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Pablo Echarri "Si perdí algo por apoyar a Néstor, no me interesa"

Estrenó El hijo de p*#@ del sombrero en La Plaza, y afirma que lucha por lograr “un país más justo e igualitario”. Dice que el ex presidente fue el único que escuchó la problemática de los actores.

                             "Si perdí algo por apoyar a Néstor,  no me interesa"








Llega antes a la cita y se presta a todos los pedidos de fotos que le hacen mientras camina por el Complejo La Plaza. Desde hace pocos días, Pablo Echarri se sumó a la cartelera teatral con un nuevo espectáculo, El hijo de p*#@ del sombrero, junto a Florencia Peña, Fernán Mirás, Jorgelina Aruzzi y Marcelo Mazzarello, con dirección de Javier Daulte.
Aclara enseguida, como para ir armando la charla en forma amena: “Leo PERFIL, y también otros diarios. Siempre hago el ejercicio de leer todo lo que puedo y prefiero comprar el papel que mirarlo por internet. Aunque siempre se depende de los presupuestos, por ahora podemos”.
Durante este año, Echarri entrecruzará escenario con televisión en su doble responsabilidad de actor y productor. Junto a Martín Seefeld y Ronnie Amendolara creó Contenidos El Árbol, y la novela El elegido fue su carta de presentación; ahora suman la coproducción de este espectáculo teatral, y anticipan dos proyectos televisivos que irán seguramente también por Telefe. Dentro de muy pocos días aparecerá junto a su mujer, Nancy Dupláa, en Graduados, el programa de mayor audiencia, en el que realizará una participación especial. 
—¿Cómo recibiste las críticas sobre “El hijo de p*#@ del sombrero”?
—Hasta ahora sólo se publicó una y fue muy buena; obviamente me dio placer. Es un acto casi involuntario, sería imposible no sentirlas. Siempre las leo, es una escala obligada a la instancia posterior del estreno y una referencia necesaria. Aunque no siempre una crítica te sirva para sacar conclusiones artísticas.
—¿Creés que el público y el periodismo se pueden asustar por el vocabulario fuerte, que se ejemplifica desde el título?
—Lo pensé. Pero esta obra y la anterior, El hombre almohada, tienen características semejantes. El espectador no las contempla; por el contrario, el espectáculo baja a la platea y trata de ponerse al lado de su butaca para buscarle la incomodidad. Pero en el transcurso se convierte en otros sentimientos. El texto no sólo muestra un momento íntimo de una pareja de cierta clase social, creo que su impronta original lo transforma en otro plano. Propone un interrogante: ¿qué significa una traición? La primera respuesta de todos, por lo general, es la ira y la violencia; por mi parte, quisiera saber cuántos sienten rechazo ante esta muestra tan franca. Nadie queda fuera del análisis, más allá de que este texto muestre una clase social baja, en la que también se habla del amor y la amistad, dos temas universales. 
—¿Cómo se llevan el actor y el empresario?
—No quiero hacer futurología, pero me parece que el valor que me puedo descubrir como productor es acercarme a los compañeros y hacerlos sentir cuidados, contenidos y seguros. Creo que tiene que ver con el trabajo que uno le dedica; todos los actores quieren formar parte de una propuesta que los represente y los incluya. Me parece que es el valor que puedo tener, más allá del olfato para descubrir una historia. Buscamos que todos tengan su espacio, somos actores y no nos corremos de ese lugar. Pero lo volvemos a hablar dentro de diez años...
—¿Qué te pasó cuando te enteraste de la incorporación de Florencia Peña –tu compañera teatral– a “Bailando por un sueño”?
—Pensé de todo un poco; primero que se metía bajo la esfera del programa de mayor audiencia de la Argentina, y tal vez eso provoque o provocará cierta influencia. Pero de verdad no sentí ninguna molestia, ni me sorprendió. Es una decisión coherente en Florencia, quien siempre busca sacudir su vida. Juega profundamente y como artista lo necesita, siempre se exige mucho.
—¿A mitad de año estarás en televisión? ¿Harás una nueva versión de “Naranja y media” con Facundo Arana?
—Hay mucho de cierto, aunque muy poco de que ya esté cerrado. Con la productora haremos un programa por Telefe que irá a la tarde (a las 14) y estamos trabajando sobre estos libros. Aparte tenemos muchas ganas de hacer algo con Facundo (Arana) para reírnos de nosotros mismos, e iría también por Telefe. Como trascendió, debo responderte.
—Además de ser actor y empresario, integrás la comisión directiva de Sagai (Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes), ¿por qué?
—Sí, se trata de los derechos de los actores; es una entidad social que administra y les paga a los intérpretes. Hace unos años encontré este espacio con un grupo de compañeros (Pepe Soriano, Jorge Marrale, Osvaldo Santoro y Antonio Grimau, entre otros) y luchamos por algo que estaba escrito desde hacía más de setenta años. Tuve una necesidad tardía de dejar algo a nivel social. Devolver lo que Dios me dio: la maravilla de poder vivir de lo que quiero y desarrollarme. Allí encontré una gestión, en un colectivo muy golpeado, como es el de los actores. Son muy pocos los que pueden trabajar; más allá de las propuestas, hay muchos desocupados, por eso son tan importantes las instituciones como la Asociación Argentina de Actores y Sagai. Colaboramos por la salud y la contención psicológica y emocional. Buscamos que trabajen y creamos proyectos.
—Se te vinculó más políticamente a partir de esta actividad.
—Fue una decisión mía, personal. El haber sido escuchado, como actor, sin que se pidiera nada a cambio hizo que tuviera la necesidad de una devolución. La ley estaba escrita desde 1933 pero no estaba reglamentada; los otros gobernantes la veían pero no la firmaban, y Néstor Kirchner sí lo hizo (2006). Tuve necesidad de devolver ese gesto. Si perdí algo por esto, no me interesa.
—¿Te molesta que te digan “actor K”?
—¿Cuál sería la dificultad si eso se diera? Si uno entiende que la política es una herramienta para vivir mejor, ¿qué problema hay? Creo que nosotros mejoramos la realidad de los actores a través de Sagai, y eso merece el riesgo. Este derecho que conseguimos y que hoy tienen los intérpretes es más importante que todo. 
—Nuestro país está marcado por las listas negras. Hubo muchos actores exiliados o censurados por pensar distinto. ¿Lo tuviste en cuenta?
—Si ése es mi futuro, lo veré. Pero si alguna vez tengo que exiliarme de Argentina, es que estamos hablando de retroceder treinta años. Esto me impulsa más a luchar para que el país tenga una democracia verdadera. Más allá de quién lo conduzca, la izquierda o la derecha, deberán ser responsables. Hoy hay gente que piensa de otra manera y sin embargo el oficialismo no cercena. Lucho o lucharé por un país igualitario, soy responsable. Creo que nunca más viviremos el pasado. Después de la búsqueda de los culpables, hoy somos jurídicamente estables y esta sociedad nunca más va a permitir que suceda lo que nos pasó. Las últimas elecciones lo demostraron. 
—¿Y los riesgos?
—Quiero mostrar la verdadera cara; respetuosamente, si esta nobleza la malinterpretan habla de quién está enfrente. Me hago cargo de lo que tenga que hacer y por mis hijos quiero un mundo mejor. No me sorprendería si tuviera que dejar de trabajar de esto, volvería a ser vendedor y fui muy bueno haciéndolo. ¡Nos ponemos con Nancy (Dupláa) y nos vamos a vender a Lomas de Zamora!

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