Considerada por la revista Forbes como la telenovela más rentable de la historia, Avenida Brasil, ese exitazo de la Globo que está recorriendo el mundo, llega hoy a las 16.30 a la pantalla local, por Telefe.
Y aunque a quienes se vean atrapados por la historia sea lo que menos les importe, el dato es que la cadena televisiva brasileña invirtió en esta telenovela de 179 capítulos un total de 91 millones de dólares, y ya lleva 2.000 millones de ganancia. Vendida a 124 países, a la Argentina llega sumando sucesos, por caso, entre los vecinos Chile y Uruguay. Pero nada como lo que pasó en Brasil, al punto que su capítulo final obligó a la presidenta Dilma Rousseff a posponer un acto con uno de sus candidatos, en plena campaña electoral. Dilma, al parecer, venía poniendo un sugestivo paréntesis de una hora en su agenda de trabajo diaria, justamente en la franja en que se emitía Avenida Brasil.
Sus protagonistas son conocidos para los cultores del género. Nina, la vengadora, es Debora Falabella, la joven de apariencia frágil y carita dulce que hizo de Mel, la chica adicta a las drogas duras en El clon. Junto a ella también está Murilo Benicio, el protagonista masculino de aquella novela, y Adriana Esteves en el rol de una villana que da miedo. ¿Más miedo que la buena? Sólo a veces. Y ese es precisamente uno de los grandes méritos de la historia.
Nina es víctima, de muy pequeña, de los maltratos, incluso físicos, de su madrastra, Carmina, una trepadora sin escrúpulos, que llega a ser responsable de la muerte del padre de la niña. Con Nina huérfana, a Carmina le cuesta poco dejarla abandonada en el mayor basural de Río de Janeiro, y continuar su camino hasta convertirse en una “dama”. Se casa con Tifón, un futbolista famoso y millonario (Benicio) y vuelve al basural, pero esta vez para recuperar a otro niño que alguna vez dejó allí: su propio hijo, Jorgito (Cauã Reymond), cuya identidad esconde, pero al que adopta. Entre tanto, Nina, que sólo había encontrado amor en Jorgito, es adoptada por una pareja de ricos empresarios argentinos (ver Un argentino...), y llevada a vivir a Mendoza. Cuando el tiempo pase, una Nina ya mayor e irreconocible se empleará en la casa de Carmina para comenzar a tramar su venganza. Tan inescrupulosa como todo el daño recibido.
El barrio El Divino es el otro gran protagonista de la historia. Ya no están, como en buena parte de las novelas brasileñas de la última década, los pisos elegantes de Tijuca, ni las haciendas gaúchas. Aquí vive, en alegre montón y con códigos aún solidarios, aunque no sin problemas, esa “nueva clase media” estimada en 40 millones de habitantes, que vio mejorada su situación con las políticas económicas del gobierno de Lula da Silva. Aquí todo se dice a los gritos, y tanto amores como traiciones son imposibles de ocultar.
El nombre imprescindible para hablar de este éxito es el del guionista Joao Emanuel Carneiro (El color del dinero, La favorita), una verdadera estrella en una industria como la brasileña, que privilegia y enaltece el rol de los autores al punto de convertirlos en el principal argumento de venta del producto. “En esta telenovela quise retratar el suburbio. Me pareció que era importante, que sería interesante”, dijo Carneiro. Y no se equivocó ni un poco .
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