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Rodrigo de la Serna: "Siempre me interesó más el trabajo que la fama"

Brilla en el cine, la TV, el teatro y hasta en la música. 2011 lo consagró como uno de los mejores actores de su generación.







 A los 35 años ofrece una mirada sobre sus papeles, la paternidad, el país y la popularidad
Lo tengo bastante deforme -dice Rodrigo a la vez que pasa la mano sobre su cabeza frente al espejo-. Después que terminé con Lombardo (el personaje de la serie El puntero) me pelé la mitad de la cabeza, porque ya la otra mitad la tenía pelada. Y ahora el pelo creció, así, medio deforme. Creo que ya estamos en un buen momento para volver a la peluquería."
A pesar de ser un firme devoto del perfil bajo, a De la Serna no le queda otra que reconocer que 2011 fue un año como pocos, el año que lo consagró definitivamente como uno de los mejores actores de su generación. "Fue un buen año en el que se dieron grandes cosas", asegura, y no es para menos si uno piensa que le puso la piel al mismísimo San Martín en Revolución. El cruce de los Andes; que exploró el universo boxístico en Contra las cuerdas, la ficción de Canal 7; dio vida a Lombardo en El puntero, el ciclo que emitió El Trece, y que en teatro aún hoy continúa poniéndole el cuerpo a Dani, un policía intolerante en una de las piezas más aclamadas de la calle Corrientes, Lluvia constante.
"Esta es la parte buena de la profesión -confiesa-, pero no siempre es así. Tenés altos y muchos bajos. Hay épocas en las que trabajas para pagar la olla. Es importante no subirse a la cresta de la ola."
-Que hoy seas el actor del momento seguramente te ayuda a cotizar mejor. ¿Importa el dinero?
-Recién ahora empiezo a reconocer que es un factor gravitante. Es una energía para tener en cuenta también. En realidad siempre lo supe (dice con una sonrisa pícara), pero no lo decía para hacerme el artista. Viste que queda bien.
Fue en un taller de teatro donde Rodrigo encontró todas las herramientas para convertirse en actor. Su formación se valió del intenso trabajo en el teatro independiente. "Lluvia constante (la pieza que dirige Javier Daulte) es mi primera experiencia comercial -asegura-. Hasta podría decirte que se trata de mi primera experiencia profesional, porque hice teatro de los 12 a los 19 años de una manera vocacional, muy lúdica."
Fue con la Escuela del Caminante que dio sus primeros pasos. Allí ingresó a los 12 y recorrió buena parte del conurbano haciendo teatro off. "Lo último que había hecho era la pieza de Pinter El cuidador (en 1999), en un sótano de Monserrat que transformamos en una salita con unos amigos actores."
Convencido de que el teatro es un camino en sí mismo, De la Serna dice que su base son las tablas. "Es lo que transpiro."
-Recientemente tu hija (Miranda, de su relación con la actriz Erica Rivas, se separaron en 2010) debutó en este universo con Antes del estreno, la película de Santiago Giralt. Todo indica que va a seguir los pasos de mamá y papá. ¿Le hablás de los pros y los contras de la profesión?
-Fue genial verla trabajar, acompañarla en el rodaje (Rodrigo actuó en la película). Me sorprendió lo rápido que entendió las indicaciones de Santiago, como asimiló el conocimiento. Logró hacer transiciones increíbles en un mismo plano. Resulta fascinante la capacidad de esa niña. Es una luz, una belleza. La verdad es que estoy muy orgulloso de mi hija y la voy a acompañar en lo que decida. Si quiere ser actriz y dedicarse a esta profesión, con todo gusto su madre y yo estaremos a su lado. Ella sabe muy bien de qué se trata. Ahora está viendo lo bueno de esta profesión, pero también sabe que es un trabajo muy alienante, estresante y muy demandante anímicamente. Lo importante es que sepa que detrás de todo laburo hay esfuerzo. Es triste ver que muchos sólo buscan ser famosos.
-¿Quisiste ser famoso alguna vez?
-Sí, cuando era chico. No sé si quería ser famoso. Lo que si recuerdo es que una vez vi a Federico Luppi en un aeropuerto y pensé qué groso este chabón. Tenía 9, 10 años y me impactó eso de encontrarme con alguien conocido. Me llevó a fantasear acerca de su vida. Pero por suerte me interesó mucho más el trabajo que ser famoso.
-¿Y la popularidad cómo se maneja?
-Es parte de mi vida. Convivo con ella. Agradezco cuando la gente se acerca con cariño y respeto. En el teatro uno tiene una devolución inmediata, ya sea con los aplausos o con los tomates que te tiran. Terminada la función sabés qué es lo que le pasa al otro, en cambio con la tele y con el cine eso no sucede, entonces es lógico que te paren por la calle. Es natural que esto suceda, por más que uno no quiera y reniegue. Los actores que hacemos cine y televisión tenemos que estar conscientes de ello.
-Pero la popularidad no viene sola. Muchas veces el ser conocido trae consigo la invasión a la privacidad.
-Ese ya es otro tema. La intimidad de las personas hay que respetarlas y claramente hay límites que no deberían cruzarse. Una cosa es hablar de trabajo y otra que te metan una cámara en tu casa.
SER MARGINAL
"Gitano, ehh, lo que necesité eh., 24 horas eh"
"Mamita, yo quiero tener guachines con vos."
"Qué hacé, todo piola?"
Son varias de las frases de Lombardo, el barrabrava adicto a las drogas que Rodrigo dio vida en El puntero, que traspasaron la frontera entre la ficción y la realidad. "Lombardo representa a una generación de pibes que viven al palo, siempre al borde de la cornisa."
-La intensidad con la que el público aceptó a Lombardo resulta más que curiosa...
-Pocas veces me pasó algo tan intenso. Se dio una devolución muy fuerte, fue una especie de retroalimentación en varios sentidos. Me permitió atravesar varias facetas, porque se trató de un personaje muy complejo, con muchas aristas.
-Los personajes marginales parecen sentarte más que bien. ¿Son los que más te seducen?
-Parecería ser así, pero no lo es. No siempre me meto con este tipo de personajes. De hecho, con Lombardo fue la primera vez que indagué en un tipo tan al límite. El de Okupas (la miniserie escrita y dirigida por Bruno Stagnaro) era un pibe de clase media y el de Sol negro era un chico de familia acomodada. Ambos por distintas razones quedaban metidos en un submundo. Y ahora se dio con Lluvia constante, donde está Dany, que es una especie de Lombardo, pero con placa.
-¿Hay riesgos de estereotipar?
-Claro que sí. El problema es cuando sólo nos detenemos en la marginalidad del personaje, porque si sólo se trata de eso estamos discriminando la pobreza, estigmatizando a miles de personas. El mayor desafío es no caer en el estereotipo, porque ahí perdés el respeto. Hay que conocer un poco la humanidad de toda la gente para poder interpretarla.
Compromiso social. Rodrigo es uno de esos actores que transita por diversos caminos sin perder de vista lo que sucede a su alrededor. Las experiencias propias y de otros no sólo enriquecen su vida desde el costado humano, sino que lo ayudan a construir personajes más reales, más humanos. "No es algo que busque conscientemente, no pienso hago esto porque tiene tal bajada de línea. No elijo mis trabajos en función de eso -asegura, aunque no resulte del todo creíble-. Obviamente es una parte importante de toda puesta artística la de querer sacudir al espectador; es hasta una consecuencia natural, porque no sólo se trata de llamar la atención al otro, sino también a uno mismo. Lo más interesante es que el espectador completa la mirada, como nos sucede día a día con Lluvia constante. En cada función, la reacción es diferente."
-Como lo que sucedió con San Martín. La repercusión de Revolución, el cruce de los Andes, la película de Leandro Ipiña, puso al héroe de la Patria en el eje de un interesante cruce de ideas.
-Fue sorprendente la repercusión que tuvo la película. Aún tengo la camiseta puesta. Está claro que la figura de San Martín es muy convocante y a pesar de no haber tenido la publicidad que se merecía fueron más de 300 mil personas a verla. El boca en boca funcionó muy bien y despertó un rico intercambio de ideas. Creo que esto fue posible porque se dio en un contexto social más que interesante. Los pibes se movilizaron con la película y se interesaron. Se estrenó en un contexto social histórico para nuestro país y para el continente. Pensá que la figura de San Martín es continental, él creía en la fuerza de la unión latinoamericana.
-¿Creés que hoy hay una fuerza latinoamericana?
-Se está trabajando en ella, hay que ver hasta dónde se sostiene, cómo la mejoramos. Si pensamos en lo que ocurría en los años 90 (su adolescencia transcurrió en esa década) con Menem, Collor de Mello y Fujimori, podemos decir que hoy transitamos por una coyuntura totalmente diferente. El sueño sanmartiniano, el de la unión sudamericana es hoy un poquito más cierto y tangible que hace 20 años.
La música fue para Rodrigo una búsqueda de identidad, un camino que transitó y que le permitió indagar y hacer frente a otras exploraciones. "Es un tema muy importante para mí, en realidad para este país sobre todo -reflexiona-. Las identidades siempre fueron un poco negadas. Uno piensa en los hijos de desaparecidos y en cuestiones culturales como las que están relacionadas con los pueblos originarios y los afrodescendientes... Con la música ejercí un poco de militancia."
Siempre estuvo latente en su vida "como una banda de sonido. En casa siempre hubo buenos discos". A los 18 años comenzó a estudiar guitarra con Gustavo Mozzi. "Me entusiasmé mucho y prosperé rápidamente. Me apasioné y buceé en la música rioplatense. Con esa base, encontré en el camino gente con las mismas inquietudes." Al pasar el tiempo armó el sexteto El Yotivenco (conventillo al revés), donde presentó un repertorio que iba desde Gardel y Rivero hasta Piazzolla, más creaciones propias, y lanzó su primer disco en 2007. "Llegamos a tocar en el Tasso, hicimos giras por México, Brasil, Uruguay y por el interior. Fue un ensamble maravilloso."
-Esa búsqueda de identidades encontró en Diarios de motocicleta un buen disparador. Cincuenta años después volvieron a hacer el mismo viaje del Che y Granado a bordo de La Poderosa.
-Un viaje que todos deberíamos hacer, una oportunidad única de mirarnos a nosotros mismos. Poder ver el pasado y el presente es único.
PONER EL CUERPO
"De eso se trata la actuación -aclara rápidamente-, de ponerlo todo. Quizás en mi caso lo exagero (dice entre risas), pero hay que manifestarse."
-No hay dudas de qué ponés el cuerpo. Sólo basta ver tu trabajo en Lluvia constante y en Contra las cuerdas...
-En Lluvia... la demanda física y emocional es muy potente. Con Joaquín (Furriel) estamos arriba del escenario los 90 minutos que dura la obra. La puesta es muy vertiginosa, brutal. Pasás de cero a mil en muy corto plazo. Y en Contra las cuerdas literalmente pusé el cuerpo (fue un boxeador).
Entre las asignaturas pendientes en la vida de Rodrigo está la de encarnar a Ringo Bonavena, proyecto que luego de tantas idas y venidas, se frustró.
-¿Quedaron secuelas del intenso entrenamiento?
-Mi fisonomía cambio (vuelve a mirarse en el espejo, esta vez se centra en su nariz). La fotografía de mi rostro es otra. Me partieron la ñata varias veces. También cambiaron mis manos. Los músculos ya desaparecieron (simula el clásico gesto de Popeye). Pero pude sacar provecho del entrenamiento en Contra las cuerdas.
-Tu entrenador (Charly Rodríguez González) dijo que estabas listo para hacer una pelea amateur.
-Estuve a cuatro días de mi debut. Estaba como loco, pero se suspendió. Iba a ser en Balcarce. Igual agradezco haber descubierto ese mundo, es otro universo. Es un deporte brutal, es cierto, pero a la vez es una herramienta de contención social muy importante. Y esto no lo digo porque sí. Es algo que vi, que vivencié, que experimenté. Es un deporte que exige que lo pongas todo. No tolera el cigarrillo, el alcohol, las drogas. Detrás del boxeo no sólo hay cuestiones deportivas, sino hasta filosóficas. Como siempre caemos en el estereotipo del boxeador, del tipo golpeado, que es un idiota, pero no es así. Hay quienes saben retirarse a tiempo. Mi profe (es entrenador de varios famosos) es costarricense y pasó por la indigencia, hoy tiene un gimnasio y ayuda a los pibes de la villa. De hecho les exige el boletín. Si tienen buenas notas, entran. Conozco historias de chicos que tenían un destino de marginalidad y el boxeo les torció ese destino.
A pesar de haber crecido en el Bajo Belgrano, Rodrigo revive en imágenes y olores los días vividos en casa de su abuela en Villa Giardino, Córdoba. Fue entre sierras donde cosechó a los amigos de toda la vida y dio su primer beso. Aquel paisaje le brindó tranquilidad y una paz que más tarde buscó junto a su ex mujer, Erica Rivas, en Ingeniero Maschwitz, donde vive hace más de seis años, lejos del mundanal ruido de la ciudad. "Córdoba influyó en mi vida. Todas las vacaciones de mi infancia y adolescencia las pase ahí -recuerda-. Para mí es sumamente importante el contacto con la naturaleza."
Esa huella está presente en su presente y en su preocupación por el futuro de las tierras, no sólo de las que lo rodean, como los bañados en la zona de Escobar, sino aquellas que se ven amenazadas por la minería, la soja y el desmonte salvaje e indiscriminado. Su preocupación lo lleva a interiorizarse en esta dolorosa problemática voraz que golpea nuestro presente y futuro. "Debemos volver a escuchar a los pueblos originarios, ellos son los que tienen la voz ancestral, los que aún siguen en contacto con la fuerza de la naturaleza -reflexiona-. En cambio, nosotros estamos atontados con las luces de las ciudades y no somos conscientes de lo importante que es cuidar el aire que respiramos, la tierra que sembramos, el agua que tomamos. Sólo basta detenernos y mirar a nuestro alrededor y preguntarnos qué queremos".
En marzo, Rodrigo volverá a estar presente en la pantalla del canal Encuentro -anteriormente lo hizo con el ciclo Tocá madera- con un programa que tendrá como eje la vida de adolescentes, entre 13 y 18 años, de todo el país. Se trata de microprogramas presentados por De la Serna, donde se podrán conocer a jóvenes argentinos que contarán acerca de sus pasiones, vocaciones,cultural y nuevamente de identidad, un tema en el que me gusta seguir explorando."

El otro proyecto es el que lo volverá a unir a Javier Daulte (director de Lluvia constante), sólo que esta vez en televisión. Se trata de un unitario escrito por Daulte y dirigido por Daniel Barone (El puntero) que tendrá por título Tiempos compulsivos y que se verá en el segundo semestre del año por El Trece. De la partida serán -según se rumorea- Germán Palacios y Carla Peterson. "Estoy entusiasmado con la idea -anticipa-. Voy a encarnar a un mitómano compulsivo grave, con ciertas particularidades. Todavía se está definiendo, pero el hecho de que estén Javier y Daniel resulta sumamente atractivo."
En teatro continuará con las funciones de la exitosa Lluvia constante, en el Paseo La Plaza. "La adrenalina no baja nunca con esta obra -reconoce-. Con Joaquín compartimos escenas de mucha emotividad y brutalidad. Estoy feliz de haber vuelto a las tablas con esta obra donde se juega permanentemente la lealtad y la traición."
Data personal
Nació el 18 de abril de 1976 como Lionel Rodrigo de la Serna Chevalie, de padre ingeniero y madre profesora de arte. Es primo segundo del Che. Creció en el Bajo Belgrano. A los 12 años se topó con un taller de teatro que le cambió la vida. Está separado de la actriz Erica Rivas, con la que tuvo una hija, Miranda, de 11 años. Vive en Ingeniero Maschwitz.
Primeros pasos
Su formación se la debe al teatro independiente. Jorge Guinzburg lo recomendó para hacer un casting en TV. Pronto llegó Cibersix, Naranja y media, Son o se hacen, Campeones, Calientes y Vulnerables. Con Okupas (2000), el ciclo de Bruno Stagnaro, llamó la atención como Ricardo Riganti. El primer premio Martín Fierro lo consiguió por su papel en Sol negro (2003). Los otros dos premios fueron por Hermanos y detectives (2006) y por Lo que el tiempo nos dejó y Contra las cuerdas (2010). En cine sus trabajos más destacados fueron Diarios de motocicleta (2004), de Walter Salles, donde interpretó a Alberto Granado, y Crónica de una fuga (2006), de Adrián Caetano. También se dio el gusto de ser dirigido por Francis Ford Coppola en Tetro (2009).
2011: un gran año
Participó en tres películas: Revolución. El cruce de los Andes, donde interpretó a San Martín; Mía, de Javier Van de Couter, y en Antes del estreno, de Santiago Giralt, junto a su hija, Miranda, y su ex mujer, Erica Rivas. En televisión dio muestras de su talento en la ya nombrada Contra las cuerdas y en El puntero. El personaje de Lombardo pegó tanto que participó del video del tema El nervio popular, del músico El Chávez.
Compromiso e identidad
Con el Yotivenco, su agrupación musical, indagó en la música rioplatense. Esta misma pasión lo llevó a conducir Tocá madera, programa que rescató la música popular por el canal Encuentro.
Junto al colectivo cultural, una ONG que funciona en Ingeniero Maschwitz ( www.colectivo-cultural.com.ar ) trabaja codo a codo para fomentar todas las expresiones artísticas. Entre las tantas tareas realizadas recuperaron el viejo Cine Gloria de la localidad.

La Nacion

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