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Ben Affleck " a mi manera"

Ganó un Oscar de joven, conoció la fama y luego el fracaso. Reinventó su carrera dirigiéndose a sí mismo, y considera que no desea volver al epicentro del Hollywood.

                     A mi manera





 Confiesa que su mujer, Jennifer Garner, le salvó la vida.
El retorno desde el cenicero de Hollywood tiene su ejemplo máximo en el formateo de John Travolta por parte de Quentin Tarantino. Está también el caso Mickey Rourke, que logró abrirse camino desde el fondo de la bolsa de consorcio de Hollywood. Pero el camino de Ben Affleck –que ganó el Oscar a Mejor Guión por En busca del destino junto a su amigo Matt Damon (hoy viven en la misma calle, así “nuestro hijos desarrollan una relación similar, una de las que me han salvado la vida, que la ha definido”)– lo definió como nadie su mejor amigo: “Se la dieron cuando estaba en el suelo y no frenaban”. 
Pero Affleck volvió del infierno Hollywood con Desapareció una noche, su debut como director en 2007, y se confirmó una voz fuerte, personal, capaz de sacudirse el polvo de estrellas con Atracción peligrosa (2010). Affleck ahora presentó, en Toronto, su nuevo film, Argo, basado en hechos reales –a estrenarse en octubre en Argentina–, y trabajó junto a Terrence Mallick en otra película presentada en el festival canadiense (To The Wonder, que según Affleck es “un film bastante inusual, es como El árbol de la vida pero con menos escenas dramáticas. Es un Mallick peso pesado, para quienes quieren que Mallick se ponga más Mallick de lo que es”. 
—Fuiste el primer nombre que se mencionó a la hora de hacer un film sobre la Liga de la Justicia, teniendo en mente lo que Christopher Nolan hizo con Batman. ¿Por qué rechazaste la propuesta?
—Ya sufrí humillación vestido de látex alguna vez (habla de Daredevil, film donde conoció a su esposa y madre de sus hijas, Jennifer Garner). Alguna vez estuve preso, por voluntad e inercia, de los tanques de Hollywood. Estuve en la mira de los paparazzis. Y no me interesa estar ahí otra vez. Me pone contento que esté pasando ese tipo de cosas con las películas de superhéroes, me parece interesante, pero no me parece el tipo de historia que quiero contar. Necesito cosas que tengan que ver con algo real, con un sentido de realidad. Tengo una certeza muy grande sobre adónde creo estar yendo. El negocio de Hollywood puede ser tremendo, y alguna vez creí que lo más importante dentro del mismo era poder mantener las ideas frescas, la cabeza clara. Pero hoy sólo me interesa cómo criar a mis hijas dentro de este ambiente. 
—¿Tiene ver con cierta imagen que querés mantener?
—No es tan así. Tiene que ver con conocer determinadas limitaciones propias y las ganas de embarcarse en algo gigante. Nada más. Podría decirse sobre la distancia entre mi cine y los tanques de superhéroes, pero no creo que eso defina a nadie más que a mí, no a Hollywood.
—Es cierto que tus películas, incluso “Argo”, que trata sobre el plan ridículo –que te da lugar a la comedia– para sacar a rehenes americanos de Irán, siempre muestran una realidad, se anclan en un universo reconocible. ¿Buscás eso?
—Claro, pero tampoco puedo decir que sea un cineasta socialista. Puedo no hacer la Liga de la Justicia, pero tampoco podría filmar como Mallick. Me interesa otro nervio del cine, y no creo que haya que poner una ideología detrás de las películas que uno hace. Hay que saber observar. Soy eso: un cineasta de la observación. La ideología es la conclusión que se saca de ver cómo la gente coexiste, cómo la diferencia social es base de nuestras vidas y el cine. 
—Pero tuviste momentos en los que estaba menos clara esa relación.
—No era que estaba menos clara. Estuve en la mira de la prensa. Y eso te jode bastante la vida. Es muy abrumador, era muy abrumador. En un primer momento, la atención te llena. No sos vos. Te encanta la idea de ese nivel de atención por parte de la prensa. Pero un poco más adelante, la molestia aparece. Y no se va. Mi pareja con Jennifer Lopez fue la primera pareja de esta nueva moda de nombres a la Frankenstein, éramos “Bennifer”, y se vendió mucho papel a expensas nuestras. Quién era en la vida real, incluso quién soy, por suerte no vendería ninguna revista. Todo era mucho más pedestre que lo que decían las portadas. Todo eso me llevó a un punto donde estaba agotado, donde incluso pensé en sacar mi nombre de mi ópera prima, así no era vista con preconceptos. 
—¿Por qué te hiciste director?
—Pasó que muchas películas donde trabajé no funcionaron. Entonces, en esa guardia de los paparazzis, pensé: “quiero salir de esto, no quiero más, cualquier cosa que quiera hacer, como dirigir, no puede ser profesionalmente peor que algunas películas que hice”. Por eso me largué.
—¿Y hoy?
—Hoy estoy en un lugar donde siento que puedo hacer lo que más me gusta del mundo, lo que más me entusiasma del cine. Soy el tipo más afortunado del mundo. Me gustaría filmar junto a Jennifer (Garner, su esposa), pero creo saber un poco del rechazo de la gente por ver parejas reales en la pantalla (Aflleck bromea respecto de Glitter, el supra fracaso de Bennifer). Cuando me casé, cambió el eje de mi vida. Yo cambié. Jennifer es responsable de todo lo bueno que me pasa. La verdad es que soy una persona bastante aburrida, pero también bastante trabajadora, a quien le preocupa su familia. Cuando estaba creciendo no tuve muchas oportunidades, y ahora las tengo. 
—“Argo” trata sobre un tema sensible de una forma bastante nueva, ¿por qué te animaste a este proyecto sobre rehenes en Teherán, basado en hechos reales?
—¿Cada cuánto se puede hacer una película sobre un tema así, de esta forma, sobre todo considerando que ha habido muchos filmes de guerra en los últimos diez años que fueron, como mínimo, bastante depresivos para la gente? Pero la verdad es que la Warner se animó a hacer una película poco convencional, que tenía muchos elementos polémicos, que sería difícil de vender. Estoy contento por cómo me ayudaron. Los temas que hay en la película y cómo los tratamos me ponen orgulloso. Trabajé en muchas películas donde no sentí esto. Conozco bastante bien la diferencia.

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