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Soledad Villamil: “Mi berretín musical es anterior a la actuación”


La actriz ya va por su tercer disco solista, el flamante “Canción de viaje”, que está presentando hoy y mañana en Buenos Aires. 

Las posibilidades expresivas de la actuación son acotadas. O repetir palabras ajenas a la larga puede producir sensación de marioneta. O los actores son seres inquietos por naturaleza. O tienen que pagar demasiadas cuentas, y punto. La cuestión es que muchos dan un paso más allá y se ponen a dirigir, a escribir, a producir. A cantar. “Yo siempre canté y tuve mi berretín musical, que es anterior a la actuación. Una vez que empecé a desarrollar mi trabajo como actriz, eso estaba ahí, pero yo no le abría la puerta.
Recuerdos son recuerdos nació de decir tengo ganas de cantar , y lo mismo le pasaba a Rita Cortese: nos las pasábamos cantando en camarines. Estaba en mí, pero no pensé que iba a tomar la dimensión que tomó. Me sorprende”.
Soledad Villamil va por su tercer disco solista. Ya no es una actriz que canta: es actriz y cantante. Al principio se la identificó con el tango, tal vez porque fue pionera en algo que después fue moda: meterse a tanguear un poco. “El acercamiento al tango tuvo que ver más con el teatro que con sentirme cantante de tangos; tuvo que ver con Glorias porteñas, donde yo interpretaba a una cancionista de los años ‘30. Era un espectáculo de creación propia: investigamos, buscamos, y elegí las canciones que quería cantar. Tuve una inmersión muy grande en ese repertorio. Hasta ahí había trabajado exclusivamente como actriz y ésa fue mi primera incursión en la canción como modo de expresión”.
Después de Recuerdos son recuerdos y Glorias porteñas, la cuestión fue ver cómo seguir cantando sin la red de la parafernalia teatral. “No me imaginaba haciéndolo sin un personaje. Le estuve dando vueltas a un espectáculo musical, con una idea teatral que me contuviera. Hasta que me saqué esa mochila. Dije: Me voy a subir al escenario a cantar porque tengo ganas y me gusta, y me parece que está bueno y está bien . Y sentí una gran libertad. Este espacio que tengo ahora con la música lo disfruto mucho: no tener la cuarta pared ni la sensación de que sí o tiene que salir una estructura teatral. Para mí fue un paso importante. De hecho, el primer disco se llama Soledad Villamil canta. Soy yo, y canto”.
Los resultados son cada vez mejores. Los dos oficios se potencian: la actriz aporta la expresividad para reinventar canciones ajenas (en este Canción de viaje brillanMaldigo del alto cielo, de Violeta Parra, y Biromes y servilletas, de Leo Maslíah); la cantante, una voz que tiene el tono justo y, a medida que pasa el tiempo, va tomando más cuerpo y color. Quizá por esa perfecta complementariedad, nunca se sintió una intrusa en tierra de músicos ni percibió miradas de reojo: “Si existieron, no las quise ver para no cargarme con mayores miedos de los que ya tenía. Al revés: lo que sentí fue muchísimo apoyo, y no sólo del público, sino también de la crítica y de la industria, con los dos premios Gardel. Superó mis expectativas. Y, si bien tenía cierta inseguridad por meterme en otro terreno, me sostuvieron la felicidad y la decisión con las que subí a hacerlo. Decidí no parar a pedir permiso: Voy y lo hago, y después veo . Como yo me producía, tampoco tenía mucho que perder”.
Después sumó composición: si el primer disco fue sólo de versiones, en el segundo incluyó dos canciones propias y en el tercero, cuatro (casi siempre en dupla con el guitarrista y arreglador José Teixidó). “Tiene que ver con querer ponerse del otro lado del mostrador. Siempre interpreté palabras de otros, en la actuación y la canción, y quería ver qué pasaba si interpretaba mis propias palabras. Siempre escribí. Ando con una libreta encima: tengo un registro de escritura de lo que hago, de mi vida. Apunto ideas, estrofas, cosas sueltas. Escribo. Cuando empecé a cantar vi cómo era esto de darles a las palabras forma de canción, lo cual es bastante difícil. Condensar ideas y palabras y asociarlas con la música es un ejercicio interesante, que me da mucha alegría y dolores de cabeza. Puedo escribir de corrido o estar tres meses y no encontrarle la vuelta al final de una estrofa”.
¿Y qué diferencia hay entre cantar tus palabras y las de otros?

Es otra experiencia. Me encanta cantar canciones de otros. Muchas veces, las versiones reescriben una canción, por más que uno cante las mismas notas o diga las mismas palabras. Es un trabajo que los actores hacemos mucho: con Shakespeare, por ejemplo, no tendría sentido hacer lo mismo que se hacía en el teatro isabelino hace tantos siglos. El trabajo de hacer versiones me encanta. Poder combinarlo con mis canciones es súper atractivo. Y por ahora estoy contenta con el resultado. Funciona.
La actuación irrumpe: un hombre se le acerca y le entrega el guión de una película. Habla de Leo Sbaraglia o alguien así como protagonista masculino, y dice que como coprotagonista anda necesitando a una morocha que ronde los 40 y sea “bellísima”: “Sos la única opción”. Ella dice que no, que hay otras, pero el tipo tiene razón. Algo así le debe haber pasado a Campanella.
¿”El secreto de sus ojos” impulsó tu carrera de cantante?

Sobre todo a nivel internacional. La película le dio difusión a mi nombre afuera, e hizo que productores y festivales se interesaran también por lo que yo hacía musicalmente y me invitaran a cantar. De hecho, Canción de viaje también se llama así por eso: últimamente viajé muchísimo. Sí, esa película fue una onda expansiva de satisfacciones y alegrías que siguen hasta ahora.

Clarin.com

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