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Julio Chávez "Lo que más temo es el sufrimiento"

Se reconoce miedoso, con sed de venganza, sostiene que fue dichoso en el amor y cuenta que fue discriminado. Revela que en 2014 deja El Trece y se muda a Telefe. 

                "Lo que más temo es el sufrimiento"



Sobre sus hombros, se divisan tres estanterías con libros que pertenecen a la escenografía de La cabra, espectáculo que protagoniza en el Tabarís. “Me gusta leer. Estoy haciendo un seminario de historia del arte donde estamos leyendo a Lorca, en mi escuela (que tiene 400 alumnos) o por placer leo a Barba, Discépolo, Meyerhold y Pessoa. Todos están vinculados con el arte de la expresión y eso me da un valor”, dice Chávez, de 56 años, quien por primera vez aceptó cumplir el doble rol de actor y director: “El balance de estos seis meses es positivo, creo que andamos por las 1.300 localidades por semana, y no nos olvidemos que en esta obra el espectador viene a trabajar, y tampoco nos olvidemos que antes de estrenar recibimos el embate de que una actriz se bajó (Cecilia Roth), lo que fue una doble apuesta. Los productores (Suar y Laviaguerre) dejaron todo en mis manos. Existió la posibilidad de que no se hiciera. Así que paré, pensé y decidí seguir en este viaje”. 
Chávez piensa cada palabra, habla pausado, y evoca a Shakespeare, Molière o Chéjov para contestar. Y vuelve a la obra. Cuenta que muchos artistas tuvieron el guión en sus manos y lo rechazaron porque “es un espectáculo difícil, está la situación de un tipo que se coge a una cabra y pone al actor en un lugar de exposición, de riesgo. A mí me parece que es un ejercicio teatral muy atractivo. Estoy feliz”, sostiene quien antes de cada función ensaya las escenas con sus compañeros: “Como director no soy un conformista de mi trabajo ni del de mis compañeros. Tampoco soy hincha pelotas, eso podría generar un malestar.”. La obra baja el telón el 18 de noviembre y se confirmó que el 28 de diciembre debutarán en el Bristol de Mar del Plata. 
—¿Creés que el espectáculo hubiera rendido igual con Roth?
—No. Pero es suponer algo que no pasó. Cecilia es otro tipo de actriz, se hubiese armado otra química, también atractiva. Tal vez muchos más espectadores se hubieran acercado por Tratame bien, pero quizás les hubiera costado mucho entrar en la convención. Tal vez hubiera sido un éxito de taquilla y no la estaría pasando bien arriba del escenario. Yo en ningún momento añoré, ni lamenté, una vez decidido seguir el viaje ante la situación imperante. 
Chávez es uno de los intérpretes más prestigioso de Argentina, premiado en el país y en el exterior, acumula 16 largometrajes, los éxitos televisivos Tratame bien y El puntero, y 17 trabajos teatrales. “No me considero un actor que haya hecho mucho –asegura–. Tuve momentos de gran repliegue porque decidí formarme, entrenarme, dedicarme a la pintura y a la escritura. No voy a llenar las hojas de mi currículum, no se va a decir de mi ‘filmó más de cuarenta películas’”. Y recuerda cuáles fueron su mayor éxito y su peor fracaso: “Lo mejor fue Ella en mi cabeza, de Oscar Martínez, y el enorme fracaso fue Sweeney Todd, que tuvo una enorme inversión”. 
Se autodefine como una persona tímida, poco conformista, que siempre busca seguir adelante. Su personaje en La cabra deja entrever diferentes comportamientos de una persona. 
—¿Pero vos, Julio? ¿Cuál es el pecado capital que más combatís? 
—El miedo. Soy una persona muy miedosa, y me ocupo de que eso no me obnubile. Y tengo una suerte de susceptibilidad excesiva ante la exposición. Y ahí tengo que trabajar, puedo llegar a armar guerras de Troya. Como decía mi madre cuando era chico: “Julio: no sos tan importante” (se ríe). Y tiene razón, pero hay un exceso de cuidado. 
El ganador del Martín Fierro afirma que “puedo tener mis cositas de soberbia, pero si el hombre lo es, yo puedo serlo”, y jura que “lo que más temo es el sufrimiento”. 
—¿Sea físico o sentimental?
—Sí, puede ser por amor, de la enfermedad… Tengo un bajo umbral de tolerancia al dolor. No tengo un umbral fuerte para ciertas situaciones cuando advierto que alguien hace un gesto de desprecio hacia mí. Tengo un margen de poca tolerancia.
—¿Lo exteriorizás? ¿Sos expresivo?
—Absolutamente, y puedo tener problemas grandes con eso.
—¿Llegaste a tomarte a golpes de puño?
—No. Nunca he pegado ni me pegaron. Otro tipo de piñas más peligrosas sí. Puedo ser agresivo. Entonces tengo un margen. Se puede subir la tolerancia y entendimiento, y creo que ahora está un poquito más aceptable en mí.
—¿Fuiste dichoso en las cuestiones que te dan temor, la salud y el amor?
—Sí. Soy dichoso de la salud, vivo de esto… Y en el amor también. Tal vez no en las escenas ciudadanas o civiles del amor. La puesta en escena de lo que uno entiende por vínculos amorosos felices. Yo tengo un vínculo de amor, en varios aspectos, entre ellos mi trabajo con el que hay una relación de amor y fe, y con eso he construido con el trabajo un encuentro y después una ideología. 
—A Antonio Gasalla le ofrecieron hacer textos históricos de Shakespeare y no los aceptó. Asimismo, logra éxitos de taquilla y le dijo que sí a Tinelli para estar en “ShowMatch”. ¿Cómo te manejás con el prestigio, la popularidad y el beneficio económico? ¿Cuál es el límite?
—Me importan muy poco las cuestiones coyunturales o mediáticas de Gasalla. La experiencia que tengo con él supera esas cuestiones: es un hombre de enorme talento, y ante eso me inclino. La palabra prestigio es una palabra que admiro y respeto. Tengo una responsabilidad que está en relación a mis decisiones, después es todo un problema enorme, la economía, el prestigio, la ideología de aceptación de los trabajos. Cada uno se hace una pregunta: “¿Qué vas a hacer frente a esta situación?”. Chéjov escribía para comer, no le gustaba, lo consideraba un arte menor. Gracias a Dios quería ganar plata, porque sus cuentos son extraordinarios. Cada uno tiene una administración, manera de pensar, ver las cosas. A mí me gusta dividir el arte y la administración del arte. 
—¿En estos 56 años te has sentido discriminado alguna vez?
—La discriminación es un hecho que vive cualquier ser humano en cuanto se reúnen tres personas. Si se arman dos y uno, el que resta va a ser el discriminado. Lo vivo como un hecho que es parte de la experiencia comunitaria. Es parte de la necesidad que tiene el hombre de construir de lo que entiende que es su tribu. Me han discriminado y he discriminado. Es difícil ser un creador y no discriminar, porque cuando elegís lo haces cuando construís una ficción, personajes, colores, palabras, pero el grave problema es cuando excede el contexto artístico. 
—¿Recordás cuándo? ¿Fue doloroso?
—Por supuesto, y entiendo que ha construido mi fortaleza. Sed de venganza. Hay algo de la sed de venganza, y si bien dicen que no hay que hacerlo, y creo que hay una suerte de pulsión que tiene que ver con el “yo ya voy a hablar” que me parece que está bueno. Cuando era chico no podía pagar la cooperadora y advertí por la mirada de la maestra una cierta separación, y utilizaba ese hecho para avergonzarme delante de los otros. Yo le agradezco mucho, sentí que me iba a vengar, y tal vez todo lo que hago es para vengarme de esa mujer que me discriminó. Es un aspecto bravísimo del humano. 
—Se decretó el fallo del aborto no punible en la Ciudad, se promulgó la Ley de Matrimonio Igualitario, y está en proyecto que los jóvenes voten a los 16, y la despenalización del consumo de la marihuana. ¿Apoyás estos cambios?
—Sí. ¿Quién puede estar en contra de los intentos de avance? Ya está el cambio en cuanto algo aparece como un tema. Puede tardar diez o veinte años, pero ya está. No puedo ponerme en contra de algo que está pasando.

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