"Todo el mundo me ve igual a ella, pero yo creo que no me parezco en nada." María Isabel Gorrindo Sarli, "Coqui", no está obligada a pensar que el pasado de un cuerpo -y, sobre todo, las huellas que dejaron miradas deseosas y multitudinarias sobre ese cuerpo- puede replicarse en otro y hacer de los dos uno solo, aunque el parecido entre ellos sea ilusorio.
Nosotros, en cambio, no podemos quedarnos callados: eso es lo que sentimos cuando, sumergida al natural en el agua turquesa, abre los brazos reimprimiendo sobre un imaginario de colores ya gastados -como un Simulcop subido de tono- la imagen de su mamá adoptiva, la marmórea Isabel Sarli. La invitación es apetitosa: no todos los días se puede programar un déjà vu.
Pero la catarata de sensaciones ya vividas sigue. Como si de una necesidad no reconocida se tratara, Coqui también restaura -vean lo que oculta ese vestido de gasa, cómo las densas pestañas desandan el camino del make-up al uso- una vuelta a lo pulposo, que el hombre argentino de más de 40 nunca se resigna a dejar en el olvido mientras haya memoria de la Coca grande. "¿Vos decís que eso es culpa de mi mamá?", pregunta, con la picardía de quien conoce la respuesta.
"No me extrañaría que así fuera: el año pasado me dediqué a ver sus películas y me pasó lo mismo que a todos: no podía dejar de mirarla a ella."
Este es, si se quiere, el segundo "momento Sarli" de su vida.
El primero llegó en 2010, y por la misma senda trazada por su madre. "Ella siempre me insistió con que hiciera cine, y yo, de rebelde, le decía que no. I
ncluso cuando la acompañaba a los festivales, me preguntaban si era actriz, y yo lo negaba con furia", se divierte Isabelita, que con vergüenza recuerda las 75 personas que en el set de Mis días con Gloria -su debut en la pantalla grande- esperaban la vuelta de algo acaso irrepetible: una inocencia casi infantil encerrada en un físico despampanante.
Si tal magia volvió a suceder, ya es anécdota; ahí está la película para chequear si ella acusó recibo del acopio lujoso que viene haciendo desde chica: la experiencia de la mano de la diva de las divas del cine argentino y el certificado de legitimidad que mamá le pidió prestado a la memoria de Armando Bo, y que cada tanto se deja caer como una invectiva venida del más allá: "Si Armando viviera, ya hubieras hecho como mil películas".
Ella, por lo pronto, promete ponerse firme si a alguien se le ocurre hacer una remake de Carne: "No la haría otra chica que no fuera yo. Ese papel es mío". Es una promesa, Coqui.
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