El miércoles se estrenará en el Lola Membrives La celebración, obra adaptada del film de Thomas Vinterberg, que reúne a los dos actores chilenos en un proyecto ambicioso que tiene mucho de sueño cumplido
Tiempo atrás, dos jóvenes chilenos se fueron a vivir juntos. Compartían sus alegrías, sus primeros pasos en la profesión y sus secretos. Estudiantes de ingeniería, Vicuña y Valenzuela formaron luego su propia familia, pero conservaron aquel vínculo tan estrecho, casi genético, y sus hijos menores, ambos nacidos en 1978, repitieron la historia. Benjamín y Gonzalo construyeron, en 2001, su independencia en un hogar un tanto más hippie que el de sus padres, con sus perros y un tercer amigo: el teatro.
Ambos festejan hoy la reunión, a miles de kilómetros de Santiago, y se convierten en anfitriones. Se disculpan por el desorden del escenario, como si fuese el living de su casa. "Hoy recibimos las mesitas ratonas, dice Gonzalo Valenzuela, que llegó en moto al Lola Membrives. "Gracias por venir. Tenemos tiempo para charlar", dice, con lo que da la bienvenida con acento aporteñado Benjamín Vicuña.
El miércoles estrenan La celebración , dirigida por Luis Romero ("Indio"), pieza teatral basada en la película homónima que dio origen al Dogma 95 (ver recuadro), con Osvaldo Santoro, Beatriz Spelzini y Juana Viale. Los actores chilenos, además, producen esta pieza, con su productora Centro Mori, junto con Fénix Entertainment Group.
Cómplices, casi hermanos, juntos se sienten protegidos y más fuertes frente a un texto "cruelmente bello", como define Vicuña, ante cientos de espectadores, pero también frente a un periodista de espectáculos, agotados de un continuum de versiones, rumores y secretos que se ventilan sobre su vida sin piedad. Podrían evitar hablar de sus familias y de sus parejas, tan famosas como ellos. Pero no hay tabúes para esta rara avis que combina a dos de las estrellas más renombradas de Chile, con su costado cool y deportista, con el de empresarios, galanes, amantes del aire libre y padres de familia. Vicuña destaca el trabajo de Carolina Ardohain ("Pampita") en el vestuario de la obra, y Valenzuela, el de Viale: "Compartir el escenario con ella y ver a nuestros hijos saltando en las butacas es un sueño cumplido".
UNA OBRA SOBRE EL ABUSO
Un brindis desata una tormenta. En la fiesta del sexagésimo cumpleaños del patriarca Hansen, uno de sus hijos alza su copa y toma la palabra. La familia festeja, aunque hace poco ha sufrido una tragedia. Para Vicuña, en La celebración , la familia aparece como metáfora de la sociedad, con elementos del thriller psicológico.
"Lo genial de este texto es que se centra en el momento en que la verdad empieza a emerger. Nadie sabe si un personaje es real o no, si está delirando Y no te puede dejar indiferente en términos narrativos, es muy poderosa. Son pocas veces las que una versión teatral puede superar al texto original. Esta es sublime", opina Vicuña.
El abuso y el incesto están latentes, a la caza de sus presas y en las cadenas de sus víctimas. Valenzuela desea que esta obra ayude a reflexionar sobre un tema aún vigente y produzca un impacto: "En Chile, donde la montamos meses atrás, se estaba dando al unísono un debate con un caso de un abuso ligado a la Iglesia", agrega.
Egresados de la Academia de Arte Dramático, hablan de los personajes con resabios chejovianos y de la recurrencia de "matar al padre", propia de Hamlet, que reverbera en este texto.
NÓMADAS Y EMPRESARIOS
No tan lejos quedaron las clases de actuación. Formar parte, primero en el deporte, y luego en el teatro, fue un bálsamo para que Vicuña superara su timidez crónica, según confiesa este hombre casado con una sex symbol nacional. Hay algo de cierto en este actor al que nunca se le desdibuja el hoyuelo, una especie de titubeo antes de empezar cada oración (aunque en su tarea de embajador de Unicef en Chile, dice, jugando con lo coloquial, que se la cree bastante). Valenzuela, en cambio, es verborrágico, y se ríe de sí mismo. "Nuestro primer trabajo fue en televisión, en una tira espectacular llamada Piel canela, y luego una película, La peor talla . Las dos tenían algo en común: no las vio ni mi abuela", dice, y se ríe mientras brinda con una gaseosa light .
Vicuña y Valenzuela se propusieron tener un espacio propio y dieron finalmente con una casona antigua, hoy bautizada Centro Mori, ubicada en el barrio chileno de Bellavista, frente a la plazoleta del pintor Camilo Mori. Hoy, seis años después, es un complejo con cuatro salas, y una productora audiovisual que promueve documentales y ficción (como un especial sobre Haití, Humanos en el camino y Karma , un unitario sobre sexo, con Valenzuela, ambas para Chilevisión). "Nos costó mucho que fuese rentable. Este modelo de gestión cultural no era común en Chile. No teníamos cancha en eso; perdíamos plata, hasta que se incorporó un tercer socio, que nos ayudó a administrarla", recuerda Vicuña. Con esta productora, además, importaron obras argentinas a su país, como La omisión de la familia Coleman y Tercer cuerpo , de Claudio Tolcachir, El regreso al monte Morgan , de Daniel Veronese, y ¿Estás ahí? y Criminal , de Javier Daulte.
Hay algo del público argentino, de la cultura argentina, que admiramos. La cantidad de teatro que se consume y los actores que nos marcaron. Aprendí qué era la poesía a partir de los temas de Charly García. Creo que, como chilenos, también tenemos que ayudar a difundir a nuestros artistas", dice Vicuña. Y con La celebración podrán hacerlo, en vivo y en directo.
Ellos se sienten familia. Se acompañan en el escenario, en su empresa, en este exilio elegido y en su vida nómada. No posan, el vínculo es genuino. Vicuña fue uno de los primeros en llegar a la clínica cuando Juana perdió a su bebe, en mayo pasado. "Nuestros hijos tienen la misma edad. Posiblemente sean amigos en el futuro. Como lo fueron nuestros padres y como lo somos nosotros", dice Valenzuela quien admite que repite en la educación a su hijo tics y valores de su progenitor ya fallecido ("Sigo estando enamorado de él y agradecido"). ¿Existe algo más privado que hablar sobre las emociones propias? ¿Existe algo más auténtico que expresarse sobre el dolor y la sangre?
Figuritas difíciles, llamémoslas, de un álbum que no tiene premio para canjear, mezclan en su diálogo a Brecht y a Hamlet, con referencias a sus propios padres y a sus hijos. Conocen los límites entre el show y lo privado. Hasta ahí llegan. Que digan lo que quieran. Lo demás es silencio.
UN BRINDIS NUMEROSO
Además de la popularidad de un personaje perverso como el que interpreta Vicuña en la exitosa Herederos de una venganza, y los villanos que encarnaron Juana Viale, en Malparida, y Valenzuela, en Un año para recordar, el elenco de La celebración constituye otro gran atractivo. Osvaldo Santoro, un experto sobre las tablas, y Beatriz Spelzini, quien brilló en el unipersonal Rose, dirigida por Agustín Alezzo, son dos de los actores más prestigiosos de su generación. Antonella Costa y Silvina Acosta también integran la familia Hansen, y las acompañan José García Marino, Mara Dopaso, Alejandro Rattoni, Julián Caisson, Ricardo Rueda, Alberto Morle, Ayelén Varela, Miriam Alvarez, Adryana Barón, Carlos Said y Pía Sánchez. Luis Romero ("Indio"), director y maestro de actores, fue el responsable de dirigir a Luis Brandoni en El regreso del tigre, de Luis Agustoni, y en El hombre inesperado, de Yasmina Reza. También de esta última autora francesa, Romero montó Tres versiones de la vida, con Luis Luque y Fernán Mirás.
Nota:La nacion
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