En “La piel que habito”, de Almodóvar, es un cirujano plástico. A sus 51 años dice “me siento mejor que nunca” y que no se ve como un latin lover. Y recuerda su paso por la Argentina.
A veces me han preguntado, si pudieras ser otra persona durante una semana, ¿qué te gustaría ser? Me gustaría ser mujer. Me gustaría ver el otro lado del sujeto de mi admiración. Pero sería un problema, un gran problema.” ¿Por qué? Si fuera una de las chicas que caminan por la Croissette sería un gran problema...
Antonio Banderas está casi frente al Mediterráneo, y hace referencia a la costanera de Cannes, donde en mayo presentó La piel que habito , su sexta colaboración con Pedro Almodóvar, y en la que compone a un cirujano plástico obsesionado con crear una piel sintética, luego de una serie de tragedias que lo dejaron maltrecho... psicológicamente. Y que tiene en su laboratorio, encerrada, a una mujer. De ahí su respuesta.
“Pasó aquí en Cannes, hace ocho años -recuerda la génesis del proyecto-, cuando Pedro me contó la historia y se refirió a la novela original. Y después no supe nada más. Tal vez Pedro haya tomado otro rumbo, pensé. Y un día estaba yo haciendo un taller en Nueva York, y en el auto de golpe (hace que atiende el celular) ¡Ey, Pedro, ¿en qué andás? “¡Llegó el momento!”,me dice. Y yo: “Seguro”.
¿Lloraste? No lloré, pero fue muy bello. Fue muy bello porque Pedro es parte de mi vida, parte de mi carrera. Es mi sexta película con él. Al presentarla el otro día en el Palais, era casi como reproducir los sentimientos que tenía cuando íbamos con La ley del deseo , Matador y todas esas películas a los festivales, y la gente se sorprendía. No sabía qué estaba viendo, no sabía dónde ponerlas, en qué departamento del cerebro las guardarían. El disco rígido decía: no. Pero con los años la gente lo decodificó, metabolizó y comenzó a reconocer a Almodóvar como algo a lo que podía tener acceso.
Banderas luce como siempre: joven. El malagueño ya es un cincuentón, pero, al margen de estar tostado, tiene el cuerpo más o menos trabajado, la mirada compradora y cuando habla mueve los brazos como espantando moscas.
Pedro te puso un chaleco de fuerza, estás serio todo el tiempo. No podías sonreír.
En realidad, no quería mostrar al monstruo. Me dijo: este tipo es un tipo peligroso, pero creo que será más efectivo si no jugamos con artillería. Porque la tendencia de un actor siempre es: más es mejor. Pero él no quería eso, tenía una película en la que tensaba los límites, pasando de Shakespeare en la página 15 a una telenovela en la página 16, y si bien yo opuse cierta resistencia al comienzo terminé aceptándolo.
Es un thriller y también un filme de amor. ¿Sentís diferencias cuando hablás de amor en inglés o en español? Sí. Es más fácil en inglés, porque cuando uno trabaja en su lengua materna tiene no sólo un significado, sino lo que significa para uno, viene con una carga que es emocional. Recuerdo cuando llegué a los Estados Unidos y me enseñaron a decir “mother fucker” y todo el mundo decía ¡qué horror!, pero para uno no significa nada, es solamente una palabra.
Tu personaje pertenece a una rica tradición cinematográfica de científicos locos. ¿Eso te divirtió? Esa fue la parte fácil, lo único que debía hacer era ser preciso y hacer lo que los médicos que estaban en el set me decían que hiciera. Así se ponen los guantes, así es como se opera, te explican lo de la separación del plasma y la sangre. La historia para mí estaba más en la otra clase de escenas.
¿Cuál es tu postura hacia la ingeniería genética, es decir, la posibilidad de superar a la Naturaleza? Ah, ojalá supiera. Pero el asunto es hasta dónde nos lleva, nos lleva hasta el límite de nuestra moralidad, cuando nos dicen: podrías llegar a los 200 años.
Yo no llego.
Yo sí, yo sí. Absolutamente (ríe). Pero el tema de la moralidad interviene cuando sólo los ricos pueden comprar un tratamiento así. O si los sistemas de seguridad en el mundo dijeran: bueno, vamos a ofrecer esto a todos, y entonces tendríamos un problema demográfico porque no tendremos recursos para todos, seríamos 20 mil millones de personas en cuestión de 10 años. La película por supuesto tiene un buen pedazo de ciencia ficción, porque ya hay trasplantes de caras, pero los resultados no son esta linda mujer que yo hice. Pero esto probablemente sucederá en 35 años y las probabilidades de prolongar la vida, todas esas cosas se dan ahora. No es una estupidez, lo único que tienes que hacer es leer las revistas de ciencia para ver la cantidad de dinero que las empresas están invirtiendo en esto.
¿Cumplir 50 te asustó? No, no, me siento mejor que nunca. Totalmente feliz.
Porque tenés un matrimonio feliz, un trabajo afortunado...
Feliz porque sí. Me siento bien con la vida.
¿Cuál es el secreto de un matrimonio feliz? Es muy simple. Es amor.
¿Vas a volver a dirigir? Sí, en 2012, en septiembre empezaré una nueva película. Se llamaráSolo y es una historia original. Y hay otras dos películas basadas en novelas. Filmaremos en Málaga, pero la rodaremos en inglés por razones de mercado.
La cirugía plástica es parte de la vida diaria en Hollywood, sobre todo para las mujeres, pero ahora parece estar pasando lo mismo con los hombres.
No. Abre nuevas posibilidades a los personajes ser más viejos. Es una locura seguir siendo un latin lover toda la vida.
¿Llegó el momento...? ¿No creés que ya escapaste de esa imagen hace bastante tiempo? ¿Es de las peores cosas en la vida ser considerado un latin lover? Nunca fue un problema. Creo que hay un momento para cada cosa. No sé interpretar a un latin lover de 60 años. Y yo no me veo así. No tengo problemas en interpretar a un bombero, pero si tengo que interpretar a un bombero seis veces en mi vida, ya no me gustan. Es así de simple.
¿Cuál es tu película favorita con Pedro? La última. ¿Por qué? Porque es la nueva, la más fresca, y el resto es pasado. Y porque me dio la oportunidad de tocar otra cuerda. Yo estaba tocando tin-tin-tin-tin y ahora me brindó la posibilidad de tocar dong.
¿Fue diferente trabajar con Almodóvar en los ’80 o los ’90, y ahora? No hay tantas diferencias. Fue duro al comienzo. Recuerdo escenas en Atame! y recuerdo un día en La ley del deseo , que se enojó conmigo, cortó el rodaje y dijo: Se van todos a su casa. Después de una hora de filmación... Me deprimí tres días.
Era la movida.
Era la movida. Pero, te digo, también me reí mucho en esa filmación. El gran cambio que he observado es verlo más exigente, explorando. Tenemos una tendencia a acomodarnos. Se pueden ver películas estadounidenses y no darse cuenta de quién las dirigió. Vos ves una película de Almodóvar y decís de inmediato: Almodóvar. Igual que Fellini. Se reconocen en dos segundos porque tienen un lenguaje, y eso es algo en esta época con tantas hamburguesas y fast food es invalorable, amigo.
¿Algún recuerdo de la Argentina? ¡Uy, muchos, muchos! De los años ’80. Estuve haciendo cine, también he hecho teatro, con Alcón. Y la presentación de las películas de Almodóvar, en el ’87. Aquello fue...
Tenés que volver a hacerlo.
Ojalá. Deberíamos hacer un ciclo, es verdad.
Clarin
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