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Daniel Miglioranza pasó de actuar con Alfredo Alcón, haciendo un Arthur Miller, a quedarse sin trabajo y que lo salvara Palito Ortega.

El sueño que no pudo concretar María Angélica Campero, lo cumplió su hijo. Fue tan fuerte la necesidad de expresión artística de su madre que Daniel Miglioranza no pudo esquivar ese camino.


Y lo hizo propio, convirtiéndose en actor y disfrutándolo con vehemencia (ésa es una característica de este hombre que cuenta su historia como si se tratara de una novela de caballería). El actor es una de esas caras que la mayoría de las personas reconoce al instante aunque no siempre pueda asociarla a su nombre. Es que en casi cuarenta años de carrera, hubo de todo: Shakespeare, sainete criollo y Alfredo Alcón en teatro. Palito Ortega y Enrique Carreras, en cine. Y El Rafa , Los Benvenuto , Matrimonios y algo másy El elegido , en televisión, sólo por citar algunos trabajos.
“Carlos Keen es mi Macondo”, dice Miglioranza refiriéndose a su pueblo natal, cerca de Luján. En ese ámbito rural, curiosamente, empezó su relación con la actuación. “Mi madre, que tenía una mercería, me enseñaba recitados criollos ya antes de aprender a leer. Ella era una actriz frustrada, la dejaban ensayar, pero no representar porque era de putas. Y me pasó su pasión a mí”, recuerda. “Yo era la estrellita del pueblo, vestidito de gaucho y tocando el acordeón a piano. Igual, ella tuvo su revancha organizando festivales de teatro en los carnavales. Eran verdaderas fiestas”. Después, en Luján estudió teatro. “Y también hice sonido, luces, barrí los escenarios”. Por entonces, antes de que el pueblo decayera y volviera a renacer como polo turístico y gastronómico, el ferrocarril era uno de los ejes. Y Miglioranza lo aprovechaba como improvisado escenario. “En el tren de Luján a Carlos Keen abría las ventanillas de los dos lados y saludaba desde ahí porque todos salian a ver pasar el tren”.
Si Charlie tuvo su fábrica de chocolates, el niño Daniel tuvo una de dulce de leche. “Mi papá trabajaba en una y yo me hice adicto al dulce de leche”, confiesa. “Tanto como a los textos clásicos”. Antes, pasó cuatro años por la Facultad de Derecho, hasta que abandonó arrastrado por el escenario.
En 1975 recibió una llamada que cambió su vida. “Era Alfredo Alcón que me convocaba para hacer Panorama desde el puente , de Arthur Miller, dirigida por Carlos Gandolfo. Cuando atendí creí que era una joda de mis amigos”. Tenía veintipico de años y un horizonte prometedor. “Después, me la creí y vino el sopapo. Y tuve que empezar de nuevo en la pensión de la que había salido. El que me ayudó fue Palito Ortega, que me llamó para su películaBrigada en acción . Y me volvió a poner en un lugar. Con altibajos, siempre pude vivir de esto y es una bendición. Fui afortunado en teatro: fui Romeo, Calígula, Yago”.
Recorriendo pueblos del país con En lo mejor de la vida , junto a Luis Brandoni, Miglioranza descubrió el poder de la televisión para instalar una imagen. “La gente me miraba como diciendo “ A éste lo conozco, pero ...”. Me pasa siempre. Después, con Floricienta me gané una nueva generación de espectadores. Tuve suerte. Cuando pensás que te van a olvidar, volvés”, dice.
Ahora, está intentando exorcizar sus propios fantasmas con poesía y música. Por eso armó el espectáculo El nombre del olvido (ver Información ). “Soy un romántico incurable. A veces, cuando encaro un personaje, no lo hago desde el pensamiento sino desde la poesía. El show cuenta la historia más vieja del mundo: la del amor y el desamor”, aclara. Y ahí hasta se anima a cantar.
Esa historia la vivió en primera persona, y ahora la vistió de personaje. “Un tipo que pasa por una pérdida y está abatido. Lo escribí a partir de la experiencia de mi propio divorcio. Lo vengo armando en mi cabeza hace años, como una catarsis después de esa separación que me provocó un gran dolor. Lo que más temía en ese momento, más que perder a la mujer que amaba, era perder el amor de mi hijo”, cuenta. Ahora, a la distancia las cosas son más claras. Y su hijo, Manuel, de 19 años, por suerte sigue cerca.
“Fue un momento de perplejidad, que te afecta el ego. Y ahora lo puedo expresar porque ya no está en carne viva. Si el amor se acabó, se acabó. No le podés pedir más siglo al fin de siglo, o de ciclo, en este caso. Claro que eso lo vas comprendiendo con los años, con el laburo, que es sanador, y la terapia”.
Miglioranza siente que el glaucoma que le detectaron el año pasado es parte de aquella historia. “Es presión ocular y parece que surge, entre otras cosas, por no ver lo que no querés. Ahora uso gotitas todos los días y está controlado. Como lo otro: lo maravilloso es descubrir que ya está”.

Fuente Clarin
 

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