Hot!

Rodrigo de la Serna Oscar Martínez en “Amadeus”

Unknown

Que cuando uno odia, no hace más que odiar en la imagen de ese otro algo que en realidad pertenece a uno. 
                                  

Bajo esa vieja teoría, Oscar Martínez anda ensayando el verbo aborrecer ante Rodrigo de la Serna. Desde el 10 de abril, en el escenario del Metropolitan Citi, en Amadeus, Martínez será el compositor Antonio Salieri, señalado por alguna versión de la historia como el asesino de Wolfgang Amadeus Mozart.
Martínez fue Mozart durante el regreso de la democracia. En 1983, subía al Liceo seis días a la semana durante tres horas, “en pleno clima festivo”. Para ese entonces, De la Serna recién aprendía a leer y a escribir. La intersección de caminos se produjo recién ahora. El hombre que escribió Ella en mi cabeza, ya lo tenía a De la Serna en su cabeza dos años atrás, para copiloto de ruta. Le sugirió al productor Pablo Kompel que el papel de Mozart ahora podría calzarle a medida a Rodrigo, “el mejor actor de su generación”. Rodrigo estaba ocupado con Lluvia constante. Pero el final estaba escrito. Cuando paró de llover, se encontraron para hacer del libreto una partitura.
Si hay competencia a lo Salieri-Mozart entre el actor de El puntero y el de La tregua es en materia de camisas almidonadas. Impecables cuellos y una seriedad que el café y las fotografías irán debilitando. “El tiene la edad de mi padre, y estar tirando paredes con un jugador así es un sueño”, inaugura la catarata de flores De la Serna. Andan profundizando en un texto de Peter Shaffer que dirige Javier Daulte y que los pasea por la locura y otros cuantos planteos filosóficos.
El mito del envenenamiento no tiene fundamento histórico. ¿Ustedes trabajan exclusivamente sobre ese mito?

Martínez : Para nosotros, independientemente de las versiones de la historia, la obra es la obra. Trabajamos sobre una ficción sin conjeturas sobre cuánta verdad hubo en eso. Claro que hay quienes dicen que la leyenda empezó porque Mozart en su lecho de muerte había dicho que Salieri lo quería matar. Hay quienes dicen que fue al revés: que Salieri en sus delirios de viejo comentó el asesinato. No soy melómano ni investigador del asunto, pero da para dudar el hecho de que Salieri fuera un tipo con gran poder en la corte de José II, y que Mozart haya tenido un desenlace tan precoz y triste, pasando hambre en la última etapa de su vida.
De la Serna: Muerto en una fosa común, con otros tres cadáveres y sin inscripción. Algo pasó ahí. Quizá haya sido el carácter irreverente de Mozart que no lo acompañó a colocarse de una manera más agradable en la sociedad vienesa de entonces.
¿Como con un gran porcentaje de personajes de la historia, fue la posteridad la que hizo justicia con Mozart?

De la Serna: Exactamente. Y lo interesante que plantea la obra es que el único que se dio cuenta de la genialidad de Mozart en aquel momento fue Salieri, el único contemporáneo que apreciaba la real dimensión del genio.
Martínez : Salieri iba camino a ser el compositor más famoso del mundo. Tenía dinero, tenía poder, formaba parte de la corte y sin embargo lo que envidia profundamente es el talento. Hoy en la sociedad es al revés: se envidia el poder y el dinero. En ese camino hacia la destrucción de Mozart, Salieri también habla del amor.
¿El amor como un sentimiento previo al odio? ¿Un frágil límite entre amar y odiar a una misma persona?

De la Serna: La relación es de amor-odio. De alguna manera Salieri ama lo que Mozart hace, es quien más aprecia su don. La obra habla también de la locura, de la paternidad. Dios como padre, todos los padres, el padre. Incluso Salieri y Mozart son como padre uno del otro. Y la relación de Mozart con su padre también está en foco. Un padre que lo exprimió muchísimo y lo sobreprotegió. De allí que no comprenda Mozart la maldad del mundo.
Martínez: A los 26 años tenía que pedirle permiso a su padre para casarse. Su padre nunca le perdonó que lo haya superado y que se haya ido. Hay algo metafórico con la paternidad de quienes tienen hijos prodigios. Pasa con los deportistas prodigio, y con los artistas. Padres totalitarios que exprimen y generan culpa en el hijo al momento de la independencia.
El texto también da lugar a una interesante lectura sobre Dios...

De la Serna: Ya la música de Mozart es puente a lo celestial. Vos agarrás su música y supone formas geométricas perfectas, lo que habla de una conexión divina. Dios es distinto para ambos. Para Salieri es un Dios formal.
Martínez: Salieri le pide a Dios ser compositor y le promete llevar una vida virtuosa y ser casto. Dios se lo concede. Y él pone en marcha sus acciones de solidaridad. Pero cuando ve a Mozart, un tipo prostibulario y carnal, no puede entender tanta grandeza musical en un ser así. Espiritualidad y moral no siempre tienen que ver. Mozart era genio y era frívolo. Cuando murió descubrieron que tenía una colección de pelucas, o se gastó en una noche lo que ganó en Las bodas de Fígaro. Era un ser vulgar al que Salieri no puede entender cuando ve procaz y escatológico.
¿Qué cambios muestra la puesta respecto a la de 1983? Cuentan que en aquella época, bajo la dirección de Cecilio Madanes, la obra era pomposa y duraba tres horas...

Martínez: Fue un éxito desbordante. Funciones de martes a domingos, dos los sábados. Un año especial, un país esperanzado. Recuerdo el día en que asumió Alfonsín, estábamos en las últimas funciones. Multitud en la calle, el subte interrumpido, uno pensaba, ¿quién puede venir al teatro hoy, justo frente a la Plaza del Congreso? Se llenó. Salíamos de la guerra de Malvinas y unos meses después ya recuperábamos la democracia. Esta versión se adaptó a los tiempos que corren. Una hora menos. Aquella puesta era al estilo Teatro Colón, operística. Escenografías monstruosas, el palacio de Salzburgo, la taberna...
De la Serna: Aquí se resuelve todo con escenografía moderna y un espacio virtual, abstracto. Un objeto se transforma en otro y en otro. El público está acostumbrado a un ritmo vertiginoso que plantean los medios, el teatro y el cine.
¿En el ambiente artístico hay muchos más Salieri que en cualquier otro rubro? Un oficio en el que el ego desborda debe ser la tierra más fértil para la envidia...

De la Serna: (Riéndose) Eso ya no pasa, pasaba en el siglo de Mozart. Ya estamos evolucionados...
Martínez: Soy un señor grande y dependo ya menos de la aprobación ajena. Pero de joven fue siempre más la generosidad de los colegas y el apoyo que la envidia. Es cierto que ésta es una profesión en la que muchos somos mordidos por el monstruo de la envidia, como Salieri. Existe. Somos narcisistas.
Clarin.com

0 coment�rios:

Publicar un comentario