La actriz de Dulce amor, de novia con un camarógrafo de la tira, asegura que para ella la actuación es sólo un trabajo, y que se cuida de los desnudos por si la ve su hijo de 14 años, Manuel.

Catalogada como villana por muchos años, hoy es la heroína Victoria Bandi, una empresaria rica y enamorada de su chofer en Dulce amor, que sigue hasta marzo. Según Zampini, que adora hacer de mala, este personaje fue un desafío: “Me requiere a mí cierta atención y trabajo más fino. Las heroínas tienden a ir siempre por el mismo camino. Pero Victoria es muy humana y sensible aunque tiene poder y lo usa bien. Es muy inteligente, negocia con los hombres a la par, tiene carácter”.
Fuente:Perfil

Catalogada como villana por muchos años, hoy es la heroína Victoria Bandi, una empresaria rica y enamorada de su chofer en Dulce amor, que sigue hasta marzo. Según Zampini, que adora hacer de mala, este personaje fue un desafío: “Me requiere a mí cierta atención y trabajo más fino. Las heroínas tienden a ir siempre por el mismo camino. Pero Victoria es muy humana y sensible aunque tiene poder y lo usa bien. Es muy inteligente, negocia con los hombres a la par, tiene carácter”.
Zampini está separada de Pablo Arce, con quien tuvo a Manuel (14). Y aunque admite que no está sola, no quiere revelar el nombre de su nueva pareja. Por Manuel, que a los 6 años le dijo que no le gustaba que fuera actriz, Zampini decide cuidar la exposición de su cuerpo: “No voy a salir en una revista medio en bolas porque tengo un hijo adolescente. No voy a exponer mi vida, porque hay gente alrededor”.
—¿Tu pareja con Sebastián Estevanez en la tira es la clave del éxito de “Dulce amor”?
—Es muy fuerte lo que pasa con Marcos y Victoria, creo que la gente no se va a olvidar de esta pareja en años. Es como lo que me pasó a mí con Carla Lucero, que después de veinte años la gente la sigue recordando.
—¿Cómo se llevan con Sebastián?
—Esta química que se ve, que la gente agradece y que a veces deborda la pantalla fue algo sorpresivo para todos. No tiene que ver con el talento ni con la experiencia. Es algo que sucede. Nos queremos muchísimo. Nos disfrutamos mucho desde que llegamos.
—¿Fue difícil grabar las escenas de sexo?
—La gente las ve como si fuesen especiales.
—¿Es lo mismo que hacer cualquier otra escena?
—Sebas y yo somos muy relajados para trabajar y confiamos mucho el uno en el otro. Nos entregamos y nos divertimos, nos jodemos. En la primera escena de sexo de Marcos y Victoria teníamos la responsabilidad de darle a la gente lo que estaba esperando ver. Se dieron el primer beso en el capítulo cincuenta y tuvieron su primer encuentro sexual en el noventa y pico: la gente estaba ansiando ver algo.
—¿Te sentís actriz de telenovelas?
—No. Me siento una trabajadora. Trabajo de actriz. Empecé en televisión casi sin que fuera mi objetivo y me fue bien en las telenovelas. Es un género que me gusta y conozco muchísimo.
—¿Cómo empezó tu carrera?
—Mi primer trabajo fue para pagarme el viaje de egresados. Con una máquina, les ponía las manijas a unas bolsas de polietileno. Miles y miles de bolsas para ver un peso. Cuando terminé el secundario, supe que quería seguir relacionada con la actuación aunque no fuera mi medio de vida. Tuve una conversación con mi mamá y me dijo que tenía que estudiar. Elegí Diseño Gráfico, me anoté en la UBA pero nunca empecé.
—¿Qué hacían en tu familia?
—Mi mamá es maestra y en ese momento cosía. Mi papá era mecánico, si lo tengo que describir de alguna manera. Pero era un busca. Tuvo desde un almacén hasta una chopería en San Clemente, agencia de autos, bicicletería, taller mecánico, galletitería, heladería…
—¿Qué ambiciones tenés en tu carrera?
—Me encanta actuar, me divierto, amo lo que hago pero no es mi carrera, es mi trabajo. No me importa hacia a dónde va. Yo no estoy corriendo una carrera para llegar a ningún lugar. No tengo ambiciones laborales. La única es poder trabajar y rodearme de buena gente
—¿Y cómo llegaste hasta acá sin ambición?
—Tuve una gran cuota de suerte, no tengo mi vida hecha y muchas veces en que he necesitado trabajar, tuve la fortuna de que me hayan ofrecido buenos laburos. Cuando hice Padre coraje, era un momento en que necesitaba trabajar. Fuera ese o cualquier otro trabajo, iba a laburar. Tuve la suerte de que la novela fuera increíble, que mi personaje fuera precioso.
—¿Qué lugar ocupa el dinero en tus decisiones?
—En mi vida ocupa un lugar de necesidad para vivir; tengo un hijo y una familia. Pero no tengo ambiciones respecto de lo económico tampoco. Hay cosas que necesito, pero si estoy arriba de un auto o de otro que sale el doble, me da lo mismo. Ni siquiera mi búsqueda está en función de eso. Entre un buen proyecto comercial y uno en el que creo que la voy a pasar bien, elijo el segundo.
—¿Qué planes tenés para cuando termine “Dulce amor”?
—Sé que Telefe quiere que me quede y tengo muchas ganas de quedarme. Me siento cómoda, cuidada. Es un canal muy familiar, en el que hacía mucho que no trabajaba.
—¿Estás mejor que en otros canales en los que trabajaste?
—Tiene que ver con los momentos de uno. En este momento mío estoy bien acá, y en otros estuve muy bien en otros lugares.
—Es muy fuerte lo que pasa con Marcos y Victoria, creo que la gente no se va a olvidar de esta pareja en años. Es como lo que me pasó a mí con Carla Lucero, que después de veinte años la gente la sigue recordando.
—¿Cómo se llevan con Sebastián?
—Esta química que se ve, que la gente agradece y que a veces deborda la pantalla fue algo sorpresivo para todos. No tiene que ver con el talento ni con la experiencia. Es algo que sucede. Nos queremos muchísimo. Nos disfrutamos mucho desde que llegamos.
—¿Fue difícil grabar las escenas de sexo?
—La gente las ve como si fuesen especiales.
—¿Es lo mismo que hacer cualquier otra escena?
—Sebas y yo somos muy relajados para trabajar y confiamos mucho el uno en el otro. Nos entregamos y nos divertimos, nos jodemos. En la primera escena de sexo de Marcos y Victoria teníamos la responsabilidad de darle a la gente lo que estaba esperando ver. Se dieron el primer beso en el capítulo cincuenta y tuvieron su primer encuentro sexual en el noventa y pico: la gente estaba ansiando ver algo.
—¿Te sentís actriz de telenovelas?
—No. Me siento una trabajadora. Trabajo de actriz. Empecé en televisión casi sin que fuera mi objetivo y me fue bien en las telenovelas. Es un género que me gusta y conozco muchísimo.
—¿Cómo empezó tu carrera?
—Mi primer trabajo fue para pagarme el viaje de egresados. Con una máquina, les ponía las manijas a unas bolsas de polietileno. Miles y miles de bolsas para ver un peso. Cuando terminé el secundario, supe que quería seguir relacionada con la actuación aunque no fuera mi medio de vida. Tuve una conversación con mi mamá y me dijo que tenía que estudiar. Elegí Diseño Gráfico, me anoté en la UBA pero nunca empecé.
—¿Qué hacían en tu familia?
—Mi mamá es maestra y en ese momento cosía. Mi papá era mecánico, si lo tengo que describir de alguna manera. Pero era un busca. Tuvo desde un almacén hasta una chopería en San Clemente, agencia de autos, bicicletería, taller mecánico, galletitería, heladería…
—¿Qué ambiciones tenés en tu carrera?
—Me encanta actuar, me divierto, amo lo que hago pero no es mi carrera, es mi trabajo. No me importa hacia a dónde va. Yo no estoy corriendo una carrera para llegar a ningún lugar. No tengo ambiciones laborales. La única es poder trabajar y rodearme de buena gente
—¿Y cómo llegaste hasta acá sin ambición?
—Tuve una gran cuota de suerte, no tengo mi vida hecha y muchas veces en que he necesitado trabajar, tuve la fortuna de que me hayan ofrecido buenos laburos. Cuando hice Padre coraje, era un momento en que necesitaba trabajar. Fuera ese o cualquier otro trabajo, iba a laburar. Tuve la suerte de que la novela fuera increíble, que mi personaje fuera precioso.
—¿Qué lugar ocupa el dinero en tus decisiones?
—En mi vida ocupa un lugar de necesidad para vivir; tengo un hijo y una familia. Pero no tengo ambiciones respecto de lo económico tampoco. Hay cosas que necesito, pero si estoy arriba de un auto o de otro que sale el doble, me da lo mismo. Ni siquiera mi búsqueda está en función de eso. Entre un buen proyecto comercial y uno en el que creo que la voy a pasar bien, elijo el segundo.
—¿Qué planes tenés para cuando termine “Dulce amor”?
—Sé que Telefe quiere que me quede y tengo muchas ganas de quedarme. Me siento cómoda, cuidada. Es un canal muy familiar, en el que hacía mucho que no trabajaba.
—¿Estás mejor que en otros canales en los que trabajaste?
—Tiene que ver con los momentos de uno. En este momento mío estoy bien acá, y en otros estuve muy bien en otros lugares.
“La exposición tiene costos altos”
Zampini tiene un hijo, Manuel. Separada desde hace dos años, reconoce estar en pareja nuevamente, con un camarógrafo que conoció grabando Dulce amor.
—¿Cómo se maneja una carrera de alta exposición como la tuya con un hijo de 14 años?
—Manuel es un chico muy especial. Si bien está entrando en la adolescencia, es muy compañero, muy pensante, muy maduro. Tenemos una relación preciosa, de mucha comunicación, como tengo con mis pares.
—¿Cómo se lleva él con tu trabajo?
—Ahora bien. Cuando empezó la primaria, las chicas me veían en la escuela y me pedían autógrafos o lo buscaban en el recreo para preguntarle por mí. En un momento me dijo: “A mí no me gusta que seas actriz”. Le contesté: “Mirá, Manu, vos tenés que pensar que yo soy honesta, que tengo un trabajo digno; y que vos sos vos y yo soy yo. Si no tenés ganas de hablar, no hablás; si te rompen, decís no me rompan”.
—¿Y los besos?
—Un beso hoy en día es nada. Pero sí cuido mucho la exposición que lo puede perjudicar. No voy a salir en una revista medio en bolas porque tengo un hijo adolescente. Yo no voy a exponer mi vida, porque hay gente alrededor mío.
—¿Siempre es fácil tener ese cuidado?
—Yo soy así. Estoy en mi casa porque me gusta, no para que no me saquen fotos. A veces hay mucha tentación de saber que si hacés determinada cosa el camino se te facilita. Pero hay un costo a pagar después. Yo en este momento no puedo ir a determinados lugares, pero la mayoría de las cosas no las sacrifico, directamente no las hago porque no me gustan, como ir a comer afuera. Prefiero comer en mi casa.
—Manuel es un chico muy especial. Si bien está entrando en la adolescencia, es muy compañero, muy pensante, muy maduro. Tenemos una relación preciosa, de mucha comunicación, como tengo con mis pares.
—¿Cómo se lleva él con tu trabajo?
—Ahora bien. Cuando empezó la primaria, las chicas me veían en la escuela y me pedían autógrafos o lo buscaban en el recreo para preguntarle por mí. En un momento me dijo: “A mí no me gusta que seas actriz”. Le contesté: “Mirá, Manu, vos tenés que pensar que yo soy honesta, que tengo un trabajo digno; y que vos sos vos y yo soy yo. Si no tenés ganas de hablar, no hablás; si te rompen, decís no me rompan”.
—¿Y los besos?
—Un beso hoy en día es nada. Pero sí cuido mucho la exposición que lo puede perjudicar. No voy a salir en una revista medio en bolas porque tengo un hijo adolescente. Yo no voy a exponer mi vida, porque hay gente alrededor mío.
—¿Siempre es fácil tener ese cuidado?
—Yo soy así. Estoy en mi casa porque me gusta, no para que no me saquen fotos. A veces hay mucha tentación de saber que si hacés determinada cosa el camino se te facilita. Pero hay un costo a pagar después. Yo en este momento no puedo ir a determinados lugares, pero la mayoría de las cosas no las sacrifico, directamente no las hago porque no me gustan, como ir a comer afuera. Prefiero comer en mi casa.
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