La revelación de Infancia clandestina, el film precandidato al Oscar, dice que no desea ser actor sino músico, cuenta el aprendizaje de filmar con Natalia Oreiro y sus charlas con Mollo.
Subdelegado del centro de estudiantes de su escuela, afirma que está de acuerdo con el voto a los 16.
Teo Gutiérrez Moreno, de apenas 14 años, sorprende con su protagónico en Infancia clandestina, película argentina nominada al Oscar. Pero también asombra por sus conocimientos de historia, por su compromiso social, por su destreza para tocar instrumentos musicales y un talento para dibujar que desplegó durante sus primeros 10 años, en su mayoría personajes de Robert Crumb, y algunos retratos de Ernesto “Che” Guevara, Vladimir Lenin y León Trotsky. “Si abrías la puerta de mi placard seguro que había alguno de ellos hechos por mí”, cuenta. No es casualidad que el director del film, Benjamín Avila, lo haya seleccionado para que recree la mirada de un hijo de montoneros durante la dictadura militar, que él conoce de primera mano: sus padres fueron miembros de la organización guerrillera y desde los 7 años nunca más volvió a ver a su madre. “Es muy criticable el movimiento de Montoneros. Fue una cosa bastante arriesgada, quizá si eran solteros... Yo ni en pedo lo haría con hijos”, dice Gutiérrez Moreno, quien conoció al cineasta de 40 años por sus participaciones en Paka Paka.
—¿Qué aprendiste de Natalia Oreiro?
—Ella siempre usaba la palabra “orgánico”, discutían varios minutos con Benjamín para cambiar cosas. Tiene un alma de directora, y me decía que se puede cuestionar al director y que si no te gusta algo hay que decirlo. No sería ni a palos la misma película sin ella.
Teo se mueve solo, independiente, aún le quedan unos pesos que cobró aunque dice que “despilfarré mucho en instrumentos, amplificadores, zapatillas, y muchas boludeces”. Abre las puertas de su departamento de Caballito donde vive con su madre Silvia y su hermana Victoria (21), ofrece mates bien dulces, y comienza a charlar sobre las situaciones fuertes del film, conviviendo con armas, municiones, y en la clandestinidad. “Hice todo gracias a mi coach María Laura Berch. Aprendíamos los diálogos, me enseñaba a respirar, y tuve que aprender a manipular un arma con especialistas. Benjamín estaba todo el tiempo ahí, cámara en mano, gritaba ‘Nati: gritale, más fuerte, más’, se emocionaba, lloraba muchísimo, de alegría, de tristeza por los malos recuerdos y ahí me ponía a pensar lo jodido que habrá sido. Era muy fuerte”, recuerda sentado en el extremo de una mesa de madera, mientras sostiene su celular en la mano, y pone la mirada en un punto fijo en cada respuesta. “Me acuerdo que la primera vez que vi a Natalia Oreiro él nos contaba lo que había vivido –continúa–. Nos juntamos en un estudio alquilado donde hacían los castings y tomamos mates. El no quería una película histórica, tampoco documental, sino mostrar que también se disfrutaba en la lucha, comían asados, guitarreaban, cantaban, que no era todo sufrimiento”.
Antes de la película, Gutiérrez Moreno dice que tenía información del pasado por el colegio, y principalmente generados en diálogos familiares. “Sabía que querían limpiar a los subversivos, muchos se fueron al exilio y otros volvieron para luchar, que es el caso de la peli”.
La ventana del comedor de su casa da justo a la cancha de Ferro Carril Oeste. “El último recital fue el de Marc Anthony. Un bajonazo”, dice con cara de asco y enumera sus grupos preferidos: The Strokes, Red Hot Chili Peppers, Primus, Anthrax, Metallica y Pantera. Y del rock nacional escucha León Gieco y Divididos. Teo revela que en el inicio del rodaje Avila propuso realizar un proceso de acercamiento del joven con los protagonistas Oreiro, César Troncoso y Ernesto Alterio para que repercutiera en la verosilimitud de las escenas. “Un día fuimos con Natalia a los bosques de Palermo, alquilamos un triciclo para recorrerlo. No la conocieron porque tenía unos anteojos estilizados, tipo de secretaria, que le tapaban la cara. Y antes pasamos por la Bond Street, hablamos de que nos gustaban los Ramones y me compró una remera. Con César fuimos a un museo de obras de arte y con Ernesto salimos a comer con su hija y después nos quedamos tocando el piano en el hotel”, narra y destaca el cariño de la actriz, quien le habló mucho de Ricardo Mollo y de su hijo Merlín. “Me invitaron a tres shows –confiesa–, estuve en los camarines. Fue increíble”. Se lamenta no poder haber zapado con el líder de la aplanadora del rock pero valora ser uno de los pocos que conoce la quinta-estudio que la banda posee en Castelar: “Toqué todas sus violas. Catriel (Clavallera) me mostró la batería y Arnedo sus bajos. La última vez, fui a la prueba de sonido en La Trastienda, comimos lomo, y hablamos de música. Me mostró una foto de su hijo Merlín y me dijo que ya sabe agarrar la guitarra, mueve los dedos y cuando él está tocando se le tira encima. Ya tiene un interés musical. Los dos me dijeron que soy parecido a Merlín porque tenemos los ojos bien achinados”.
—¿Le preguntaste de Sumo?
—¡Sí! Dos dudas que me estaban comiendo la cabeza. Una fue del tema Hello Frank, donde hay una persona hablando por teléfono, le pregunté quién lo había grabado y me dijo que Luca (Prodan). Y de La rubia tarada sobre la frase que decía: “Un pseudo punkito/con el acento finito”, sobre quién la había hecho, y me dijo que Geniol.
La timidez, la exploración musical y la rebeldía (“tengo dos firmas, pero deberían ser cuatro; una no fui y otra me perdonó la profesora. Hasta tercer grado siempre me agarraba a piñas. A mis profesoras les gustó la película, me felicitaron, espero que me levanten las notas en Matemáticas, Geografía, Historia y Computación que vengo mal”) evidencian la personalidad del actor adolescente. Hace 14 días que no tiene clases porque su colegio, el Nacional 17 de Primera Junta, es uno de los 43 que están tomados en la Ciudad. “Fuimos unas de las primeras. Ahora se están sumando más”, confiesa Teo quien se desempeña como subdelegado del centro de estudiantes de su escuela, ya que en su curso de 1º año “quedé segundo por la diferencia de un voto. Tengo que plantear cosas, participar en charlas, es hacer política adentro del colegio. Me gusta estar y encima el cantante de mi banda es el líder”. Asegura que maneja “una ideología trotskista y marxista” que le enseñaron sus papás, herencia que recibieron de sus abuelos Cristina y Antonio. “En la época que retrata la peli (1979) mis abuelos eran militantes perseguidos, veían cómo desaparecían personas y me contaban que no podían decir nada en el hospital en el que trabajaban; las enfermeras ‘buchoneaban’. La manejaron bien. Se fueron a hacer un trabajo social en una villa”.
—En 2015 vas a tener 17 años y si se aprueba la reforma constitucional del voto optativo vas a acceder a las urnas. ¿Qué opinás?
—Estoy de acuerdo. Es una reivindicación a los pibes que están metidos en la política. También sé que es un movimiento del Gobierno para tener más votos. Tengo un montón de amigos que están a full.
—¿En La Cámpora?
—No, en agrupaciones independientes, de izquierda. Nunca nos interesó La Cámpora.
—¿Votarías?
—Sí. Un amigo me abrió la cabeza sobre por qué no votarla a Cristina. Creo que iríamos con el Partido Obrero.
Subdelegado del centro de estudiantes de su escuela, afirma que está de acuerdo con el voto a los 16.
Teo Gutiérrez Moreno, de apenas 14 años, sorprende con su protagónico en Infancia clandestina, película argentina nominada al Oscar. Pero también asombra por sus conocimientos de historia, por su compromiso social, por su destreza para tocar instrumentos musicales y un talento para dibujar que desplegó durante sus primeros 10 años, en su mayoría personajes de Robert Crumb, y algunos retratos de Ernesto “Che” Guevara, Vladimir Lenin y León Trotsky. “Si abrías la puerta de mi placard seguro que había alguno de ellos hechos por mí”, cuenta. No es casualidad que el director del film, Benjamín Avila, lo haya seleccionado para que recree la mirada de un hijo de montoneros durante la dictadura militar, que él conoce de primera mano: sus padres fueron miembros de la organización guerrillera y desde los 7 años nunca más volvió a ver a su madre. “Es muy criticable el movimiento de Montoneros. Fue una cosa bastante arriesgada, quizá si eran solteros... Yo ni en pedo lo haría con hijos”, dice Gutiérrez Moreno, quien conoció al cineasta de 40 años por sus participaciones en Paka Paka.
—¿Qué aprendiste de Natalia Oreiro?
—Ella siempre usaba la palabra “orgánico”, discutían varios minutos con Benjamín para cambiar cosas. Tiene un alma de directora, y me decía que se puede cuestionar al director y que si no te gusta algo hay que decirlo. No sería ni a palos la misma película sin ella.
Teo se mueve solo, independiente, aún le quedan unos pesos que cobró aunque dice que “despilfarré mucho en instrumentos, amplificadores, zapatillas, y muchas boludeces”. Abre las puertas de su departamento de Caballito donde vive con su madre Silvia y su hermana Victoria (21), ofrece mates bien dulces, y comienza a charlar sobre las situaciones fuertes del film, conviviendo con armas, municiones, y en la clandestinidad. “Hice todo gracias a mi coach María Laura Berch. Aprendíamos los diálogos, me enseñaba a respirar, y tuve que aprender a manipular un arma con especialistas. Benjamín estaba todo el tiempo ahí, cámara en mano, gritaba ‘Nati: gritale, más fuerte, más’, se emocionaba, lloraba muchísimo, de alegría, de tristeza por los malos recuerdos y ahí me ponía a pensar lo jodido que habrá sido. Era muy fuerte”, recuerda sentado en el extremo de una mesa de madera, mientras sostiene su celular en la mano, y pone la mirada en un punto fijo en cada respuesta. “Me acuerdo que la primera vez que vi a Natalia Oreiro él nos contaba lo que había vivido –continúa–. Nos juntamos en un estudio alquilado donde hacían los castings y tomamos mates. El no quería una película histórica, tampoco documental, sino mostrar que también se disfrutaba en la lucha, comían asados, guitarreaban, cantaban, que no era todo sufrimiento”.
Antes de la película, Gutiérrez Moreno dice que tenía información del pasado por el colegio, y principalmente generados en diálogos familiares. “Sabía que querían limpiar a los subversivos, muchos se fueron al exilio y otros volvieron para luchar, que es el caso de la peli”.
La ventana del comedor de su casa da justo a la cancha de Ferro Carril Oeste. “El último recital fue el de Marc Anthony. Un bajonazo”, dice con cara de asco y enumera sus grupos preferidos: The Strokes, Red Hot Chili Peppers, Primus, Anthrax, Metallica y Pantera. Y del rock nacional escucha León Gieco y Divididos. Teo revela que en el inicio del rodaje Avila propuso realizar un proceso de acercamiento del joven con los protagonistas Oreiro, César Troncoso y Ernesto Alterio para que repercutiera en la verosilimitud de las escenas. “Un día fuimos con Natalia a los bosques de Palermo, alquilamos un triciclo para recorrerlo. No la conocieron porque tenía unos anteojos estilizados, tipo de secretaria, que le tapaban la cara. Y antes pasamos por la Bond Street, hablamos de que nos gustaban los Ramones y me compró una remera. Con César fuimos a un museo de obras de arte y con Ernesto salimos a comer con su hija y después nos quedamos tocando el piano en el hotel”, narra y destaca el cariño de la actriz, quien le habló mucho de Ricardo Mollo y de su hijo Merlín. “Me invitaron a tres shows –confiesa–, estuve en los camarines. Fue increíble”. Se lamenta no poder haber zapado con el líder de la aplanadora del rock pero valora ser uno de los pocos que conoce la quinta-estudio que la banda posee en Castelar: “Toqué todas sus violas. Catriel (Clavallera) me mostró la batería y Arnedo sus bajos. La última vez, fui a la prueba de sonido en La Trastienda, comimos lomo, y hablamos de música. Me mostró una foto de su hijo Merlín y me dijo que ya sabe agarrar la guitarra, mueve los dedos y cuando él está tocando se le tira encima. Ya tiene un interés musical. Los dos me dijeron que soy parecido a Merlín porque tenemos los ojos bien achinados”.
—¿Le preguntaste de Sumo?
—¡Sí! Dos dudas que me estaban comiendo la cabeza. Una fue del tema Hello Frank, donde hay una persona hablando por teléfono, le pregunté quién lo había grabado y me dijo que Luca (Prodan). Y de La rubia tarada sobre la frase que decía: “Un pseudo punkito/con el acento finito”, sobre quién la había hecho, y me dijo que Geniol.
La timidez, la exploración musical y la rebeldía (“tengo dos firmas, pero deberían ser cuatro; una no fui y otra me perdonó la profesora. Hasta tercer grado siempre me agarraba a piñas. A mis profesoras les gustó la película, me felicitaron, espero que me levanten las notas en Matemáticas, Geografía, Historia y Computación que vengo mal”) evidencian la personalidad del actor adolescente. Hace 14 días que no tiene clases porque su colegio, el Nacional 17 de Primera Junta, es uno de los 43 que están tomados en la Ciudad. “Fuimos unas de las primeras. Ahora se están sumando más”, confiesa Teo quien se desempeña como subdelegado del centro de estudiantes de su escuela, ya que en su curso de 1º año “quedé segundo por la diferencia de un voto. Tengo que plantear cosas, participar en charlas, es hacer política adentro del colegio. Me gusta estar y encima el cantante de mi banda es el líder”. Asegura que maneja “una ideología trotskista y marxista” que le enseñaron sus papás, herencia que recibieron de sus abuelos Cristina y Antonio. “En la época que retrata la peli (1979) mis abuelos eran militantes perseguidos, veían cómo desaparecían personas y me contaban que no podían decir nada en el hospital en el que trabajaban; las enfermeras ‘buchoneaban’. La manejaron bien. Se fueron a hacer un trabajo social en una villa”.
—En 2015 vas a tener 17 años y si se aprueba la reforma constitucional del voto optativo vas a acceder a las urnas. ¿Qué opinás?
—Estoy de acuerdo. Es una reivindicación a los pibes que están metidos en la política. También sé que es un movimiento del Gobierno para tener más votos. Tengo un montón de amigos que están a full.
—¿En La Cámpora?
—No, en agrupaciones independientes, de izquierda. Nunca nos interesó La Cámpora.
—¿Votarías?
—Sí. Un amigo me abrió la cabeza sobre por qué no votarla a Cristina. Creo que iríamos con el Partido Obrero.
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