El actor protagoniza La mala verdad, que se estrena mañana; "Quizá sea mi última participación en un film", adelanta
Mañana, cuando aquí se estrene La mala verdad, su protagonista, Alberto de Mendoza estará en su casa de Madrid. Una bronquitis y el consejo de su médico lo hicieron desistir, muy a pesar suyo, del viaje a Buenos Aires. Pero no del firme propósito de acompañar el lanzamiento del film dirigido por Miguel Angel Rocca, una coproducción argentino-española en la que además actúan la niña Ailén Guerrero, Analía Couceyro, Carlos Belloso, Malena Solda, Norman Briski, Cecilia Rossetto y Mario Alarcón. Así que teléfono de por medio, este porteño e hijo de emigrantes españoles, como actor de raza que es, sale al toro para dialogar con LA NACION acerca de su labor en el largo, en el que compone a Ernesto, un abuelo que vive con su hija y su nieta de diez años, con la que ha tenido que ocupar el rol de padre.
"Después de rodar Tapas, estuve sin trabajar por razones personales, hasta que me llegó el guión de La mala verdad y percibí que era una excelente propuesta. Fue extraño, pues ya estaba casi retirado, recibí el libro, y junto con mis hijos, me di cuenta de que tenía que hacerlo. En dos días lo decidí. Es mi película número 151, y es probable que me esté retirando con ella", dice Alberto de Mendoza, en relación con su participación en esta historia sobre los vínculos, los pactos de silencio y los secretos instalados en el seno de una familia.
-¿Cómo fue la construcción de un personaje tan duro y complejo?
-Es una especie de columna vertebral de la historia. Se construyó desde la ambigüedad: es un personaje que ama y a la vez es monstruoso. Sabe que está haciendo mal. Es un represor. Sabíamos que en un comienzo el espectador lo iba a ver como un abuelo bueno que iba a buscar a su nieta a la escuela. Desde un comienzo, se le pueden ver detalles a este hombre, coherentes con todo lo que luego irá apareciendo. El guión plantea el ocultamiento. Este fue un parámetro con el que trabajamos.
-Es un hombre acostumbrado a dominar.
-Es fundamental pensar al personaje desde el poder que tiene, sobre todo, su contexto. La relación con su hija [Analía Couceyro], que desprende todo un pasado que no hemos visto, pero que está presente en ese vínculo, con la nieta [Ailén Guerrero] y con el novio de la hija, que muy bien ha interpretado Carlos Belloso. Esos personajes conviven en esa casa entre cosas no dichas, secretos, omisiones y mecanismos muy complejos.
-¿Cómo vivió la experiencia de componer a este abuelo tan señorial como autoritario y, encima, abusador?
-La película no trata sobre un perverso sexual: haberla abordado por ese costado la hubiese reducido, sería otra cosa. La mala verdad es una película profunda que trabaja el tema del abuso en todas sus facetas, las mentiras, los secretos y las justificaciones ante las situaciones innombrables. Mi personaje representa al poder. Es un abuelo dominante, que utiliza ese poder de manera perversa. El gran tema de esta historia es el derecho a la verdad. Lo que vemos podría ser una pequeña representación de lo que muchas veces nos ha pasado como sociedad.
-Y la experiencia de filmar nuevamente, ¿cómo resultó?
-Volver a filmar y volver a Buenos Aires después de cinco años fue muy emocionante. Filmar puede ser muy aburrido si tus compañeros no son divertidos. Este rodaje fue entrañable. Con Norman Briski, gran actor, nunca había trabajado, pero nos conocíamos y teníamos ganas de hacer algo juntos. A Mario Alarcón, otro gran actor, también lo conocía. Con Cecilia Rossetto, espléndida actriz, trabajamos juntos en Tapas. Al resto del elenco no lo conocía, y me encontré con estupendos actores jóvenes. Analía Couceyro, Carlos Belloso, Malena Solda, Jimena La Torre y la niña Ailén Guerrero, que más allá de ser muy simpática, es una gran revelación.
-Después de 151 films, y de este abuelo de La mala verdad, ¿le queda algún personaje por interpretar?
-Creo que será mi último trabajo en cine. Yo estoy más que satisfecho de cerrar mi carrera con esta película, a los 88 años. En 70 años de carrera, hice toda clase de papeles, espadachines, abogados, mafiosos, piratas... Lo que no hice y me hubiese gustado interpretar es a Don Segundo Sombra. Nunca interpreté a un hombre del campo.
EL MOMENTO DE LA DESPEDIDA DE LA ACTUACIÓN
-¿Se imagina alejado definitivamente de la vida artística?
-Yo tenía 14 años cuando mi abuela murió por los bombardeos de esa guerra ridícula [N.R.: la Guerra Civil Española]. Fui repatriado a la Argentina y volví en barco. Entre los refugiados estaba Carlos Cajaravilla, un actor, bailarín, galán uruguayo. Yo lo observaba cómo ensayaba, cómo zapateaba. Ahí me entró el bichito. Comencé como bailarín [que, de hecho, fui muy malo]. A partir de ahí, mi vida se fue dando arriba de los escenarios. Ahora pienso sentarme en la plaza San Martín y ver pasar el tiempo. Hay una frase de Borges que me gusta repetir y es justo para un actor: "Absuelto de las máscaras que he sido, seré en la muerte mi total olvido".
-¿Piensa volver a radicarse en Buenos Aires?
-Nunca voy a descartar esa posibilidad. Estuve cuatro años sin regresar a causa de la enfermedad de Mabel, mi esposa. La acompañé hasta su muerte. Por eso rechacé ofertas y no regresé a Buenos Aires hasta el año pasado, cuando filmé La mala verdad y me quedé unos cuantos meses. Amo esa ciudad, soy un porteño enfermizo.
-¿Le ofrecieron hacer teatro o alguna otra película?
-Como les escuché decir a muchos actores, que ya se les pasaron "los días más jóvenes", no es fácil a mi edad tener propuestas interesantes.
RECUERDOS
Mi profesión se fue hilvanando sobre la base de observaciones, sin metodo. Me costO 40 años llegar a ser primera figura y tener una marquesina "
"Esta es una carrera dura donde hay muchas subidas y bajadas, donde uno tiene que tener una fe inquebrantable "
"La profesión del actor se hace gastando zapatos, rompiendolos en el escenario al lado de grandes actores "
ALBERTO DE MENDOZA
La Nacion
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