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David Bisbal: "No me quita el sueño ser número uno"

Entrevista. La estrella española que salió de “Operación Triunfo”. Grabó su flamante DVD en vivo en el lírico Teatro Real. Clarín habló a solas con él sobre fans, Alberto Cortez, su padre, su hija y la crisis europea.







No hay indignados a la vista. Será el domingo. Será el frío. Será que este Madrid hoy es el mismo al que el poeta Victoriano Cremer veía como a un “cielo total de corazones en pena”. Las que están enclavadas en la Plaza de Oriente, de frente al Teatro Real, son otro tipo de “indignadas”. Acérrimas sombras de David Bisbal que este año lo han visto quebrarse en un recital, en plena separación de su esposa. Quieren verlo de pie. A él. Y a España...
Cuenta la leyenda, que fueron las fans de Frank Sinatra las que inauguraron –casi 80 años atrás- la histeria femenina por un cantante. Que cuando “La Voz” las acariciaba con sus canciones, ellas respondían al estímulo con alienaciones del tipo recortar las pisadas de Frank en la nieve y atesorarlas en un congelador. Es que la estrategia de encantamiento no era cantar, sino lo que él hacía mientras lo hacía: en sus shows, las miraba una a una y personalizaba la canción. Como si de cada una de esa masa fuera capaz de enamorarse. Salvando distancias, Bisbal copia el método. Acaba de cantar en el templo de la lírica y les hizo sentir a sus damas que existen individualmente.
Rareza. El rey de las Bulerías en una catedral en la que se rinde pleitesía a Giuseppe Verdi. Habrá que llegar hasta él para desentrañar el asunto. El proceso de acercamiento implica anunciarse en su hotel, esperar la contraseña, atravesar más puertas que las del Agente 86 y aguardar a que una tarjeta magnética devenga en el pasaporte hasta su pasadizo. Del otro lado, los rizos más famosos de España. Tirabuzones auténticos, que no se parecen ni a los de Shirley Temple, ni a los de Valderrama. Mientras los peina, se suelta y cuenta que días atrás murió su abuela y que “esto de la muerte” lo puso más reflexivo.
¿Te asusta detenerte a pensar en el tema? No. La muerte no me asusta, pero sí le tengo miedo a la enfermedad. Gracias a Dios no he sufrido palos fuertes todavía. Lo que me duele es pensar que se ha acabado ya una generación y que la próxima en irse es la de mis padres...
Treinta y dos años. Una década de carrera.
Ave María como hit estandarte y el lastre de haber germinado a la música gracias a la televisión. Nació en Almería, la tierra del Niño Josele y Tomatito, pero lo suyo es otra cosa. En 2001 participó del reality español Operación Triunfo y fue “subcampeón”. Hoy parece un chiste ese segundo puesto: “Triunfito”, como le dicen, le exprimió más jugo a su puesto que la propia ganadora de la corona, Rosa López.
Hay lecturas exitistas, al menos en el fútbol, que postulan al segundo como “el primero de los perdedores”. Tu segundo puesto, en cambio, resultó ganancia. ¿Importa ganar o importa el cómo se juega? Yo no soy muy competitivo. Tengo que serte sincero. El cómo juegas y lo que construyes en tu carrera es más importante que ganar un partido. A mí no me quita el sueño tratar de ser el número uno. Yo me siento ya exitoso con lo que tengo. Con la oportunidad de ir a varios países aunque no sea el uno. Me importa más cómo juego que lo que gano.
¿Esa ambición medida te permite vivir más tranquilo? Me hace vivir más tranquilo, pero yo tengo una competencia conmigo mismo. Está clarísimo.
¿Sentís ya que 10 años después dejaron de mirarte de reojo por ser el producto de un reality? A mí eso nunca me ha molestado. Es que yo creo que a lo largo de la historia musical hay distintas formas de darse a conocer: en los últimos años la TV, pero antes existían los concursos de radio que han dado oportunidad a grandes autores y artistas eminencia. No me pesa decir que me dio la oportunidad un programa. Lo importante fue mi desarrollo, que formé un equipo de management.
Llevaste el pop a un teatro lírico (el Real), allí hiciste un concierto acompañado de un octeto de cuerdas y te atreviste a covers de Serrat y Manzanero. ¿Estás como comunicando una etapa de madurez musical? Estoy tratando de hacerle llegar a la gente mi evolución. Hago un paréntesis y me hago un regalo de vez en cuando, aunque a lo largo de mi carrera me concentre en el pop. Es cierto que es difícil cantar temas de Serrat, pero hay que ser valiente. Yo estoy en mitad del parto todavía. Llevo diez años, que es una cantidad generosa, pero todavía considero que estoy en el inicio de mi carrera.
Educar a las fans es parte del proceso de crecimiento. La histeria alrededor parece restar seriedad a la música. ¿Pudiste calmar a las fieras? Yo he tenido mucha suerte siempre. Según en qué país son más efusivos, pero lo cierto es que con el tiempo se han ido moderando. No hay locura en mis fans clubs. No he visto peligro ni en Túnez, ni Holanda, ni Bélgica, ni Israel, ni París.
Le pasó el anteaño a Ricardo Montaner. Bastó que Marcelo Tinelli eligiera su Soy feliz como cortina y que Adrián Suar hiciera lo mismo con Volver (Valientes) para que el argentino-venezolano fuera omnipresente en radios, casas, consultorios, bares y escuelas. A ricitos de oro le ocurrió idéntico fenómeno gracias a la varita de Suar. Cantó Herederos de una venganzapara la telenovela homónima de El Trece y, cual político, potenció su imagen positiva. Como cuando se quebró en un recital en Murcia, en plena separación de su esposa.
¿No tenés reparos en que te vean vulnerable? No. Tampoco voy a ser menos machote porque llore. No me importa. Si lloro, me doy vuelta y listo. Dice la canción Mi princesa L os hombres nunca lloran pero he tenido que volver a la niñez una vez más . Me van a perdonar, pero últimamente me pasa.
Tiene un síndrome: ante los períodos de mucha felicidad, comienza a sentir miedo. Su terapia es encomendarse a la Virgen del Mar, patrona de su tierra. “Me acompaña en mis viajes. Trato de darle vacaciones, la meto en la bolsa, pero me siento un poco mal y ya le estoy pidiendo. No la dejo descansar”, se ríe. Su filosofía de vida, cuenta, tiene que ver con el ciclismo: “No dejar de pedalear para no perder el equilibrio”. En el fútbol, juega como vive: “Me ubico en el medio, soy el que ayuda y asiste. Me decanto siempre por la bondad”.
Con el “eurodrama” como titular estrella, le cuesta jugarse con un análisis social y político de su país: “La historia es cíclica y sé que vamos a salir”, esquiva. Hijo de boxeador, no aprendió el arte de evitar los golpes y propinarlos, pero sí heredó de su padre la aptitud para el movimiento. “Mi madre dice que en escena, cuando me muevo, le recuerdo a mi padre en el ring”.
Diego Torres repite, justamente, que el escenario es su ring. ¿Es el tuyo también?No, para mí el escenario es otra cosa. La exposición. Donde cuento todo lo que siento. Como lo hace mi amigo Alejandro Sanz, padrino de mi hija, quien me enseñó a hacerme respetar en la industria. El sabe que soy un hombre de mar, que mi vida es como estar a la deriva del mar, entre la sombra y la luz.

Clarin

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