El actor promociona Todos tenemos un plan, habla de Hollywood y su norma de belleza, y de Obama. Critica la saga de Batman, elogia a Cronenberg y apoya a Tinelli en San Lorenzo.
Lo dice perfecto una vieja nota al actor del mentón superheroico: antes de ser una estrella (es decir, antes de que El señor de los anillos, el rol que lo obligó a aceptar su hijo Henry, lo hiciera un nombre en el ABC de Hollywood), ya era un hombre. Alguna vez fletero de muebles, vendedor callejero de flores y hasta empleado en una metalurgia, el trotamundos y pluriartista (poeta, músico, fotógrafo) Mortensen, nacido en 1958 en New York y criado, como es sabido, en Argentina, Venezuela y Dinamarca, es hoy un nombre vital en la actuación mundial (y no sólo por su estrecha relación con David Cronenberg, con quien hizo tres films en los últimos años). El hombre en pareja con la actriz española Ariadna Gil es distinto al punto de hacer lo impensable, y eso no tiene que ver con su fanatismo por San Lorenzo, capaz de llevarlo a la cárcel. Contra todo manual de Hollywood, Mortensen filmó en Argentina la ópera prima de Anita Piterbarg (que le acercó el guión al actor en la puerta del club San Lorenzo), que se estrena el próximo jueves y en la que Mortensen actúa junto a Soledad Villamil y Sofía Gala.
—Elegís filmar en Argentina, una ópera prima. No es lo que se espera de una estrella de Hollywood.
—No debería serlo, pero es así. Es muy limitado lo que se espera de una estrella. Yo busco cuentos que me gusten. Hay películas que me pagaron mejor que otras, y eso me ha generado un poco de dinero que me permite una dignidad. Pero cuando se te acaba la guita tenés que salir a buscar lo que puedas. Yo busco cosas nuevas. No tengo nada en contra de hacer una superproducción, si es que vale la pena: me ha pasado de tener que promocionarla, a veces, por maeses y encima sabiendo que es mala. —¿Decir que no en Hollywood tiene un costo?
—Sí, claro que tiene un costo. La gente se olvida rápido. Todavía me ofrecen cosas de allá, pero el perfil de uno dura menos de lo que se cree. Sos moda. Como la ropa, como la música. Si no estás activo, y no hacés entrevistas, desaparecés.
—Pero películas como “Todos tenemos un plan”, o las de Cronenberg, no suelen tener muchas chances en taquilla frente a las películas de superhéroes.—Yo me aburro con esas películas. Cronenberg, de hecho, hace poco entró en una polémica por eso. Lo sacaron de contexto, pero entiendo lo que quiso decir. Y estoy de acuerdo. Totalmente. No dijo que una película basada en un cómic lo aburre, sino que la infantilización del cine lo aburre. Y yo debo decir que por más divertida, creativa y artística que sea la serie de Batman realizada por Christopher Nolan, llega un punto –incluso en la segunda, la del Guasón, que me gusta como está actuada y filmada– en el que las explosiones, los accidentes de autos me aburren. Como un casino, aburre. Ha sido y sigue siendo un gran director Nolan, pero como adulto, me aburro.
—¿Te gustaría filmar con Nolan?—Sí, me gustaría mucho trabajar con Nolan. De hecho, en su momento me ofrecieron el papel que hizo en la saga Liam Neeson. Pero, volviendo a lo otro, es absurdo el tema de la exhibición. Hay que tener suerte. Por ejemplo, yo con El camino, adaptación de Cormac McCarthy, culpo mucho a la distribución de los Weinstein. La película salió sin promoción, metieron el dinero en las películas que tenían chances de ser nominadas al Oscar. Después, al año, te dicen “qué raro que no fue nominada”. Son un negocio las nominaciones al Oscar. Es absurdo, pero tiene mucha importancia económica. Lo vi pasar con Cronenberg, le puede pasar a cualquiera.
—Una vez te enojaste porque manipularon digitalmente tu rostro en el afiche de “Una historia violenta”. ¿Te enojan Hollywood y su idea de la belleza?—¡Lo hicieron en Hollywood pero no lo habían hecho en Europa! Es algo típico de Estados Unidos. Estábamos en Cannes, y veo en el afiche de Una historia violenta a un tipo de veinte años, que parece un pibe. Es un poco raro el tema de la belleza para vender, quitar arrugas, forzar la juventud. “Esa no era la realidad”, les decía a los que me piropeaban. Hay un término medio, no tiene que ser tan así. Finalmente la cambiaron. Es una forma horrible de pensar la belleza.—¿Ya no sos un demócrata activista?
—Soy, pero el Partido Demócrata hoy en Estados Unidos no es muy diferente al Republicano, desgraciadamente. Sabía, por la gente que eligió Obama para su gobierno, especialmente en los vínculos con Wall Street y la industria armamentística, que no iba a cambiar mucho la política respecto de las relaciones internacionales, no iba a ser distinta a la de Bush, Clinton, Reagan. No sólo respecto de la política hacia Israel y los países árabes, también para con Sudamérica y Centroamérica. Uno puede estar en desacuerdo con medidas en países democráticos como Bolivia o Venezuela, como la censura de los medios (me parece un error, tanto como lo fue y sigue siendo en Cuba), ya que creo no lleva a ningún lugar. Pero hay que luchar para ser independiente de la política exterior de Estados Unidos. Eso lo entiendo.
—¿Esa forma de decir las cosas te genera problemas?
—A mí me tildan de traidor. De comunista. Cuando fue la invasión a Irak, me preguntaban y decía lo que pensaba. Comparaban El señor de los anillos con una fábula de Estados Unidos contra el mundo, y yo decía que no. Me decían: “Andate a Francia, vos te criaste en Argentina y tenés familia en Dinamarca”. Como si importara eso. Somos seres humanos. En el fútbol hay gente que se pelea, que te dice cómo putear, y digo no: yo puedo seguir siendo igual de apasionado, pero hacerlo de otra manera.—¿Tinelli presidente de San Lorenzo o no?—Ahora no es vocal, quiere ser vicepresidente y probablemente gane. Me parece bien que esté en ese lugar, que haya elegido eso, ya que toma responsabilidades. Si compra un jugador y le va bien, tenés que cuidarlo y que se quede. Y eso es tomar una responsabilidad por San Lorenzo. No sos libre.
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