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Luciano Castro y Rodolfo Ranni, en una comedia negra

Ya en la segunda mitad del año que finalizó, Rodolfo Ranni y Luciano Castro llegaron a ensayar Yepeto .


 Pero tantas horas de grabación de la telenovela diluyeron ese primer impulso. Pero la llama quedó encendida y la dupla de hombres duros de Herederos de una pasión , decidida a hacer temporada en la costa, cambió de libro y se abrazó a Camino negro para desafiar con una comedia negra a una cartelera teatral que siempre se ha caracterizado por buscar la sonrisa fácil.
La inquietud de trabajar juntos surgió mientras compartían la tira de El Trece, y Ranni se encargó de desempolvar esta pieza teatral que poco y nada había podido interpretar en los últimos años de dictadura militar. Aquel protagónico que había hecho de un gomero bruto, y por momentos perverso, lo reservó ahora para Castro. "Leelo si tenés ganas de hacer teatro en serio", lo provocó al galán del momento. "Lo hago si me dirigís vos", fue la respuesta. Y, con Romina Ricci como tercera integrante del elenco, arrancaron con los ensayos.
"El 30 de noviembre terminamos de grabar y enseguida viajamos para acá porque necesitábamos ensayos completos", cuenta Ranni, que en esta obra, que pertenece a Alberto Alejandro y Oscar Viale, juega el doble rol de estar arriba y abajo del escenario al mismo tiempo.
"La doble función de actor y director -explica- se facilitó mucho por ellos dos [Ricci y Castro]. Estoy muy orgulloso por la confianza que depositaron en mí."
Lo difícil fue, sin duda, esa etapa de ensayos en simultáneo con la grabación de la tira televisiva que los tenía atados durante gran parte de la jornada.
"Laburamos muy tranquilos -cuenta Ranni-, pero grabábamos y llegábamos fundidos, de día no había ganas y entonces, a veces, nos íbamos a tomar un café."
-¿No buscaron una alternativa más liviana, que sobrellevara mejor ese ritmo?
Ranni: -Hablamos con Luciano y estuvimos por hacer Yepeto . De hecho la ensayamos.
Castro: -Es la misma que ahora trajo a Mar del Plata Manuel Callau, con el mismo director. Pero apareció en medio de la tira y estábamos muy apretados con el tiempo.
Ranni: -Se me ocurrió entonces rescatar Camino negro . Traje el libro y le pedí que lo leyera. Le encantó, pero me dijo que la hacía sólo si lo dirigía yo. Después Darío y Bacchi, los productores, pidieron lo mismo.
-¿Por qué esa obra ha tenido poco rodaje?
Ranni: -Creo que le venía muy bien a Luciano. A mí me gusta. La hice hace tiempo y sabía que a él le iba a gustar. Ya con ojos de director, veía que el personaje central de la obra era como si estuviera escrito para Luciano. Con su impronta, su manera y sus ganas de laburar. Y como compañero de trabajo y amigo, sabía que quería sacarse de encima esa cosa de galán.
Castro: -Sí, pero no resulta [risas].
Ranni: - No, lo está demostrando. Lo que hacen él y Romina en el escenario es un duelo actoral. La gente lo sigue con mucho interés. Yo miro por un agujerito y la gente está atenta. Es una obra llena de sorpresas y de reacciones inesperadas, no tanto en el personaje de Romina sino en el de Luciano, que es un psicópata.
-¿Y dónde se cruzan drama y comedia?
Castro: -Hay momentos muy fuertes.
Ranni: -También algunas cosas de amor. Lo mío fue cortar, me parecía que había mucha redundancia. Reformé el final y hay una puesta y un diseño de luces importantes. Además, la escenografía es notable.
Castro: -Yo creo que más que cortarla, la aggiornó.
-¿Cuál fue la reacción al leer el personaje de Pereyra? Casi no abandona la escena?
Castro: -La continuidad siempre suma. Es difícil estar esperando para entrar. Tenés que estar concentradísimo para estar a tempo con los compañeros. Y el personaje me gustó, claro, porque es un psicópata berreta, no de elite, porque no le da el piné?
Ranni: -No es un intelectual.
Castro: -No, para nada. No es un psicópata de lujo. Pero así salen las cosas. Psicopatea sin querer, no planea.
-Hay un esfuerzo notable en la voz para construir el personaje.
Castro: -Un día le conté una anécdota de un momento que pasé. Le comenté algo como me lo había dicho alguien y al Tano le salió el director. Al toque me dice: "Esa es la voz de Pereyra". Y me quedé con eso, lo intenté y mi temor era romperme la garganta. Salió bien.
Ranni: -Esa voz que él tiene que mantener durante una hora veinticinco tiene que ver con el personaje. Es una especie de vengador anónimo.
Castro: -Pero le sale todo mal.
-La obra se instala en la última dictadura militar. ¿Este momento de revisión y referencia a aquellos días suma a que la obra tiente a un espectador más politizado?
Ranni: -Lo que quisimos hacer es que transcurriera en 1980. Y había cosas que no las podíamos decir cuando yo hice la obra en plena dictadura. Quisimos volver al texto original y decir las cosas más duras. Es casi un estreno y claro que se traslucen situaciones comunes de aquella época.
-¿Cómo director te propusiste sacarlo a Luciano de la figura de galán?
Ranni: -El quería salir de eso y yo lo sé. Y sé que puede hacer otra cosa. No tienen que quedarse sólo en la figura. Está para mucho más.
- Compartieron un éxito. ¿Cómo se llevó esa presión de la competencia por el rating?
Castro: -Superamos todas las expectativas. Incluso frente a paradas muy difíciles que nos ponían del otro lado.
-Con Camino negro van a competir con títulos que apuntan, en su mayoría, a la sonrisa fácil...
Ranni: -Está bueno eso porque hay una gran diversidad. Quedarse sólo tocando la misma cuerda no está bueno. Creo que hay un muy buen equilibrio en la cartelera de verano. Hay mucha obra de texto, de comedia y de las otras.
-Te escuché decir que Ranni es insoportable como director.
Castro: -Sabe tanto que uno piensa si está a la altura de las circunstancias. Pero también dejo en claro que la virtud del Tano es que no te impone nada, sino que siempre te propone. Entonces, de ahí en más, ya depende de vos. Y te facilita mucho. Limpió esta obra, y a Romina y a mí nos ayudó mucho porque había cosas que no nos eran orgánicas, porque no vivimos la época. O éramos muy chicos. Nos costaba. El lo resolvió con un aggiornamiento. A veces yo llegaba fusilado a ensayar, fastidioso y, como zorro viejo, me llevaba a tomar un café. Y hablábamos de la obra. Me estaba dirigiendo pero en la mesa de un bar. O me mandaba a casa, como hacen los japoneses cuando ven a un empleado cansado.
-¿Llegaste para quedarte en la dirección o fue sólo un gusto?
Ranni: -No soy un tipo de buscar. Si me lo ofrecen, puede ser. Pica el bichito y está bueno. Pero no es que piense en buscar un proyecto. Me gusta y lo disfruto mucho.
-Después de Mar del Plata ¿siguen en Buenos Aires?
-Ranni: -Quizá dos meses y hacer luego una gira. Esa es la idea.

La Nacion
 

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