El actor confirmó que espera un hijo con Sabrina Rojas y habla del rating, su amistad con Echarri y el éxito de Graduados.
Asegura que le interesa la política, y le agradece a Suar su personaje en Sos mi hombre.
Entre escena y escena de Sos mi hombre –el éxito de Pol-ka en 2012–, Luciano Castro almuerza vestido de Ringo, su personaje en la tira. Ni el corte de pelo, ni la camisa muy abierta ni el anillo plateado con una R grabada tienen algo que ver con el escritor fracasado que Castro interpreta en Amor a mares, la película que filmó en un crucero en marzo y estrena el 15 de este mes en todo el país. “Mi mujer–se refiere a Sabrina Rojas, con quien tendrá un bebé en 2013– tiene una capacidad enorme para esas cosas, sin ella no voy a ningún lado. Y me ayudó en la travesía”. Su personaje lo obligó a tener la barba crecida y unos cuantos kilos más que ahora, compartir 23 días de rodaje con el Puma Goity, Paula Morales, Pompeyo Audivert, Miguel Ángel Rodríguez, Agustina Córdova, y Luisa Kuliok, entre otros y dice “la convivencia fue dura”. Claro que no se privó de cenar en Málaga o Mallorca con “su mujer”, Goity y su esposa.
El actor cuenta que su personaje en Sos mi hombre fue un premio que Adrián Suar le dio después de terminar con Herederos de una venganza. “Yo pensé que me iba a dar plata, pero me dijo que me iba a dejar hacer el personaje que siempre quise: el boxeador”, recuerda.
Castro, que tiene un hijo de 10 años, Mateo, fruto de una relación anterior, acaba de confirmar que será papá por segunda vez, con su mujer, Sabrina Rojas. La pareja, que había estado distanciada, se reconcilió en agosto y hace una semana recibió la noticia del embarazo, aunque prefirieron esperar para difundirla. El intérprete tuvo hace pocas semanas una operación de hernia y una gastroenteritis y se recupera lentamente –sólo logró subir cinco de los nueve kilos que bajó–, pero está feliz para recibir a su nuevo hijo.
—Dijiste que no te gustaba cómo te veías en “Amor a mares”, ¿por qué?
—Yo sentía que estaba mal en todas las escenas. Ahora que vi el trailer me quedé más tranquilo, porque estaba muy inseguro con lo que había hecho. El “no me gusta” es constante en mí. Si me das a elegir volver a grabar cualquier escena, la volvería a hacer. Pero confío mucho en el director, si me dice “hecha”, está.
—¿Cómo te sentiste rodando en un crucero?
—Es una locura filmar en un crucero. Yo fui el único personaje que grabó todos los días, trabajé de lunes a lunes y eso fue lo mejor que me pudo haber pasado, porque no sufrí tanto el “síndrome Gran Hermano” que sufrieron todos dentro del barco. Duró 23 días en total, tardamos seis en cruzar el Atlántico. A las 6 de la mañana me levantaba y filmaba todo el día. Bajé en algunas playas de Europa para acompañar a mi mujer, a cenar o comprar algo, pero el resto del tiempo estuve trabajando.
—¿Afectó las relaciones entre el elenco?
—Una de las cosas que hablábamos con el Puma y con Ezequiel (Crupnicoff, el director) es que lo importante era haber focalizado en la calidad de las personas para armar el elenco, porque íbamos a comer juntos, desayunar juntos. Se formó una minicomunidad muy fuerte, pero extrañaba horrores a mi hijo, y si mi mujer no hubiera estado ahí, la habría pasado fatal.
—¿Fue un desafío actoral?
—Tuve que hacer de un escritor, un borracho, un fracasado, que son características muy atractivas para hacer pero que no son fáciles en una comedia. Si lo hacés en un unitario por ahí te dan un premio, pero ahí te quiero ver.
—¿Cómo tomás las decisiones en tu carrera?
—Llamo a los pocos amigos colegas que tengo y les consulto. A veces nos cuestionamos cosas que no tiene sentido cuestionarse. En el rodaje le preguntaba mucho al Puma qué le parecía, y a alguien que llamo mucho es al Negro, Pablo Echarri.
—¿Cómo fue la propuesta de “Sos mi hombre”?
—Yo tenía un contrato con Pol-ka. Y cuando terminé de hacer Herederos, Adrián (Suar) me dijo que me iba a dar un premio. Yo pensé: “Me va a dar plata”. No. Me dice: “Vas a hacer la tira que siempre quisiste hacer, te voy a dejar hacer el boxeador”.
—¿Sos fanático del box?
—Sí. De lo único que sé es de boxeo. Me crié en el boxeo, tengo un gimnasio de box, es arte puro. Es de lo único que puedo hablar con autoridad, a no ser que sea delante de un Osvaldo Príncipi, un Horacio Pagani, Walter Nelson, Carlos Irusta, Julio Ernesto Vila, Daniel Arcucci, gente muy grosa del boxeo.
—¿Hasta cuándo va la tira?
—Grabamos hasta mayo, y de aire creo que hasta junio o julio, pero nunca se sabe.
—¿Te importa el rating?
—Me preocupa porque me tiene que preocupar. No me puedo dar el lujo de que no me importe. Eso lo aprendí de Adrián, que me enseñó a leer una planilla de rating; yo veía sólo números y él me enseñó a ver por qué se llega a esos números. Lo hago acá, cuando llego a la mañana hablo con la productora y después ya está.
—¿Y la competencia te preocupa?
—No, porque ahí no tengo nada que ver. Cuando arrancamos, Graduados llevaba seis meses al aire midiendo 24 puntos. Es como entrar contra Brasil 3 a 0. Yo me preocupo por lo mío. Me siento a ver Graduados y me encanta, ¿qué voy a hacer? ¿Llamo a Adrián y le digo que hagamos Graduados? Celebro que les vaya bien, tengo infinidad de colegas trabajando ahí, y muchos no venían en una buena racha. Que les vaya bien, a mí no me molesta, aunque eso sea raro en este ambiente de mierda. Con Pablo Echarri competimos todo el año pasado y estaban empecinados en que nos peleáramos. Y él es uno de mis consejeros, hablamos día por medio, nos conocemos desde hace 19 años.
—¿Qué pensás que va a pasar con el 7D?
—Me encantaría saber, pero en nuestro país es muy difícil la futurología. La Ley de Medios me parece bien si se aplica bien.
—¿Te interesa la política?
—Mucho. Consumo política todos los días. Leo más de política que de arte, veo debates enteros de la Cámara de Diputados, de Senadores, veo los debates diez veces. Pero me parece que los políticos muchas veces se cagan en la gente y la subestiman. Todos, incluso aquellos con los que tengo afinidad política.
—¿Con cuáles tenés afinidad?
—Yo pregono un socialismo que en este país es una utopía. Me encantaría. Me parece que el poder siempre tiene que tenerlo la gente, y acá eso no pasa, lo veo desde siempre. La gente no decide más que el día que va a votar. Y después cagaste, porque el mismo que votaste no va a hacer lo que dijo en la campaña. Me ha pasado mucho. Muchas veces no me siento representado.
—¿Qué pensás de los actores que apoyan al Gobierno?
—Cada uno hace lo que quiere, pero creo que es muy difícil, con el nivel de exposición que tenemos, levantar una bandera. Todo lo que decís se te puede venir en contra. Por eso valoro tanto a Florencia Peña. Se la bancó, sigue pensando lo mismo y demostró que su laburo está en ser artista. Ojalá hubiera más actrices tan talentosas como ella. Puede sentarse a hablar con Cristina como salir en la pantalla del Grupo Clarín.
—¿Por eso no decís tus preferencias políticas?
—Sí, y porque no soy políticamente correcto en mi discurso; si hablara sería una bomba de tiempo. Es una parada difícil de bancar. En algún momento rendís cuentas por lo que decís, y me parece muy injusto. Lo que me molesta de hoy en día es que si sos kirchnerista sos una mierda, y si sos de la oposición sos una mierda, ¿qué somos entonces? ¿Qué hay que ser?
Asegura que le interesa la política, y le agradece a Suar su personaje en Sos mi hombre.
Entre escena y escena de Sos mi hombre –el éxito de Pol-ka en 2012–, Luciano Castro almuerza vestido de Ringo, su personaje en la tira. Ni el corte de pelo, ni la camisa muy abierta ni el anillo plateado con una R grabada tienen algo que ver con el escritor fracasado que Castro interpreta en Amor a mares, la película que filmó en un crucero en marzo y estrena el 15 de este mes en todo el país. “Mi mujer–se refiere a Sabrina Rojas, con quien tendrá un bebé en 2013– tiene una capacidad enorme para esas cosas, sin ella no voy a ningún lado. Y me ayudó en la travesía”. Su personaje lo obligó a tener la barba crecida y unos cuantos kilos más que ahora, compartir 23 días de rodaje con el Puma Goity, Paula Morales, Pompeyo Audivert, Miguel Ángel Rodríguez, Agustina Córdova, y Luisa Kuliok, entre otros y dice “la convivencia fue dura”. Claro que no se privó de cenar en Málaga o Mallorca con “su mujer”, Goity y su esposa.
El actor cuenta que su personaje en Sos mi hombre fue un premio que Adrián Suar le dio después de terminar con Herederos de una venganza. “Yo pensé que me iba a dar plata, pero me dijo que me iba a dejar hacer el personaje que siempre quise: el boxeador”, recuerda.
Castro, que tiene un hijo de 10 años, Mateo, fruto de una relación anterior, acaba de confirmar que será papá por segunda vez, con su mujer, Sabrina Rojas. La pareja, que había estado distanciada, se reconcilió en agosto y hace una semana recibió la noticia del embarazo, aunque prefirieron esperar para difundirla. El intérprete tuvo hace pocas semanas una operación de hernia y una gastroenteritis y se recupera lentamente –sólo logró subir cinco de los nueve kilos que bajó–, pero está feliz para recibir a su nuevo hijo.
—Dijiste que no te gustaba cómo te veías en “Amor a mares”, ¿por qué?
—Yo sentía que estaba mal en todas las escenas. Ahora que vi el trailer me quedé más tranquilo, porque estaba muy inseguro con lo que había hecho. El “no me gusta” es constante en mí. Si me das a elegir volver a grabar cualquier escena, la volvería a hacer. Pero confío mucho en el director, si me dice “hecha”, está.
—¿Cómo te sentiste rodando en un crucero?
—Es una locura filmar en un crucero. Yo fui el único personaje que grabó todos los días, trabajé de lunes a lunes y eso fue lo mejor que me pudo haber pasado, porque no sufrí tanto el “síndrome Gran Hermano” que sufrieron todos dentro del barco. Duró 23 días en total, tardamos seis en cruzar el Atlántico. A las 6 de la mañana me levantaba y filmaba todo el día. Bajé en algunas playas de Europa para acompañar a mi mujer, a cenar o comprar algo, pero el resto del tiempo estuve trabajando.
—¿Afectó las relaciones entre el elenco?
—Una de las cosas que hablábamos con el Puma y con Ezequiel (Crupnicoff, el director) es que lo importante era haber focalizado en la calidad de las personas para armar el elenco, porque íbamos a comer juntos, desayunar juntos. Se formó una minicomunidad muy fuerte, pero extrañaba horrores a mi hijo, y si mi mujer no hubiera estado ahí, la habría pasado fatal.
—¿Fue un desafío actoral?
—Tuve que hacer de un escritor, un borracho, un fracasado, que son características muy atractivas para hacer pero que no son fáciles en una comedia. Si lo hacés en un unitario por ahí te dan un premio, pero ahí te quiero ver.
—¿Cómo tomás las decisiones en tu carrera?
—Llamo a los pocos amigos colegas que tengo y les consulto. A veces nos cuestionamos cosas que no tiene sentido cuestionarse. En el rodaje le preguntaba mucho al Puma qué le parecía, y a alguien que llamo mucho es al Negro, Pablo Echarri.
—¿Cómo fue la propuesta de “Sos mi hombre”?
—Yo tenía un contrato con Pol-ka. Y cuando terminé de hacer Herederos, Adrián (Suar) me dijo que me iba a dar un premio. Yo pensé: “Me va a dar plata”. No. Me dice: “Vas a hacer la tira que siempre quisiste hacer, te voy a dejar hacer el boxeador”.
—¿Sos fanático del box?
—Sí. De lo único que sé es de boxeo. Me crié en el boxeo, tengo un gimnasio de box, es arte puro. Es de lo único que puedo hablar con autoridad, a no ser que sea delante de un Osvaldo Príncipi, un Horacio Pagani, Walter Nelson, Carlos Irusta, Julio Ernesto Vila, Daniel Arcucci, gente muy grosa del boxeo.
—¿Hasta cuándo va la tira?
—Grabamos hasta mayo, y de aire creo que hasta junio o julio, pero nunca se sabe.
—¿Te importa el rating?
—Me preocupa porque me tiene que preocupar. No me puedo dar el lujo de que no me importe. Eso lo aprendí de Adrián, que me enseñó a leer una planilla de rating; yo veía sólo números y él me enseñó a ver por qué se llega a esos números. Lo hago acá, cuando llego a la mañana hablo con la productora y después ya está.
—¿Y la competencia te preocupa?
—No, porque ahí no tengo nada que ver. Cuando arrancamos, Graduados llevaba seis meses al aire midiendo 24 puntos. Es como entrar contra Brasil 3 a 0. Yo me preocupo por lo mío. Me siento a ver Graduados y me encanta, ¿qué voy a hacer? ¿Llamo a Adrián y le digo que hagamos Graduados? Celebro que les vaya bien, tengo infinidad de colegas trabajando ahí, y muchos no venían en una buena racha. Que les vaya bien, a mí no me molesta, aunque eso sea raro en este ambiente de mierda. Con Pablo Echarri competimos todo el año pasado y estaban empecinados en que nos peleáramos. Y él es uno de mis consejeros, hablamos día por medio, nos conocemos desde hace 19 años.
—¿Qué pensás que va a pasar con el 7D?
—Me encantaría saber, pero en nuestro país es muy difícil la futurología. La Ley de Medios me parece bien si se aplica bien.
—¿Te interesa la política?
—Mucho. Consumo política todos los días. Leo más de política que de arte, veo debates enteros de la Cámara de Diputados, de Senadores, veo los debates diez veces. Pero me parece que los políticos muchas veces se cagan en la gente y la subestiman. Todos, incluso aquellos con los que tengo afinidad política.
—¿Con cuáles tenés afinidad?
—Yo pregono un socialismo que en este país es una utopía. Me encantaría. Me parece que el poder siempre tiene que tenerlo la gente, y acá eso no pasa, lo veo desde siempre. La gente no decide más que el día que va a votar. Y después cagaste, porque el mismo que votaste no va a hacer lo que dijo en la campaña. Me ha pasado mucho. Muchas veces no me siento representado.
—¿Qué pensás de los actores que apoyan al Gobierno?
—Cada uno hace lo que quiere, pero creo que es muy difícil, con el nivel de exposición que tenemos, levantar una bandera. Todo lo que decís se te puede venir en contra. Por eso valoro tanto a Florencia Peña. Se la bancó, sigue pensando lo mismo y demostró que su laburo está en ser artista. Ojalá hubiera más actrices tan talentosas como ella. Puede sentarse a hablar con Cristina como salir en la pantalla del Grupo Clarín.
—¿Por eso no decís tus preferencias políticas?
—Sí, y porque no soy políticamente correcto en mi discurso; si hablara sería una bomba de tiempo. Es una parada difícil de bancar. En algún momento rendís cuentas por lo que decís, y me parece muy injusto. Lo que me molesta de hoy en día es que si sos kirchnerista sos una mierda, y si sos de la oposición sos una mierda, ¿qué somos entonces? ¿Qué hay que ser?
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