Compone a un homosexual asistente de la venezolana en “Taxxi, amores cruzados”.
Estudioso de la actuación, dice que la tele requiere una habilidad diabólica.
“Mi puto, Benito, más que nada es un soporte. De lo que me hablaron fue de un personaje que tenía que hacerse cargo del humor. Mucho o poco, eso no importaba, pero la gente debía respirar conmigo... Sí, claro, inevitablemente uno está influenciado por un montón de cosas. Por los personajes de la vida real, por la ficción... además, la mayoría de mis amigos son gays”. ¿Y vos? “No, no, yo no”.
Ezequiel Rodríguez habla de su criatura expansiva que, en clave de telenovela, bien podría ser sinónimo de gay, y Benito es eso: un hermoso gay de televisión que comparte escenas con Catherine Fulop (Lucía). Mano derecha, confidente, amigo, Benito es su asistente en la agencia de publicidad de Taxxi, amores cruzados (Telefé, a las 16). “¿Cómo salió el personaje? Nunca nos juntamos a un ensayo. Sí a una charla y la sorpresa fue un poco la construcción en solitario y otro poco la improvisación. Yo soy muy enfermo de mi laburo. Siempre me meto con los libros, los voy modificando de acuerdo a lo que me imagino. Me importa mucho el soporte de la gestualidad, en este caso, estudiar cómo se mueve, cómo dice lo que dice, el tipo de humor, el nivel de escucha. Yo fui a ver lo que sucedía con mis armas y mi multiplicidad de estímulos y, bueno, eso es Benito”.
Ezequiel es actor, aunque le guste más lo de “buscavidas”. Pasa del off con calidad a la tele con absoluta naturalidad. Se lo pudo ver en la excelente obra La Edad de oro (de Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu), y en la tele mostró ese perfil -que podría confundirse con el de Mariano Martínez- allá lejos en Verano del ‘98. Cursó en el Conservatorio, tiene un Shakespeare en su CV y conoció el rigor lúdico de los talleres de Julio Chávez. ¿Será el único actor surgido de Verano del ‘98 con tantos estudios? “No creo, igual eso no importa un choto. A mí me aconsejaron que me formara, porque de chiquito me gusta esto. Lo hice. Igual, por más que estudies mil años no hay nada garantizado”.
Se le pide que hable bien de la tele y deje de lado esa conducta actoral que reserva los elogios para el cine y el teatro, y le parece perfecto: “Lal tele no es el hijo bobo y el cine el Séptimo Arte. La inmeditez de resolver una escena requiere de una habilidad diabólica. No se cuántos actores estén realmente preparados y es muy probable que muchos la pasen como el orto. Y el teatro es tremendo, es algo que no se detiene. ¡El cagazo que me da sólo pensarlo.! ¡Ufff!”.
Los estereotipos fabrican costumbrismos. ¿Para qué sirven los costumbrismos? “Y... creo que el arquetipo tranquiliza. No hay que olvidarse que la televisión también es un lenguaje veloz”.
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