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Juan Gil Navarro "No hay un monopolio del sentido común"

El actor sostiene que lo único que buscan el Gobierno y la oposición es denostarse el uno al otro, y prefiere no pararse en ninguna vereda. 




                       "No hay un monopolio del sentido común"








Ya sin huellas de su caída en la nieve, mientras grababa en Bariloche para Graduados, Juan Gil Navarro no deja de hablar sobre su nuevo personaje escénico en Las brujas de Salem, que estrenó esta semana en el Teatro Broadway 2. “Después de integrar el elenco de Rey Lear –confiesa– pensé en hacer algunas obras como Relaciones peligrosas o Amadeus y lo charlé con Lino (Patalano). Estos textos forman parte de mi imaginario, crecí viendo estos espectáculos y soy un melancólico que me gusta mirar hacia atrás.”
—¿Hoy tiene actualidad esta obra de Arthur Miller de 1953?
—Se me vino a la cabeza Galileo Galilei, también 1984. Creo que hoy hacer Las brujas de Salem es un raro privilegio, imagino que mucha gente va a venir y va a creer que está del bando acertado o que es Proctor. Siento que hay dos partes señalando que el “otro” es un demonio y que quiere matarlo, porque el diálogo no tiene sentido. Ni Miller ni yo estamos a favor de este pensamiento. El había militado en el comunismo, no es mi caso, ya que no estoy en ninguno de los dos sectores de la Argentina de hoy. Creo que este Gobierno hizo algunas cosas bien, sería necio negarlo, pero no estoy de acuerdo con el método, sí con las ideas, porque todos queremos que nos vaya bien y tener un país mejor. Tengo padre periodista y madre que trabajó en un estudio jurídico, por lo cual creo que lo esencial que es saber que el “otro” también quiere algo bueno. No hay un monopolio del sentido común y ambos bandos quieren denostar al otro. Esto no es defender a la democracia, veo bien que haya interés por parte de los jóvenes, pero me duele que no se pueda dialogar. El otro no es un enemigo, sino un adversario, como decían Perón y Balbín.
—¿Sigue habiendo brujas?
—En la visión de ellos, sí, el otro es un hereje, y quiere llevar al país a algún tipo de ruina. No veo voluntad de consenso. Puede ser que mi opinión moleste, pero no es mi intención. Mi personaje –Proctor– es sucio y bueno al mismo tiempo, es un ser contradictorio porque es honesto. 
—¿Influyen los recuerdos de los anteriores Proctor: Alfredo Alcón y Arturo Bonín?
—A Arturo me lo crucé y sólo me dijo: “¡Con qué te vas a meter!”. Con Alfredo charlé y me imaginé que me iba a decir: “Inmolate, poné todo lo que tengas de sucio y contradictorio”. Aprendí con él y con Rubén Szuchmacher a buscar ponerme a la altura del texto. En una entrevista, Miller dijo: “La gente cree que mi obra más representada es Muerte de un viajante, pero no siempre se encuentra a un gran actor para ese papel, sino que es Las brujas de Salem donde se habla de la libertad y el miedo de perderla. Por eso pude predecir cuándo habría un golpe de Estado en Latinoamérica, ya que elegían representarla”.
—¿Cuál es la dificultad de encarnar este personaje?
—Tiene un desafío mayor porque los tiempos han cambiado y mucho, como la impaciencia del público. Debemos competir con la longitud de la obra (algo más de dos horas), los celulares o las ganas de la gente de irse a comer. Hoy la relación con la palabra es distinta, antes había una comunión diferente. Si no nos inmolamos, la gente va a hacer foco en otro lugar. Hay una generación que no conoce la pieza y esto es muy alentador. Creo que serán muchos los que escuchen este texto por primera vez. No tengo la voz de Alcón, pero espero haber podido aprender sus enseñanzas cuando compartí el escenario en Rey Lear. Alfredo me dijo que nunca hay que abarcar todo el texto, sino una parte de éste buscando llegar a la cumbre y dice que uno saldrá mejorado de esta experiencia.
—Te convocó Marcelo Cosentino después de dirigir "Fortuna II" con Ricardo Fort. ¿Tuviste prejuicios?
—No sé qué contestar. Mis ganas de hacer esta obra son enormes. Trabajé con varios directores, pero siempre lo que pido es que sean honestos y que no completen el elenco con figuritas de televisión. Hablé mucho con Marcelo sobre el elenco que se iba a convocar. El papel de Abigail fue por audición. Se vieron cien chicas y quedó seleccionada Lali Espósito y las otras fueron elegidas para papeles menores. La televisión hoy es una aplanadora que no permite que un actor germine su otra parte. Y nuestra generación, a diferencia de la de Alcón, necesita hacer televisión para ser convocada por productores comerciales o para el teatro público. El San Martín y el Cervantes también se nutren de actores que trabajan y muy bien en televisión.
—¿No te extraña que en los escenarios estatales se estrenen tan pocos espectáculos?
—Sí, pero forma parte ya no de los gobiernos nacionales o municipales de turno, sino que el acento no está puesto en alcanzar la excelencia ahí, quizá se busque privatizar estos ámbitos. Más que una estrategia perversa, creo que es un descuido a la Argentina. Me pareció muy bien que se trajera 1984 con dirección de Tim Robbins, pero fue muy divertido ver quiénes estaban en la platea el día del estreno, sobre todo porque esencialmente Orwell ataca el abuso del poder. Habla de los Estados y los funcionarios escuchaban los textos como si fueran Sócrates.
—¿Te preocupa actuar en las salas comerciales?
—No. Tengo un compromiso igual para una sala o para otra. Siempre busco que el espectáculo esté a la altura del texto y se relacione con lo que la gente pagó. Vi propuestas de la Royal Shakespeare Company, pagué 170 dólares, fueron tres horas maravillosas y no me arrepentí. No es sólo el dinero, hoy es inevitable pensar en el esfuerzo de salir de tu casa, andar por una ciudad que es peligrosa a determinadas horas. Por eso busco ofrecer lo mejor y no me importa en qué teatro sea.



Fuente:diario Perfil


Publicado por @Carolineediaz

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