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“Para mí el deber está asociado al placer” Julio Chavez

Es un apasionado de su profesión y dueño de una humildad poco frecuente en el ambiente. Dice que el trabajo le estructura la vida y es su razón de vivir. Charla con un hombre fuera de serie


                             Julio Chávez









La cita es a comer, después de mil horas de trabajo. Llega puntual, de buen humor a pesar del cansancio. Y con ganas de charlar.
Compañeras de trabajo, alumnas, espectadoras, televidentes. ¿Qué sentís de saber que mujeres de todas las edades están enamoradas de vos?

A mí me obliga a un ejercicio de humildad porque me siento un poco pavo real cuando percibo algo así. O sea que me pongo humilde de puro lleno que me siento. Hoy una chica muy jovencita se me acercó y me dijo: “No lo puedo creer, no sabés cómo te adoro, en todo sentido”. Y me miró fijo a los ojos. A mí me dio pudor, le respondí como si fuese un señor inglés de 94 años. Le agradecí la generosidad que tenía pero internamente me sentí muy halagado. Además, creo que la posibilidad de erotizar a otro no depende de la edad. Las experiencias que uno puede generar en cualquier momento y edad son infinitas. Tu pregunta ya me da un cierto gusto (sonríe).
Me costó hacerte esa pregunta porque sos el mejor actor, un gran maestro y un hombre cuidadoso de su vida privada. ¿Sabés que tu presencia inhibe?

Eso no sé. Pero me alegro que pase eso porque como soy bien miedoso está bueno saberlo, y tener alguna herramienta para que no me dañen (risas).
Sos sexy y es evidente ¿Será tu talento, tu inteligencia, tu carisma?

Son tantos los otros motivos con los que no puedo atraer, que creo que eso produce una doble atracción.
¿Por ejemplo?

Tengo poco pelo y pancita. Soy grande. Pero creo que a pesar de todo eso, los que se sienten atraídos sienten que tengo algo vivo. Y cuando algo está vivo, atrae. Y yo siento que estoy vivo.
Pensé que te molestaba el asedio femenino.

No, no me molesta. Me gustaría hacer alguna obra de amor donde se mezclara la adultez con la juventud. Ayer mi profesora de canto me dijo: “La barba te hace más joven. Yo te doy 47 ó 48”. Y tengo 55. Me impresionó. Tenía ganas de decirle “cómo te atrevés, si yo no tengo esa edad” (risas).
¿No te querés sacar años?

No. Eso no lo haría jamás. No sabría cómo explicármelo a mí mismo después.
¿Es para tanto?

Para mí sí.
¿Por qué?

Me parece que es mucho más negocio adquirir la fortaleza de decirlo que hacer el trabajo de sacarte edad.
¿Es el trabajo lo que le da sentido a la vida?

Sin lugar a dudas, te diría que cada año más. Trabajar es lo más glorioso que hay. La ocupación, el esfuerzo, el deber, son alimentos fundamentales de lo humano. Si fuese vaca sabría que no quiero hacer nada de eso. Pero siendo humano me parece fundamental estar ocupado.
Me impresiona cómo la palabra “deber” aparece en tu respuesta asociada al placer y no al disgusto.
Para mí el deber está absolutamente asociado al placer. El deber es un ejercicio que reúne y organiza mi persona. El deber, lo que debo hacer, en lo que me comprometí, donde pongo mi energía, es absolutamente fundamental.
Se suele decir que el trabajo es terapéutico y siempre pienso que esa es una mirada muy superficial del trabajo. ¿Dónde estaría la vida misma si el trabajo fuera acaso una terapia?

El trabajo, la labor, la ocupación no los encuentro terapéuticos, son estructurales. El trabajo es algo que me estructura, que me conforma como ser humano. La gente me dice “¿cómo podés trabajar el domingo?”. La verdad que no lo padezco, para nada. A mí me ordena, es más, a veces me justifica. Si la pregunta es: “¿Para qué mierda vivo?” Cuando estoy trabajando encuentro claramente una respuesta. En la labor que hago la encuentro. Será que estoy asociado a una labor que me encanta y de la cual estoy totalmente enamorado. No sé qué me pasaría si hiciera algo que no me gusta.
¿Cambió tu vida en los últimos años?

Sí. Me siento más en comunión con lo humano y mucho más solo. Son cosas aparentemente contradictorias. Pero solo en relación a que establezco menos vínculos, soy mucho más conciente de mi individualidad, de mi temporalidad, de mi límite, de mi situación de ser mortal. Estoy menos acompañado de mi ego y más en comunión con los otros. Pero no dejo de sentirme una persona bastante sola.
¿Más que antes?

(Piensa). Antes era como tener un chico ruidoso en la casa, y ahora que el chico está grande y hace menos ruido, se siente con más claridad la soledad.


¿En qué momento te encuentra la masividad?

A mí me llega lo masivo tardíamente, pero en un momento ideal. Es muy difícil que pueda sentir que se me va a quitar esto y no sabré de qué vivir. Llegó de una manera bárbara. En un sentido es azaroso, yo no lo hubiera podido organizar.
Creo que no es azaroso.

Antes no estaba preparado, ni formado. Soy muy ambicioso, amo mi arte. Hace 20 años no estaba preparado para responder a los requerimientos del trabajo y hoy sí, y eso me hace entender los beneficios y los halagos. Hoy, un halago no es algo que tengo que sostener, es algo que logré conseguir. Es diferente tener algo y buscar cómo conservarlo, que conseguir algo porque uno conoce su oficio.
¡Qué lindo es el paso de los años entonces!

Sí, para mí es bárbaro. Estoy viviendo la obligatoriedad de ser adulto. Para mí ser un adulto te ubica en un lugar de ciertas obligaciones. Tomar partido, puntos de vista, decisiones y límites también.
¿Cómo es andar por la vida con el pelo largo del personaje del Gitano?

Yo soy muy chonguito. Justifico que es por El Puntero, pero en realidad es por mí. Me encanta. Me levanto a la mañana y me gusta lo chongo. Hay algo de esto que me alegra, hay algo ochentoso, setentoso. Me encanta.
¿El Puntero se tiñe el pelo?

No, la barba y para el personaje. Sino ya no usaría barba. Ahora que me la tiño y no te diste cuenta, tal vez la use teñida después de la tira (risas). El poquito pelo que Dios me dejó, me lo dejó sin canitas.
¿La cultura del barrio popular la conociste más a partir de “El Puntero”?

Mucho más y es mucho menos sencillo de lo que yo creía. Por ejemplo, me puse en contacto con Calle 13 y me parecen extraordinarios. Logran algo que uno no puede creer –hacer una canción con la tetilla de tu abuela– un resultado casi poético. No es producto de gente que no sabe lo que es el arte. Me sorprendí, así como también me sorprendo de otras cosas de la cultura de una villa. Es una experiencia muy fuerte. Estoy leyendo mucho de política, de historia pero no para “El Puntero”, sino por “El Puntero”. Me despertó el interés de ubicarme en el interior de ciertos problemas, no tenía ese interés antes.

¿Qué buscaste para leer?

Desde El Facundo de Sarmiento, a José Pablo Feimann, la biografía de Eva Perón, libros del radicalismo, leí a María O’Donnell. Me ubica en un lugar de pensamiento y el pensamiento trasciende lo cultural, inclusive contiene aquello que no se ha editado, que no tiene letra todavía.
Se hizo tarde, ¡qué bien la pasamos! Gracias a mi mamá, conozco a Julio desde que tengo 10 años. Es el mismo de entonces, inteligente, reflexivo, estudioso, autocrítico, irónico.


Entremujeres.com

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