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El llanto de Julio Chávez conmovió a los televidentes en "Farsantes"

Guillermo Graziani y Pedro Bezio son abogados, son socios, se hicieron amigos muy rápidamente. 

Y enfrentan un gran desafío: darse cuenta, aceptar el amor mutuo que empezaron a sentir, y obrar en consecuencia, o seguir con vidas de apariencia, ocultándose del mundo o bien, como hicieron hasta ahora, ocultándo la verdad incluso ante ellos mismos.
Julio Chávez y Benjamín Vicuña, los actores que interpretan a Guillermo y a Pedro, respectivamente, en Farsantes (a las 22.45, por El Trece), tienen, con estos personajes, otro gran desafío: el de contar una historia de amor que conmueva, más allá del sexo de los enamorados.
Chávez le puso el cuerpo, anteanoche, a uno de esos momentos desgarradores que los televidentes agradecen: por el talento y también porque dan la oportunidad para largar lágrimas propias.
Pedro se casa con su novia de toda la vida: la primera que tuvo, y la única y con la cual últimamente casi no tiene relaciones íntimas. Coincidencia o no tanto, el “últimamente” coincide con su ingreso como socio al estudio de Graziani, profesional al que ya admiraba y que empieza a generarle sensaciones que lo perturban. Pedro tiene dudas, pero el momento de la boda llega. Sigue dudando, pero es el propio Guillermo quien lo acompaña hasta el registro civil, y -en una “fiesta” interpretativa hecha de pequeños gestos y miradas- prácticamente lo “entrega” a la vida que le estaba destinada.
Guillermo llegó hasta ahí, pero no resiste el momento y se va del lugar antes de que el casamiento se formalice. Corre, corre enloquecidamente, sin saber adónde. Detrás suyo corre Alberto (Facundo Arana), su amigo más leal, el que le debe todo, el que está siempre y no pregunta nada. Sólo le ha comentado alguna vez a Guillermo: “vi cómo lo mirabas”, generando la furia del abogado, que nunca quiso hablar de su “vida privada” (en la que está casado con una mujer, pero tiene affaires con hombres), y mucho menos quiere ser compadecido por nadie.
Esta vez, sin embargo, es distinta. Tanto, que cuando el cuerpo no le da más de correr tanto, se desploma en un abrazo con Alberto, y llora con el alma dos palabras, solamente dos palabras: “Se casó, se casó”. Ese hombre duro tiene el corazón roto, y qué importa quién se lo causó.

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