Desde la pantalla de El Trece, Osvaldo Laport interpreta a Lisandro Díaz Pujol, el villano de Lobo que por segunda vez en su historia como actor lo vistió de malo y lo sacó del casi lugar común y consagrado que Laport cultivó en toda su carrera.
Después de más de una década encabezando elencos en el rol de galán, el actor se sacó sus atributos más seductores y se puso en la piel de un asesino. De esta forma, Adrián Suar trajo a Laport a su segundo villano para la pantalla chica –el primero y poco recordado fue en 1984 en Dar el alma-.
“Un hijo de puta”, así le informó Suar cuál iba a ser su próximo papel. Laport dudó un poco al principio, pero luego dio el paso y aceptó el desafío. Salir del rol en el que él siempre se sintió más cómodo y con el que se ganó al público, no parecía una decisión fácil de tomar.
Pero finalmente aceptó. Se puso en la piel de Lisandro Díaz Pujol, el “cazador” del Lobo que todas las noches en el prime time de El Trece busca sacar provecho de todas las situaciones. De pelo corto y blanquecino, el tío de la familia de empresarios despliega ambición constantemente y se muestra como un villano inescrupuloso y carismático.
Con estos dos rasgos, la gracia y la codicia, Laport lleva a cabo un personaje que sale de los prototipos de malvado. La doble cara, la ironía constante y los chistes con varios sentidos se conjugan para que este Díaz Pujol salga del modelo más canónico de malo.
Sin embargo, el personaje deshace el atractivo que Laport supo llevar a cabo en otras telenovelas en las que mantuvo su rol de héroe (o más bien, antihéroe). La identificación de Guido Guevara, el boxeador pasional y tosco que quería enamorar a Clarita (Soledad Silveyra) en Campeones, o la seducción de Juan Manuel Aguirre desde su lugar de hombre humilde en Amor en custodia pierden vigor en la piel de Lisandro Díaz Pujol.
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