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Guillermo Francella y Nicolas Cabré: Dos ladrones bastante torpes

El jueves se estrena “¡Atraco!”, la película que rodaron en España y los tiene como protagonistas. Una trama que mezcla joyas y peronismo.


                               







Madrid, 1956. En plena España franquista, cuando la propaganda oficial indicaba que el delito no existía, el 8 de mayo fue asaltada la joyería Aldao, ubicada nada menos que en la Gran Vía, la avenida principal de Madrid. Los dos ladrones hicieron todo mal: uno de ellos resultó herido, dejaron todo tipo de rastros y a los cuatro días habían sido detenidos. Resultaron ser dos argentinos que habían entrado a España con pasaportes chilenos: un tribunal militar los condenó a 23 años de cárcel. A los dos años y medio se fugaron, pero otra vez torpemente: en la huida, se refugiaron en la casa de campo de un funcionario del Gobierno. Terminaron acribillados.
Hasta ahí, la historia real.
¡Atraco!
parte de esos hechos, pero le agrega mitología peronista: la leyenda urbana cuenta que el verdadero objetivo de los ladrones era apoderarse de las joyas de Eva Perón, antes de que lo hiciera Carmen Polo, mujer del Generalísimo Franco que, según dicen, tenía la costumbre de pedir alhajas prestadas a las joyerías y jamás las devolvía.
Ideal para hacer esta coproducción argentino-española, que se estrena el jueves y también se verá en el Festival de San Sebastián: en febrero, Guillermo Francella y Nicolás Cabré (más Daniel Fanego) viajaron a España para filmar a las órdenes del catalán Eduard Cortés. Fue la primera vez que trabajaron juntos, y parece que se llevaron bien, a juzgar por el anuncio de Francella: “Con Nicolás nos vamos a ir a vivir a España. Más precisamente a Alcoy, en la montaña. Hace un poco de frío, pero él quiere ir”.
¿Qué aprendieron del otro?
Cabré : Mucho, para mí era una experiencia nueva. Estar en otro país, con gente completamente desconocida... El era un compañero nuevo, pero también alguien en quién apoyarse. Estábamos solos los tres, haciendo una patriada, y teníamos que estar más atentos. Era todo nuevo. En general vas a trabajar, terminás, agarrás el auto y te vas a tu casa; acá no. Fue una experiencia linda. Tenerlo a él al lado era una tranquilidad; lo más cercano a lo que puedo ser yo. Más que un compañero, era un apoyo.
Francella : ¿Viste que muchas parejas cuando viajan al exterior se unen más? Pasó eso: fue muy útil, estuvimos muy unidos, laboralmente también. Se hablaba mucho de las escenas, y cada cosita que pasaba la exteriorizábamos, desde el desayuno. Recorrimos muchas locaciones: Madrid, Valencia, Alicante, Alcoy, Elche, con un equipo extranjero muy avezado. Gente muy profesional, muy talentosa. Fue bueno porque casi todas las escena las teníamos juntos. Hubo unión, química, compañerismo. Nuestra relación se puede dividir entre lo humano y lo profesional. En lo humano me encantó: compartí el ocio, los ratos libres con él. Y profesionalmente se generó algo muy interesante, una química que después queríamos ver si se imprimía en la pantalla. Luego de verla constatamos que fue así, porque los personajes eran muy antagónicos entre sí. Se trabajó con mucha intensidad y ahí quedó reflejado.
Es una “buddie movie”, una película de compinches, en las que suele haber un personaje experto y otro inexperto; uno serio, y otro cómico. En este caso, Guillermo, a vos te tocó ser el serio, ¿eso te resultó atractivo?
Francella : Sí, me gustó, pero tampoco caímos en el lugar común de las pareja despareja. Acá está en juego la vida. Las irregularidades que podía cometer el personaje de Nicolás, los impulsos de un pibe jovencito, enamorado recientemente, nos podían llevar al cadalso.
Y a vos, Nicolás, ¿te atrajo explotar tu veta cómica? 
Cabré : No, porque no es tan cómico el personaje. El humor es producto de situaciones cotidianas; la torpeza o la inexperiencia lo llevan a ser cómico. No hay chistes de redoblantes y platillos. Me gustaba la inocencia que tenía este pibe, que no estaba bien al tanto de cuán en serio iba todo esto. Recién al final empieza a descubrir que era algo serio de verdad. Me gustan los toques cómicos, pero son circunstanciales. En ningún momento tiramos un chiste diciendo “ahora la gente con esto se muere”. El humor surgía de manera natural; eso me interesaba más que hacer algo grotesco o puramente de comedia.
Francella : La película no es una comedia, para nada. Al contrario. Eduard Cortés decía que le gustaba el estilo de los Coen, que ante cosas muy trágicas ponen algo de humor detrás. En sus películas siempre hay algo de tragedia, pero en las situaciones límite hay humor.
¿Qué partes les generaron más dificultades? ¿Las dramáticas o las cómicas?
Francella : No se plantearon dificultades a ese nivel. Al momento de rodar sabíamos lo que quería el director, no era un director que viniera a improvisar al set. Sabía lo que quería y necesitaba; nos hizo ensayar mucho para marcar el tono.
La trama política es interesante: muestra cómo la dirigencia política usa a los militantes.
Francella : Sí, nos usan, claro que sí. Porque no somos ladrones, él es un actor que va a pedir trabajo, y yo soy un jefe de seguridad: de ahí a ser un tipo que podía planear un robo... Pero era un robo que parecía sencillo, porque estábamos todos de acuerdo, el joyero y los ladrones. Siempre el diablo mete la cola.
Perón aparece como una figura fantasmagórica, ajeno a todo, manejado por su entorno, sólo interesado en mujeres. 
Francella : Sí. El se va de acá con un grupo reducido. Hace una escala intermedia, porque estaba excomulgado, y en Panamá conoce a Isabelita. Pero le habían bloqueado sus cuentas, entonces no tenía dinero para seguridad, alquiler de autos, para vivir, entonces alguien planea esto. Es como siempre: hay algo de versión libre, de ficción.
Sus personajes son antihéroes: la mayor dificultad debe haber sido interpretar a alguien común pero capaz de algo extraordinario. 
Cabré : Todos los personajes son muy queribles, hasta los policías. Porque en realidad todo fue un gran error, una gran metida de pata. No está el malo y el bueno, nadie intenta ser un héroe en realidad. Es un gran revuelto, donde no sabés a quién querer. Eso me parece lo genial. No sé si hablar de héroes o antihéroes. Es una situación que deviene en otra y en otra más, es algo imparable. Desde cualquier punto que la mires, la situación es genial. Nadie tiene razón y nadie está equivocado.
Son peronistas casi como se es de un cuadro de fútbol, como aquel personaje de Osvaldo Soriano que decía “nunca me metí en política: siempre fui peronista”.
Francella : Sí. Yo no creo que el personaje de Nico tenga una ideología política, pero su madre sí y ella sabe a quién su hijo le puede pedir ayuda.
El gran atractivo de la película es la mitología que hay alrededor del peronismo. ¿Cuál es su vínculo con el peronismo? 
Francella : Tuve papás peronistas, pero no militantes: eran de Eva, de Perón. Fui criado en una familia de trabajo, en la que todos -padres, tíos, primos- eran peronistas, pero no se hablaba todo el tiempo de política, no era una familia con una ideología a ultranza. Sí había una predilección en cuanto al voto, y respeto por lo que Perón hizo por la clase trabajadora.
Cabré : Yo no recuerdo haber tenido cenas en las que se hablara de política. Creo que mi abuelo era radical, pero en mi familia nunca se habló de política, nunca fue un tema. Creo que gracias a Dios. Y yo no soy apolítico, pero es algo que no me genera fanatismo.

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