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Luciano Cáceres 'Graduados': final feliz

El protagonista de la tira en Telefe y Macbeth en el San Martín dice que la popularidad en televisión le sirve para que sus fans se familiaricen con Shakespeare, y que no le importa trabajar en cualquier canal, ya que los considera a todos un negocio.

                       'Graduados': final feliz



Llega con una amplia sonrisa y es uno de los primeros en estar en su camarín antes de la función de Macbeth en el Teatro San Martín. Es Luciano Cáceres, desde este año también conocido como Pablo de Graduados. “El año pasado me ofrecían todo oscuro, por El elegido; quise correrme y me incliné por esta comedia, y me salió muy bien”, confiesa con sinceridad. Su pasado es más teatral que televisivo, por eso no debe sorprender que se sienta discípulo de Alejandra Boero, Helena Tritek y Javier Daulte. Hoy sus tiempos están más que ajustados, ya que hasta el 17 de este mes graba diariamente diez horas para Telefe y de miércoles a domingo, hasta el 16, lo encontrarán en el escenario, al que vuelve en febrero. 
—¿Crees que habrá cambios después del 7D?
—Seguramente algún cambio habrá, pero no nos toca directamente a los actores. Nosotros elegimos los proyectos, pero no somos ni empresarios ni programadores. Creo que los cambios serán políticos, empresariales, y comercialmente se vendrá un lío nuevo. Elijo por el personaje o por la historia, puedo trabajar para El Trece, para el 7 o Telefe, también puedo hacer una película ad honorem o una megaproducción. Estoy trabajando en el Gobierno de la Ciudad, pero estoy haciendo Macbeth en el San Martín; no siento que trabajo para Macri, y cuando subo al Cervantes no me siento K. Aparte, mi ideología va por otro lado, con mi voto o con las causas en las que me sumo. Si hiciera periodismo o si fuera programador, debería estar más informado.
—¿Cómo ves la relación entre Telefónica y Telefe?
—Ni idea. Sólo sé que la televisión es un negocio.
—¿Qué sienten cuando se enteran de que “Graduados” le gana a Marcelo Tinelli?
—No es la contra, es una propuesta distinta y la gente elige. Me interesa más sumar los 29 puntos de Graduados, más las otras ficciones, como Sos mi hombre, que emite El Trece, más las de los canales 9 y 7, y en total es casi 50% de rating para las ficciones. El público está eligiendo historias.
—Dicen que las peleas de “Bailando por un sueño” están guionadas…
—Puede ser, pero la gente elige historias de ficción escritas por autores, dirigidas por directores e interpretadas por actores. 
—En “Graduados” hay una familia judía, personajes gay y un oriental… sectores discriminados en este país. ¿Por qué?
—Se buscaron distintos colores. La jugada de acompañar a una actriz de televisión como es Nancy Dupláa con dos actores de palos tan distintos como Daniel Hendler –del cine– y yo –del teatro– fue muy riesgosa. A Daniel le decía: “¡Si esto no funciona nos van a echar la culpa a nosotros por ser desconocidos…!”. Este es un elenco sin peleas, nadie se atribuye el éxito, hay muchas afinidades. Es un ambiente muy familiar, se trae a los hijos a las grabaciones. 
—¿Cómo vivís la repercusión de tu personaje?
—A diferencia de lo que le pasó a El elegido, que era de culto, Graduados volvió a unir a la familia frente a la televisión; después cada uno sigue con su programación. Se armó una propuesta muy coral. Tanto Nancy (Dupláa) como Pablo (Echarri) son muy generosos como líderes, conductores, y son nobles como compañeros. Al igual que en El elegido, se repitió la relación de continuo diálogo entre guionistas, productores y actores. Propusimos durante meses e incluso formamos parte de la usina de ideas, para sumar más nombres. Nada se resolvió sólo en una oficina. 
—¿Cuál será el final?
—Están definiéndolo, ya que hay compañeros que se van de viaje por la temporada, pero es obvio que con Loly no voy a terminar y tampoco me suicido: ¡ésta es una comedia! Por el género y con este elenco, se pudo ir más a fondo, jugar más dramáticamente. Por las redes sociales la gente lo comenta, ni los buenos son tan buenos ni los malos lo son tanto.
—¿Es cierto que tus fans se abalanzan durante la función de “Macbeth”, en el Teatro San Martín?
—No, durante la obra nunca sucedió, pero cuando salgo a la calle sí me esperan. Lo que es muy bueno es que se acercó mucha gente a ver un Shakespeare que quizás sin este elenco no habría venido. Pasó también con Joaquín Furriel; esa popularidad de la televisión trae espectadores al teatro.
—¿Qué opinás de las críticas feroces que recibió la puesta de Javier Daulte?
—Tuvimos buenas y malas críticas, pero no dejan de hablar de una propuesta radical. Podés estar a favor o en contra, pero hay un planteo por parte de Daulte. Igual, a mí me gusta estar aquí, en la sala Martín Coronado y decir un texto de Shakespeare.
—¿Notaste cambios en el Teatro San Martín?
—Estuve en 2000 con El pobre hombre, dirigida por Helena Tritek, y después en el teatro Sarmiento y más tarde en De la Ribera con Nunca estuviste tan adorable. Está venido abajo estructuralmente, pero hay intentos de mejorarlo por parte de la gestión. Este año se terminó la fachada, y ahora viene el arreglo interior. Es un mundo, con varios pisos. Para mí es el teatro emblemático de la ciudad, por la cercanía entre público (1.100 personas) y escenario, más su tecnología. Aquí estuvieron los más grandes actores argentinos. 
—En estos últimos tiempos los actores se han arriesgado opinando políticamente: ¿cuál es tu posición?
—Tengo una formación política desde mi hogar. Mi madre fue Haydée Bello, una gremialista que siempre estuvo en la oposición con el Movimiento Verde Municipal, por eso aquí en el San Martín me conocen tanto. (NdR: desde hace dos años se impulsa que el día de su nacimiento –13 de mayo– sea considerado el Día del Municipal). Creo que hoy estaría del lado de Cristina aunque cuestionándole algunas medidas, pero seguro que no apoyaría a Macri. Ella murió hace diez años, también mi padre falleció, él era de la resistencia peronista y nunca aceptó puestos. Ambos estaban con la gente. Conozco el trabajo de base, por eso colaboro con mi imagen para estar contra la trata de personas y me sumo a las colectas o mensajes. Pero para ser político hay que saber negociar; para eso hay que estar con Dios y con el Diablo, y a mí no me sale. Creo que faltan dirigentes, directores que nos marquen un camino. Hay pocos referentes en la política.

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