La actriz habla de su fascinación por el teatro infantil, de sus inicios en “Montaña rusa”, de su formación posterior en Londres y de lo que quiere para su presente.
Mi mamá y mi abuela me llevaban al teatro de la Cova, en San Isidro, a ver las obras de Hugo Midón o de Héctor Presas.
Me gustaban mucho las historias y las canciones de Midón, y también la alegría y el brillo que tenían sus espectáculos Eso me llamaba tanto la atención que después, durante el año, revivía su show porque me compraban el casete a la salida del teatro y no paraba de escucharlo en mi casa. Cantaba y bailaba todas las canciones, porque me las sabía de memoria.
Yo corría desde Santa Fe hasta Mansilla para llegar a las clases de Midón, donde me anotó mi mamá.
Eran momentos que disfrutaba mucho. En la primera clase me acuerdo que puso un casete con sus temas y los chicos estaban haciendo ejercicios de expresión corporal y para mí fue entrar al paraíso, porque compartía lo que me gustaba con otra gente. Además, recuerdo que la muestra de fin de año era el día más importante del mundo para mí. Hacíamos escenitas, una historia entera o canciones de Vivitos y coleando . Hugo, a veces, era muy distraído como maestro. Había muchos chicos y era difícil que recordara lo que hacía cada uno específicamente. Pero cuando hice La Bestia en la luna , me enteré, por otra gente, que él estaba muy orgulloso de mí. Decía “Mirá a Malena, empezó de muy chica y traía luz propia, eso es algo que ningún maestro puede colocar en una actriz ”. El vino a ver La Bestia...
, pero no pudo entrar porque estaba llena la sala. Y lejos de enojarse, se puso contento del éxito que tenía.
Cuatro actrices nos fuimos a estudiar con Cristina Banegas . Juntas hicimos una muestra de trabajo en su estudio. Ahí fue donde me vio Patricia Beber, una productora que estaba buscando adolescentes para Montaña Rusa . En la muestra hacíamos un cuento de Fontanarrosa, sobre un hombre y una mujer en un bar. Yo estaba vestida con tacos altos, muy provocativa. Beber me pidió que vaya vestida así al casting, pero me dio vergüenza y decidí ir normal. Y quedé. Toda la primera etapa en Montaña rusa fue muy dura para mí. De hecho mi personaje hablaba rápido, causaba risa por su torpeza. En el fondo, así fue cómo revertí, para el lado de la comicidad, los nervios que sentía frente a cámara.
Cuando terminé las grabaciones de “Jesús el heredero” me sentía agotada, con la sensación de que tenía muy poco para dar.
Y decidí tomarme un año para formarme, en Londres, en teatro Isabelino. Estuve en un curso donde arrancábamos a las diez de la mañana y estábamos hasta las seis de la tarde. Por la noche, cada seis meses, montábamos distintos textos clásicos. Era claramente la extranjera, por el acento de mi inglés que era fluido, pero hacía ruido en ese contexto. Entonces, haciendo uso de esta cualidad, traté de sacar provecho de mi diferencia. Cuando volví, sentí que estaba llena de información y la fui digiriendo de a poco. En general, ese curso me ayudó a tomar más riesgos, porque estaba más segura como persona y como actriz.
A Julio Chávez también lo considero un maestro muy importante en mi carrera.
En sus clases hacíamos improvisaciones sobre cuentos y otros materiales. Julio tiene un método, por lo menos en la época en que trabajé con él, donde le brinda mucha importancia al análisis de textos. Eso me sirvió muchísimo porque, además del trabajo de mesa, exponíamos los conflictos y las fuerzas antagónicas de una obra. Como actriz ese ejercicio es muy importante, porque te devela dónde estás parado.
Creo que el estilo de vida que lleva un actor de tele, si no lo sabés medir, resulta contraproducente.
En su momento, como empecé muy joven, me cansé de una escala de valores en la que importa mucho si manejás tal o cuál auto, si gastás mucha plata en ropa o en qué peluquería te cortás el pelo. Todo eso lo viví y fue muy bien parodiado en la miniserie Todos contra Juan . Me parece que es importante ser fiel a uno mismo y eso lleva, inevitablemente, a plantear una imagen acorde a lo que sos en realidad. Es muy difícil lograrlo. Hablábamos mucho con Alberto Segado acerca de la dificultad de ser coherente en el medio, ya que uno tiene que pagar el alquiler y, en nuestro país, resulta complicado porque de la cultura generalmente no se puede vivir. En ese sentido, le agradezco mucho a la televisión, porque me financió toda mi carrera. Ahora, después de un descanso, creo que tengo algo nuevo para aportar, una expresión única como todas las personas.
Clarin
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