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Ricardo Darín "No vivo la vida como actor"

Ricardo Darín habla de sus convicciones, de sus errores, de Hollywood y de por qué es el intérprete más requerido para policiales como Tesis sobre un homicidio.






Dice la Real Academia Española que sugestionar es, entre otras cosas, "dominar la voluntad de alguien"; "fascinar, provocar admiración o entusiasmo". Dicho esto, he aquí un diálogo con Ricardo Darín, el actor que encuentra en ese complejo arte de la sugestión una de las claves de su oficio. Su cita con LA NACION es en una impoluta sala de un lujoso hotel. Él, casi como en un acto de provocación, llega de remera y zapatillas decidido a hacer de ese espacio algo más familiar. Se sienta distendido, sabe que ésta será la primera de varias entrevistas que le esperan a raíz del estreno de Tesis sobre un homicidio , el film de Hernán Goldfrid, basado en la novela homónima de Diego Paszkowski. Se trata de un thriller con elementos de policial que protagoniza junto a Calu Rivero, Alberto Ammann y Arturo Puig, y que llegará a las salas el 17 de este mes. En él, Darín se pone en la piel de Roberto Bermúdez, un abogado penalista que se obsesiona por esclarecer un brutal crimen cometido en la Facultad de Derecho y que termina por convencerse de que el culpable es uno de sus alumnos.
En esta charla, el hombre que dice no vivir la vida "como un actor" habla de su nuevo estreno, de la relación entre el arte y la justicia, la experiencia de Elefante blanco , las negativas a Hollywood, el presente del cine nacional (y la polémica por las declaraciones de Thierry Frémaux) y esboza las reglas de un juego que conoce como pocos.
-¿Qué te motivó a hacer esta película?
-Me gustó el libro y me gustó Hernán [Goldfrid]. El proyecto en sí me pareció muy atractivo. Hacer un largometraje es una cosa muy difícil, entonces necesariamente tenés que encontrar estímulos que te enganchen para que puedas decir: "voy a dedicarle seis meses de mi vida a esta historia". A mí me cerró por todos lados. Me gustó mucho la historia, conocía a Alberto y me interesó que él pudiera hacer el otro personaje. Después cuando aparecieron Calu, Arturo, todo me pareció ideal.
-Hace unos años que, cada determinado tiempo, aparece un policial encabezado por vos y en esa tendencia se inscribe Tesis... ¿Te despierta un atractivo particular el género?
-No sé cómo funcionan las cosas exactamente. De pronto vos funcionás en un determinado género o te ven funcionar en un determinado género, y te empiezan a llegar más propuestas de eso mismo. Y yo lamento que no me aparezcan más comedias porque yo adoro la comedia, pero la verdad es que no aparecen. Aparecen películas de autor, o películas basadas en novelas, o policiales o películas de suspenso. Y me ando manejando en esas aguas. Supongo yo que en algún momento cambiará. A mí es un género que me gusta. Me gusta porque creo que, casi en el mismo nivel que las comedias, depende de una gran economía de recursos y de no pasarse de rosca. En este caso, me parece que Hernán manejó las cosas muy bien.
-El tema de esta película es el concepto de justicia, ¿creés en ella?
-Sí, claro... Creo profundamente en la justicia, por eso me revelo tanto ante las injusticias. La llave se abre y la pregunta sería: ¿quiénes son los que administran justicia?
-¿Creés en quienes administran justicia?
-En todos no. No me cabe dudas de que hay gente que se levanta todos los días pensando en el bien común y pensando en los demás. Son los menos los que hacen eso. Pero existen y es de quienes dependemos, porque frente a todos los que no lo hacen, afortunadamente, todavía hay gente que, más allá de pensar en su enriquecimiento personal, piensa en cómo se pueden mejorar las cosas para los demás, para la gente.
-Frente a la injusticia, ¿qué lugar ocupa el arte?
-El arte en todas sus expresiones tiene la fabulosa facultad de permitirnos tener distintos enfoques respecto a un mismo punto. Nos alimenta para hacernos creer que la vida es posible de otra forma...Yo creo que el funcionamiento del arte hace sentir que no sólo somos víctimas de una vida desigual sino que hay determinados y distintos sectores en los que esa inequidad no interviene. No puede entrar. Son los lugares en los que nos refugiamos, es la resistencia. El arte es una resistencia.
-¿Y qué pasa cuando el hecho artístico se vuelve mercado? ¿Derrota ese propósito?
-Cuando el arte se rinde ante el mercado está cumpliendo un propósito que no me parece cuestionable ni injusto que es sostener a quienes apoyan y ejercitan ese arte. Pero se vuelve un poco contradictorio en la medida en que está puesto al servicio de algunas de las cosas que critica. Es decir, cuando algo se pone de moda y se convierte en exageradamente popular o masivo, dificilmente esté sosteniendo y resistiendo para defender unas minorías que no tienen voz en el mercado.
-Pero vos sus un actor sumamente popular y, por otro lado, manifestás un interés por interpelar al público desde otro lado...
-Bueno, en ese ida y vuelta, en ese vaivén es donde a veces encuentro razones para sostenerme. Como vos decís, soy un actor popular, reconocido pero también es cierto que me subo a proyectos que no tienen a lo mejor mucha pinta de tener repercusiones masivas, pero me parece que forma parte de lo que tengo que hacer para sostener algo que de otra forma no se podría hacer. Creo que habría que hacer una pequeña distinción entre formar parte del mercado y hacer uso de él. A veces, algunos con cierta solvencia logran hacer uso del mercado sin dejarse intoxicar demasiado. Yo algunas veces lo intento. A veces me sale; otras, no.
Elefante blanco , de Pablo Trapero, fue un film que para muchos significó una ampliación de tu registro, un corrimiento de vos mismo, ¿La evaluás así? ¿En qué te modificó a nivel personal?
-Sí. El proyecto en sí mismo me resultó irritante. No era una cosa cómoda. No era un saco a medida. Después, meterme con cuestiones religiosas me generó en principio una gran incomodidad, una gran alerta. Yo no soy creyente y tuve que meterme en la piel de un tipo que profesa su fe y es alguien que está captando para su creencia y fogoneando una fe. Eso me pareció que debía que tomarlo con mucha prudencia, con mucho respeto y con mucho amor para no ser censor al mismo tiempo que actor... Ingresé al proyecto con todas las atenciones y todas las alarmas encendidas, sobre todo, sobre mí: cuáles eran mis reacciones, cómo iba a funcionar. Tenía muchos prejuicios. Y salí de la experiencia totalmente despojado... Mi paso por la villa, mi contacto con la gente de la villa, con la gente "posta", con los que todos los días se levantan para cambiar la realidad y se encuentran con una pared, eso me modificó definitivamente para toda la vida. Si había algo que quedaba suelto dentro de mi estructura y que no sabía dónde se tenía que acomodar, después de la experiencia de Elefante blanco , sé dónde está acomodado y sé que no me puedo alejar de la gente, que no me puedo alejar del pueblo. Cuanto más sumergidos y más marginados estén, más aún debo estar cerca de ellos. Y esto no es una cuestión religiosa, es una cuestión existencial que poco tiene que ver con lo religioso.
-¿Te decepcionó que no fuera elegida para representarnos en la carrera por los Oscar?
-No.
-¿Te importan los Oscar?
-No, en lo más mínimo. Es mentira también, porque una vez que eligieron a Infancia clandestina , yo quería que le fuera bien. Es esa cosa que nos agarra de querer que nuestro equipo gane, pero no hay que volverse loco.
-Le dijiste que no a Hollywood un par de veces...
-Sólo dos veces.
-¿Por qué?
-Porque no me cerraban los números, querían que hiciera de algo que no estaba dispuesto a hacer.
-¿De qué querían que hicieras?
-De narcotraficante mexicano. No me gusta que desde una producción norteamericana todos los narcotraficantes tengan que ser latinoamericanos. Me parece de una gran hipocresía.
-El personaje de Roberto es un hombre inteligente, pero sumamente centrado en sí mismo y paga un alto precio por sus equivocaciones, ¿cuáles fueron tus mayores errores y qué precio pagaste por ellos?
-Yo soy un ser tan afortunado que he pagado bastante poco por mis equivocaciones. No me enorgullezco de eso. Pero lo destaco porque es digno de hacerlo... No sé qué va a pasar de ahora en más, pero me parece que la vida se encarga de hacerte perder algunos enfoques. Sobrecargás el peso de tu atención sobre cuestiones más emocionales y descargás sobre determinadas cuestiones que a lo mejor son más de índole práctico o vital.
-O sea, que la esencia de tus errores del pasado tuvo que ver con poner más carga sobre las cuestiones prácticas...
-Sí. Esa cosa de creer que estás funcionando sobre el único riel que hay posible. Pequé de soberbio en algunos momentos, de arrogante, intolerante, incomprensivo, ansioso. Hoy estoy como un poco más avivado de quién soy, entonces, no me engaño con facilidad.
-Se repite un cierto patrón en muchos de tus personajes y vuelve a confirmarse en este último: no son hombres que quieren agradar y no caen siempre parados sino todo lo contrario. ¿Es algo que buscás?
-No, no lo busco, pero me atrae cuando lo descubro. Me atrae porque no me creo mucho la de los ganadores. Me gustan más los contradictorios, los que pagan por sus contradicciones.
-¿No te considerás un ganador?
-No. Tal como son concebidos los cánones de los ganadores, seguro que no, porque el ganador ha puesto tanto en ganar que cuando llega el momento de la victoria, se cuelga del alambrado y se lo grita a la tribuna, o se cuelga de la palmera y se encarga de marcar la diferencia entre ganadores y perdedores. Yo tengo tan desdibujada esa línea, porque no sé exactamente qué es la victoria. No sé exactamente qué es la pérdida y la ganancia. Me parece que es muy arriesgado hablar en esos términos. En algunos casos, me parece hasta un atrevimiento.
-¿Te queda algo pendiente como actor?
-No, como actor no me interesa nada. No vivo la vida como un actor. No sueño con un personaje determinado: "Yo hasta que no haga Ricardo III no voy a vivir en paz"[ríe]. No me importa en lo más mínimo. Estoy más aquí y ahora. Aparece algo que me interesa y me entusiasmo como un chico. No me pasa eso de: "Yo lo que quiero es ser Hamlet". No me pasa.
-¿La actuación permanece en el plano del juego hasta hoy?
-Debe serlo, porque si no es una tortura. No tengo ambiciones personales en términos de ganar más reconocimiento, dinero?Me gustaría servir un poco más, ayudar a personas que necesitan ser ayudadas. Seguramente mi vida está enfocada hacia ese lado en lo venidero.
-¿Querés implicarte más con los otros?
-Sí, cada vez más, vamos a ver si me sale, porque también es cierto que soy muy calculador. Soy de medir los pasos a dar. No me perdonaría jamás dar un paso equivocado y revisar y darme cuenta de que no lo había analizado.
-El Chino, tu hijo, inició su camino en la actuación hace ya un tiempo. ¿Qué le aconsejaste?
-De todo. Pero, básicamente, todo confluye en un punto que es muy difícil de capturar, que es no olvidarse de que esto es un juego. Cuando le ponés más carga que la que debe tener, te equivocás y si le ponés menos, también te equivocás. Es un juego que tiene que funcionar como tal. Estás jugando a ser otros tipos todo el tiempo. Vos te involucrás porque, por supuesto, tenés una carcasa y una humanidad que sometés a ese juego pero no te podés olvidar de que es un juego. El oficio se nutre de ese juego y no te podés llevar ese juego a tu casa. Es altamente tóxico si llevás el juego de convertirte en otra persona a tu casa. Eso no se hace.
-¿La actuación comprende a la seducción como herramienta necesaria?
-Sí. De alguna forma, podríamos llegar a la conclusión de que no, de que no en todos los casos es lo mismo, pero aún pretendiendo no gustar, estás pretendiendo que alguien acepte algo que vos proponés y en sí mismo eso es una forma de seducir. Quiero que pienses lo que yo quiero que pienses... Más que de seducción, hablaría de sugestión.
-¿Qué reflexión te merece la frase de Thierry Frémaux: "El cine argentino se ha suicidado"?
[Ríe] -Yo creo que es un hombre muy inteligente, a quien conozco, y que sabe un huevo de cine. Si dijo eso, por algo lo dijo. Yo supongo que habrá quedado duramente afectado por una experiencia de haber visto, por necesidad y obligación, tres, cuatro, cinco películas argentinas al hilo que le cayeron mal y que habrá dicho: "Estos tipos no se dan cuenta de que tenían que ir para el otro lado y agarraron éste". Supongo que le debe haber pasado eso.
¿Tuviste esa misma sensación con una seguidilla de películas argentinas que viste?
-Él lo dice por acumulación. Es una persona que por el rol que ocupa y la posición, está de alguna manera en el cruce de todas las líneas y ha visto una sobrecarga de cosas que le indicaron eso que dijo. No es mi caso. Yo no veo las películas que huelo que no me van a gustar. Veo las que huelo que sí me van a gustar. A veces me equivoco. Lo que lamento es que las que huelo que no me van a gustar, cuando las veo, no me gustan. Ya de antemano tienen parámetros y señales de que "vamos a hacer lo mismo". No está mal. Tiene que haber diversificación. El cine tiene que ser de amplio espectro. Incluso las películas malas son necesarias. El tema es sobrecargar. Es decir, "macho, ¿otra vez vamos a hablar como si estuviéramos en una quesera, con ciertas impostaciones que ya no responden a nada?". No sé qué le habrá pasado a Thierry, pero lejos de ofenderme, que es una costumbre argentina muy en boga de decir "mejor que hable del cine francés", me podría pensar por qué un tipo que ve tantas películas dice eso. Un tipo que, además, ama al cine argentino, ¿por qué dice eso? Nosotros no elegimos ese camino. Elegimos ofendernos.
-Integraste algunas equipos memorables, ¿qué fórmula repetirías?
-No sé si es una fórmula, pero me gustaba mucho lo que hacíamos en televisión en Nosotros y los miedos y en Compromiso . Hablábamos de lo que nos pasa a las personas sin una dirección política e ideológica. Lo que poníamos sobre la mesa eran nuestras contradicciones y nuestra falta de profundización en algo tan necesario como el ser seres humanos viviendo en una comunidad. Eso me gustaba, ese equipo. Si pudiera fogonear algo para que se vuelva a producir, lo haría.
-¿En TV necesariamente?
-Es el formato ideal. Porque lo más interesante de esos programas es lo que producían en la calle durante toda la semana. La gente estaba toda la semana discutiendo el capítulo que se había puesto al aire y generaba tantas opiniones como puntos de vista tuviera y nunca eran del tipo "enfrentamiento encarnizado". La divergencia entre las opiniones nunca olvidaba que la raíz era amable y amorosa. Era más científicamente explorador que nacionalmente guerrero.
-¿Oportuno para este momento?
-Muy. No sé si están dadas las condiciones en este momento. Ya me estoy imaginando un blog donde aparecen unos tipos diciendo: "¿Por qué no se meten el programa en el ..?", en vez de tratar de analizar el tema.
-¿Cuáles son tus proyectos para este nuevo año?
-Voy a armar un blog [ríe]. Voy a hacer teatro: Escenas de la vida conyugal , de Bergman, con Valeria Bertuccelli, dirigidos por Norma Aleandro, en el Maipo.
-¿Y en cine?
-En cine tengo dos cosas que debería cumplir, pero vamos a ver. Tengo una que haré en una semana o diez días de agosto, que es un proyecto con un amigo al que quiero mucho.Va a ser una ópera prima a pesar de que él ya filmó. Y después hay otra cosa que anda circulando. Mi plan era hacer solo teatro, pero no lo puedo sostener. Soy querendón, después me meto en unos quilombos infernales.
La Nacion

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