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Ana Piterbarg debutó en cine dirigiendo a Viggo Mortensen.

“Pese a mis dudas, tuve que hacerme fuerte ante un elenco de grandes figuras”.








De ser una anónima con talento, a debutar con película propia y dirigir nada menos que a Viggo Mortensen. Algo así como le debe estar sucediendo al entrenador Tito Vilanova, reemplazante de Pep Guardiola en el Barcelona, cuando le da indicaciones a Messi. “Fue un gran desafío no abrumarme, no asustarme con el cambio que tuvo la película cuando se sumó al elenco Viggo Mortensen”, explica Ana Piterbarg, la realizadora que debutó con el film “Todos tenemos un plan”, que ya lleva casi 90 mil espectadores.

Aunque no cree en la suerte, sino que “las cosas suceden por algo”, Ana es de esas afortunadas que vivencian lo que alguna vez soñaron: escribir una historia, dirigirla, contar con un elenco de novela (Soledad Villamil, Daniel Fanego, Sofía Gala Castiglione) y contar con el apoyo de la taquilla. “A veces creo que no me está pasando a mí”, admite la opera-primista que se encuentra en el Festival de Toronto.

Recuerda Piterbarg que entre los nombres que aparecían para protagonizar el film surgía el lejano Dennis Hopper, y que luego empezó a mentalizarse con Viggo Mortensen, “un poco disparatado”, le respondieron seco desde la producción. Pero los astros se alinearon y la flamante directora estuvo en el lugar indicado y a la hora señalada cuando se cruzó con Mortensen. “Lo encaré y le conté de mi proyecto. Le interesó y ahí arrancó todo”.

¿Por qué Viggo y no alguien de la escena local? 
Porque nadie lo podía hacer mejor. Veía en la actuación de Viggo algo que atraviesa toda la película. Viggo es el actor, sus gestos, su amor y violencia, su ambigüedad, sus poemas y decisiones editoriales. Y su persona, un ser formidable, alejado de lo que imaginamos de un actor de Hollywood.

¿Te costó, como debutante, mostrar autoridad ante semejante elenco? 
Soy muy dudosa, y eso fue un tema que tuve trabajar mucho… sí, costó. No sólo frente al elenco, sino ante todo un equipo muy experimentado, grande y en condiciones de rodaje muy exigidas. Tuve que hacerme fuerte, aunque es verdad que mi forma de ser no ayudó: soy petisa, no soy gritona, soy bastante suave en mi manera de hablar… así y todo me las rebusqué y fui al frente como nunca.

¿Cómo viviste la llamada “soledad” de los directores? 
Uf, sí, es cierto eso de la soledad, absolutamente. Pese a que me acompañaron mucho, se está muy solo. Un colega, ya con mucha trayectoria, hace poco me dijo al respecto que aprender eso es parte del crecimiento de esta profesión, y creo que es un aprendizaje de cualquiera que quiere crear algo propio.

La historia de “Todos tenemos un plan”, ¿a vos te cierra totalmente? De hacerla hoy, ¿repetirías todo tal cual? 
La historia a mí me cierra, claro. Incluso me cierra más rodada que en el propio guión. Por supuesto que si pudiera volver a rodar hay algunas cosas que me replantearía pero sólo para que queden “mejor”, si es que eso se pudiera… Pero no son cosas que tienen que ver con lo que se señala en algunas críticas, en la que más bien encuentro cuestionamientos que tienen más que ver con el guión o con la propuesta global de la película.

Ana Piterbarg, por talento, inventiva, perseverancia (la idea del film arrancó hace diez años) y cierta dosis de suerte, rompió el molde dentro del cine argentino. Ya que a un film de por sí interesante, le sumó una figura mundial, con todo lo que eso significa para su financiación, viaje por los festivales y venta al exterior. Hasta se convierte en una potencial precandidata al Oscar. “Tener a Viggo ayuda en todo lo que se refiere a la industria. Es clave”. Lo dice una debutante que ya juega en primera.

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