sensación de presencia absoluta.
¿No soñabas ni un poco con la televisión? Le tenía ganas, pero no era un sueño. Es un lugar importante para que te conozcan y que después, te vayan a ver al teatro. Una ventana gigante. Los actores que deciden pelearse con la televisión no se dan cuenta de que deciden pelearse con su trabajo.
Qué ironía arrancar en la actuación con una actuación justamente. ¿Qué dice, a la distancia, Lito Cruz de esa mentira? Cuando nos vemos, se ríe y me dice Empezaste bien, guacha . La época en la que estudiaba con él fue la más linda de mi vida. La primera vez que subí a un escenario fue en Soledad para cuatro , en el teatro La Fábula, dirigida por él. Tenía 15 años. Creo que la comprensión de esta profesión me la dio él. No era sólo un tema de leer a Chéjov, a Shakespeare, a Peter Brook, a Stanislavski. Su escuela era un colador. Nos hacía tomar conciencia de lo que implica el trabajo de actor. Hay mucha confusión con este oficio. Muchos creen que ser actor es ir a fiestas y estar divino. El me enseñó que el nuestro es un trabajo solitario. Que el trabajo verdadero está en leer, pensar, estar solo, observar a la gente.
¿Cómo te llevás con el excesivo ego que hay en el ambiente? Cada uno hace una elección. Hay que saber observar las cosas y decir De esto me alejo o me acerco . La verdad, a mis amigos los cuento con una mano. Son seres increíbles, con los que empecé a estudiar actuación. Con ellos sí que hay una confianza de rebaño. Lo raro, cuando empezó esto de la fama, era ir por la calle y que me reconocieran. Uno no entiende bien por qué, de repente, te paran. Yo tenía miedo a que ese reconocimiento me colocara en un lugar raro respecto de la gente a la que quiero. Porque la gente espera que seas especial. Y sos igual que ellos. Hace un año, empecé a hacer terapia de nuevo. Hay veces que hay que cachetear el carácter.
¿Vos lo “cachetéas” seguido? A veces te estás yendo un poquito a la mierda y decís ¿Qué pasa?A mí, todo me pasa mucho por el cuerpo. Pero no tiene que ver con esto de la televisión, el reconocimiento o el medio. Tiene que ver con esto de crecer.
¿Y cómo sentís que vas creciendo? Estoy conforme con cómo estoy creciendo. Soy feliz y estoy atenta a no distraerme con otras cosas.
¿Estás en pareja? No. Terminé una relación (con Iván Ferrigno, el nieto de Norma Aleandro) y ahora estoy sola. ¿Sabés? Me gusta la soledad. Vivo sola y necesito de la soledad. Claro que sueño con formar una familia algún día. Pero el amor es todo un trabajo y hay que tener la voluntad de estar y amar. Amar es tan difícil...
¿Por qué creés que es tan difícil? Hay que aprender a amar. Porque entre lo que uno cree y el amor, hay un abismo. En las relaciones hay que aprender a entregarse más, a cuidar al otro, a que una relación sea de pureza. A los seres humanos todo eso nos cuesta mucho. Pero no es imposible. Sólo es una cuestión de trabajo.
Respira hondo y lee de su amada Pizarnik sentidas frases como Duele la vida tanto tanto tanto (...) Ella tiene miedo de no saber nombrar lo que no existe (...) La rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos (...) Cúrame del vacío (...) Dulce metamorfosis de una niña de seda .... Vanesa, la niña como de seda, parece tener en claro de dónde viene. Y, lo que es mejor, adónde va.

Clarin
 

0 coment�rios:

Publicar un comentario